Parte OO (Prólogo)

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La locura saciaba su deseo de devorar a aquel ser frente a él. Tomar cada músculo, hueso y órgano, impregnar su maligno veneno y dejar que este se fundiera entre la sangre del pobre hombre. Plasmar su marca como un tatuaje maldito quemando la piel; convertir sus lágrimas en elixir de juventud, arrebatarle a un ángel la inmortalidad si es que esto le permitiría tenerlo a su lado por siempre, recorriendo el infierno hasta las cadenas gloriosas de Lucifer. Mas nada de esto era necesario. No había inframundo de llamas eternas ardientes a donde huir. Los demonios ya caminaban en tierra santa, y no existía fuerza alguna que pudiera desterrarlos de su destino. No se irían ... y ningún simple mortal quería perderlos tampoco.

Es así, que si la lógica aún puede crearse sola y el tiempo sigue siendo nada más que eso, el que un demonio cometa el peor pecado en su milenial existencia al adueñarse de un ángel y eliminar todo rastro de pureza de su divino cuerpo, es un acontecimiento que no sólo puede suceder en los cielos o en las orillas del río Aqueronte, porque, siendo realistas, no hay mejor lugar para tales calumnias y horrendas atrocidades que la vieja y sucia morada del hombre; lugar donde él y sólo él puede habitar sin ser derrotado por sus propios pecados mortales.

No importa si es inmoral, imposible, injusto, impuro, inhumano, inaceptable, inaudito ... si el demonio paz ha encontrado y el amor ha sanado su alma en llamas, no hay razón para separarle de estas. Por más que se suplique, implore, ruegue, y se utilice la propia libertad para que vuelva a su mundo, Hyukjae tomará una y otra vez el alma de Donghae hasta que succione todo su amor, y si esto no lo hace mantenerlo a su lado para siempre, he aquí condena hacia el averno.

La cuenta final hacia el averno (Eunhae)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora