CAPÍTULO IV Su nombre
Sin palabras se entendieron, con gestos se comunicaron, pero aun así Ikan logró aprender el idioma de Fiorella y de alguna forma ella sabía perfectamente lo que él pensaba aun en el cuerpo de una bestia.
Dos chicos, prácticamente niños, emprendieron un viaje que se pronosticaba solitario, en busca de que no la mataran y formando una familia en el otro. Inocencia, magia, lazos poderosos, eso flotaba en el aire que los rodeaba.
En los siguientes años se la pasaron caminando por el bosque, yendo al norte en verano y al sur en invierno, se topaban con alguna aldea cada ciertas semanas y a pesar de la renuencia del lobo, la que llevaba la batuta en aquel inusual equipo era ella.
Fiorella convertida en toda una jovencita de quince primaveras, corrió a esconderse detrás de un árbol desde el que podía observar la gran fogata con personas moviéndose curiosamente a su alrededor.
De todas las aldeas con las que se cruzaban, ninguna era como lo fue la suya; esas aldeas parecían tener demasiadas personas, y no solo mujeres, en su mayoría veía seres parecidos pero con una contextura más robusta, con armas en mano y niños gritando.
Ikan la empujo sin demasiada fuerza, solo para animarla a que lo persiguiera por el pueblo, la mejor parte, es que nadie debía verlos porque si no, ambos tendrían que correr mucho más rápido. Ikan sentía que media vida se le iba cuando la veía en peligro, pero a la vez esa media vida era devuelta al escucharla reír, sujetándose fuertemente a él para huir.
Entendía que ella extrañaba vivir en una comunidad, y él seguía creciendo y entrenando, por lo que tal vez algún día podría...
—Te atrape —se burló con una sonrisilla tirando de sus labios.
Él le lamio la mejilla.
Fiorella respiro hondo y antes de siquiera analizar el momento escucharon un grito que, si bien no entendieron ninguno de los dos, supieron que era su señal de salida por el tumulto de hombres con lanzas y antorchas en las manos.
Fiorella se subió rápidamente sobre el lomo de Ikan que emprendió la huida como acostumbraba, solo que esa vez la pequeña diosa no se rio.
* * *
Ella no alcanzaba a entender que había cambiado, cada vez que su lobo le lamia la mejilla ella se reía, le causaba cosquillas, ya no era así.
Meses atrás soñó con un joven, de piel tostada, cabello largo y negro, ojos oscuros como la noche, pero tan cálidos al mirarla que le recordaron innegablemente a los de su fiel compañero.
Aquello no tenía sentido.
¿Un animal que es humano? Si bien no sabía el alcance de su propio poder, no se imaginaba el resto de las posibilidades del mundo, pero su imaginación no tenía sentido, porque era eso, imaginación. Ese joven que aparecía con más frecuencia como un intruso en sus sueños, no era su amigo peludo de cuatro patas.
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El Bosque
Manusia Serigala"Una criatura nacida al otro lado del océano, hija del Sol, llegará a estas tierras. Y doblegará a la bestia que será capaz de derramar ríos de sangre por ella" Declaró la anciana más antigua de la manada, helando la sangre de todos los presentes.