Lucia

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Supongo que esto se debe a un estado que la sociedad adquirió y que por no ser ajeno a ella, he adquirido para no ser discriminado, o abusado por otros, ya que esto pasa en nuestra realidad perceptible mientras nuestra mente sufre cortos circuitos leves y ante nuestro propio modo de ver las cosas, comenzamos a ver y sentir una serie de visiones que pueden ser siniestras para algunos, pero llevaderas para otros y la verdad es que en un principio mi propio ser no estaba listo para ser testigo de lo ruin que puede ser la transmisión de estos mensajes, que son llevados a mis subconsciente, los cuales parecen apoderarse de mi a pasos muy pequeños, para así darme tiempo para despedirme de lo último que me queda de aquellos tiempos donde todo era más simple y donde los seres humanos no vivíamos dentro de un océano plagado de mentiras y una espesa niebla donde abundas las tinieblas más excelsas.

La frenética idiosincrasia que ahora es proyectada para nuestros futuros habitantes, es simplemente un viaje al holocausto espiritual y la desesperanza y al parecer ahora que percibo esto, soy un ser que yace desconectado de todo por no ser digno de recibir los beneficios de aquella, mi sociedad de un solo trayecto, cuyos sueños no son más que los deseos egoístas de unos pocos. Ese día fue cuando desperté del sueño y llegue aquí, a mi destino sin luz ni brillo para el mañana.

Érase una vez una joven cuya belleza deslumbraba de modo radiante los ojos de quienes la observaban. Ella era una mujer de un metro setenta, piel blanca, ojos azules y pelo castaño. Sólo con verla, parecía que un ángel había perdido su rumbo y había encontrado por accidente una especie de lugar oscuro, sólo que en vez de consumirse por la oscuridad, ella representaba una pequeña luz que podía ayudarnos a ver una parte de lo que alguna vez fuimos en estos tiempos remotos al día del olvido.

La conocí en una plaza a las afueras de un centro comercial que había sido inaugurado hace tan sólo dos meses, en ese entonces yo era muy tímido, pero no podía dejar de asombrarme al ver aquel ser con un rostro angelical y sobretodo y lo que me llamaba más mi atención, ella tenía una sonrisa muy serena y agraciada que me permitía distinguirla por sobre cualquier chica que alguna vez vi a lo largo de mi mocedad.

Aún nervioso, me acerque para preguntarle si le parecía que el parque era bello, por las rosas que podían apreciarse en medio de aquel jardín donde yacía una variedad de árboles y flores de diversa travesía, pues era una flora muy antigua y sorprendentemente preservada intacta durante mucho tiempo. Entonces la chica lo mira y le dice:

—Más allá del jardín, el paisaje al igual que este, luce muy bello y emite una fragancia única, pues también es un testimonio de la pureza que aún concierne al espíritu que yace en cada uno de nosotros.

Su respuesta justo a su expresión me hizo sentir algo que nunca había sentido. Claramente fue amor a primera vista y no podía quedarme atrás sólo imaginando que ella existe, sino ver hasta qué punto puedo decirle lo hermosa que es en cada sentido que ella refleja en su alegre mirada.Entonces me presenté como Tom y ella me dijo que se llamaba Lucia.

Comenzamos a hablar y congeniamos de buena forma. Ella era una mujer muy lista e interesante a quien mientras más conocía, más me atraía. Parecía ser perfecta y no tener errores en ninguna actividad de la que formara parte. Un día la invité a mi casa a las afueras de la ciudad, en un bosque que quedaba cerca de una mansión muy concurrida por la nobleza, siempre había algún evento que se efectuara. En ese entonces yo no sabía lo que hoy sé de aquella mansión y si preguntan, era más feliz sin saber lo que se llevaba a cabo dentro de esos muros; mi vida nunca fue la misma después de ese día.

El recuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora