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Trafalgar Law siempre ha cumplido con las expectativas de los demás, ocultando sus más profundos deseos e inclusive hasta el más mínimo sueño muy dentro de su corazón.
Nunca supo si esto se debía a que buscaba aprobación por parte de su familia o si simplemente quería que su padre quedara con el alma y corazón tranquilos al verlo en una buena posición social.

Law era el mayor tesoro para Rosinante, y si bien él no deseaba causarle ningún mal, mucho menos pensaría en otorgarle infelicidad por sus propias decisiones y pensamientos egoístas, sin embargo, todo aquel que perteneciera al reino de Flevance, era consciente de la relación tensa que existía con Elegia; cuya paz dependía de un fino y corto hilo que deslechaba con el pasar de los meses, y no había mejor solución que el matrimonio.

La unión entre los herederos de cada reino darían los frutos necesarios para alimentar cada boca hambrienta de rencor, venganza y deseo de conquista.

Rosinante no quería obligar a su único hijo a desposar a una princesa desconocida, heredera del reino enemigo que podría llegar a ser la mujer con el corazón más oscuro y marchito en el mundo. Temía por su dulce y amado príncipe.

Doflamingo, hermano de Rosinante, no dejaba pasar estas sesiones de depresión que pasaba el rey. Se aseguraba de estar siempre presente y endulzar sus palabras para lograr llegar a su corazón o cerebro. Law no era un niño, 23 años de alargar el suceso por el cual había nacido, tomar el trono y casarse con una mujer cuando llegara la hora.

Desistiendo y agachando la cabeza, Rosinante pensó en su reino, en su amado pueblo. Sabia lo que le esperaría si no buscaba una solución que le sentara bien a Elegia. Optando por la única y mejor opción decidió crear una unión pacífica entre su hijo y la  heredera al trono del reino contrario: Uta, hija de Shanks, el pelirojo.

Uta era tranquila, serena y poco habladora. Law era de la misma especie, por lo cual sus encuentros posteriores al arreglo matrimonial no dejaron una buena impresión en ninguno de los dos, aunque aún no descubría si la jóven era así naturalmente o solo deseaba ser tajante con él.

En algunas reuniones el padre de Uta les acompañaba, portaba un semblante y porte elegantes, contrario a su hija que fruncía el ceño y carecía de modales a cualquier hora del día. Pero a veces Uta asistía a Flevance, acompañada de Usopp, su chaperón; el cual se escandalizaba ante la más mínima interacción cercana (como por ejemplo cuando Law le tendía la mano a Uta para bajar escaleras). Ussop consideraba todo inapropiado y poco decente, tal vez porque era muy asustadizo y no deseaba ningún inconveniente con Shanks.

Law debía conocer el reino al que se mudaría y al que recibiría con brazos abiertos a la hora de casarse y reinar junto a su esposa, la cual le serviría fielmente hasta el fin de sus vidas.

Y aunque Law deseaba la felicidad eterna hacia su reino y su amado padre, no podía ser más infeliz.
Se esforzaba, realmente luchaba por demostrar calidez, simpatía y elegancia a la hora de cortejar a su futura esposa. Pero su estómago se retorcía cuando debía besar las manos de Uta antes de ingresar al enorme castillo que sería su futuro hogar. Aún podía sentir en sus oídos los sollozos que largaba su padre antes de tener que dejarlo marchar.

—Lamento informarle que el reino se ha llenado de visitas inesperadas, joven Trafalgar —habló claro y serena su prometida, la cual trataba de sonar amable y dulce, fallando en el acto y demostrando abiertamente el desagrado hacia sus propias palabras. Law le comprendía—. Amistades íntimas de mi padre se instalaron hoy por la mañana, realmente espero que esto no le genere incomodad de ningún tipo.

Law no le prestó verdadera atención, odiaba tener que lucir como un príncipe bueno y tener que escuchar como Uta se excusaba, arrepentida por dejar que él se topara con sus invitados, le hacia sentir que la trataba como a un objeto, como si un par de besos en los nudillos, palabras aduladoras y obsequios carentes de emociones verdaderas deberían ser lo que la llevara a estar perdidamente enamorada y a disposición de un hombre que no le amaba, ni ella a él.

