Traidora

Capítulo 4

Menudo olor, olor procedente del pie que está al lado de mi cara. Me despierto con un dolor tremendo de espalda. Leo no ha parado de moverse en toda la noche, ni un segundo, no sé cómo puede dormir así, yo desde luego que no he podido. Alma está despierta también, sentada en el diván.
—Menuda noche has pasado, Ápate. La próxima, en caso de que no consigas dormir puedes ponerte aquí, podemos hacer relevos, o compartir, yo desde luego que no me muevo tanto como ese bicho de ahí —dice esto último de broma, claramente, ella no sería capaz de decir tal cosa en serio, o esa es la impresión que me da.
—Sinceramente, no te voy a decir que no porque no sé si en unos días tendré ganas de sacarlo de una patada —comento yo con el mismo tono humorístico.
—Ápate —toma una posición más melancólica con respecto a lo poco que he visto de ella que desde luego no tiene nada que ver.
—Dime.
—Si en algún momento a alguna de las dos se le va la cabeza, si nos encontramos muy quemadas como para poder seguir, me gustaría que tuviéramos un pacto que pueda solucionar o por lo menos hacer más llevadero ese proceso.
Ahora soy yo la que deja la broma, no me esperaba este momento tan íntimo.
—¿A qué te refieres?
—Estamos todos aquí para ayudarnos entre nosotros —dice pensado que mi fin es el mismo que el de todos—, pero siempre va a haber alguien en quien confíes más, en quien sepas que, por mucho que quiera salir de aquí haciendo lo más terrible que podría hacer, siempre te tendrá presente y no te tomará como uno más. Siento que vamos a hacer buenas migas todos, pero quiero que tú seas mi pequeño soporte. Yo puedo ser el tuyo si quieres, claramente, pero me refiero a que puedes estar segura de que no tengo intención de machacarte para salvar mi pellejo.
No sé qué responder, no sabría qué decir, y eso es lo que hago, le dirijo una mirada cómplice y nada más, ella se gira y va a la cocina a por agua. Es el segundo día y ya empezamos intensos, no me quiero imaginar lo que nos queda. Pienso en Luca y en que me podría estar viendo. Aún me duele lo que ha hecho, pero como no hay vuelta atrás ahora quiero coger sus palabras y usarlas para poder salir de aquí, aunque no sea con vida, pero si esto es para mí, debo aprovecharlo y demostrar que le puedo sacar partido. Pienso en las demás puertas, ¿habrá más gente en ellas? Seguro, estoy más que segura de ello. Ha desaparecido mucha gente y es cierto que no tiene por qué haber sido todo pensado por estos chicos, pero sé que están aquí, sino, no habría necesidad de tantas puertas, podrían haber hecho de ellas paredes más rígidas para evitar nuestra huida. Sé cómo trabajan, sé un poco más a qué se referían cuando me decían que estaba hecha para esto, lo sé pero no me lo quiero terminar de creer. ¿Es esa la única salida que tengo? Puede.
Ahora es Alex quien se levanta. Su cabellera parece no haberse despeinado nada a pesar de haber estado chafada en el colchón. Me dirige una pequeña sonrisa.
—Yo que quería ser la primera en despertar, parece que voy a tener que acostarme a la misma hora que tú.
Tengo hambre, así que me levanto, pero Alma está ahí primero y ha inspeccionado el lugar.
—No tenemos nada, no han traído nada, solo hay agua.
Eso me temía, que pudieran cortarnos el suministro de comida. Esa es la primera prueba, con hambre es más fácil que peleemos fruto del mal humor que produce. Al mismo tiempo, sentiremos necesidad de comer conlleve lo que conlleve.
—No puede ser —dice detrás de mi Alex, no la he visto llegar, es bastante sigilosa—. ¿Estás segura de que has mirado bien?
—Claro, he mirado cuatro veces si no han sido cinco.
—Pero qué es este ruido, ¿sois conscientes de lo que estáis gritando?
—Nico, mira a ver tú si encuentras algo de comida, Alma ha mirado pero no ve nada, puede que esté en alguno de los armarios más altos.
Nico hace lo que le es ordenado, pero el resultado es el mismo, nada, nada de nada.
—Está más que claro, esta es nuestra primera prueba. Os deseo suerte a todos —digo yendo a donde se encuentran Marina y Leo. Ellos aún están durmiendo, no quiero despertarlos, pero es tarde como para que sigan así, luego no tendrán sueño.
—Arriba dormilones, que hoy va a ser un gran día —afirmo irónicamente.
Ahora es Marina la que habla.
—¿Cómo?