—Por supuesto que no me molesta, Uta-ya —la delicada mano envuelta por un guante que daba inicio en sus dedos y terminaba en el principio de sus codos se extendió a la espera de que Law le tomara de la mano para juntar sus palmas delicadamente y así poder guiarlo hacia el encuentro con el dueño del pueblo. Pudo observar de reojo la vestimenta de la contraria, un vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos, se veía lindo con el efecto que provocaba al caminar, como ondas moviéndose, pero no lucía cómodo, casi podía notar que se le dificultaba incluso respirar. Sus zapatos eran de un tono grisáceo, pero no quiso mirar demasiado. Sus cejas estaban fruncidas y su caminar era lento. No pudo evitar notar la diferencia de altura. Esta siempre estuvo presente, por lo que fue obligado (por su tío) a utilizar zapatos de vestir realmente bajos, para no herir u ofender a la princesa heredera de ninguna forma, y aunque cumplía con ese requisito caprichoso impuesto por su familiar, seguía siendo mucho más alto que la joven.

—Cuénteme señorita Uta, hasta que lleguemos con el resto; ¿Qué ha hecho en el tiempo que no nos vimos? ¿A mejorado su habilidad en el arte? O tal vez-

Law abrió grande los ojos cuando se sintió sacudir. Su palma se sintió caliente y húmeda ante la falta de contacto brusca.
Se alejó un poco mientras observaba como su prometida se encontraba de rodillas en el suelo siendo abrazada por la espalda por nada más ni nada menos que un hombre.

El más alto alzó las cejas curioso, aquel niño era diminuto; de cabello corto y vestimenta inapropiada. Utilizaba pantalones masculinos cortos, y una camisa roja mal colocada, sus cabellos se disparaban en direcciones distintas y no llevaba zapatos.

—¿Se puede saber qué te ocurre? —la voz profunda y rasposa de Uta sonaba molesta, pero con un tanto de gracia que no podría pasar desapercibida por Law, pudo notar esa melodía bucal distinta a la usual—. Ya quítate de encima.

El hombre que la rodeaba se levantó de inmediato, riendo escandalosamente y sacudiendo su propia ropa aunque ya estaba sucia antes de que aterrizara en el suelo.

—¡UTA! Siento como si no te viera hace años, querida —le tomó por los hombros y frunció los labios, su voz aguda alcanzaba el dramatísmo—. Y para colmo no solo no me recibes en mi llegada, sino que ni siquiera el almuerzo está terminado, ¿estás intentando faltarme el respeto?

Trafalgar observaba en silencio el intercambio verbal entre ambos jóvenes. El hombre hablaba casi a los gritos mientras Uta trataba de mantener la compostura a pesar de que iba perdiendo cada vez más la paciencia a medida que la conversación avanzaba.
Y si no fuera porque su prometido carraspeó sonoramente, Uta se olvidaba de su existencia.

—Lamento mis modales, señor Trafalgar, en verdad estoy avergonzada.

—No hace falta que te disculpes, pero si me gustaría saber quién es el joven presente —soltó sin mucho preámbulo, Uta se veía algo incómoda, tal vez porque era consciente de que había pasado de largo a la persona importante que escoltaba y le prestaba atención a otra persona que no podía mantener sus manos quietas. Law no le quitó los ojos de encima al muchacho que ni siquiera había notado que alguien más aparte de Uta se encontraba ahí.

—Por supuesto, él es-

—¡Holaa! Soy Luffy. Monkey D. Luffy, encantado de conocerte —le interrumpió, mientras tomaba la mano del más alto y la agitaba levemente a modo de saludo. Law se exaltó por un segundo, pero cuando los grandes ojos contrarios lo observaron directo al rostro, sintió que su respiración se acortaba—. Soy primo de Uta.

El más pequeño observó a el elegante muchacho frente suyo. Sintió las mejillas calientes ante la hermosura del contrario, nunca había visto a una persona tan fascinante: palabra que utilizaba Shanks para referirse hacia las mujeres bellas que no eran su esposa.
Soltó su mano delicadamente y pudo sentir un leve hormigueo en sus dedos, ante la ausencia del calor contrario.

—Trafalgar Law —las pestañas de Law se balancearon coquetamente y su brazo se movió travieso hacia su prometida, enrollando la cintura de la joven de manera cercana. Extendió su mano derecha y le mostró a el más pequeño su dedo largo y delgado. Un brillante anillo relucía y encajaba perfectamente, como si su lugar estaba destinado a ser ese—. Prometido de Uta-ya.

Enlace [LawLu/LuLaw]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora