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Fred y George nunca lo admitirían, su clase favorita era la de pociones, dada por Severus Snape, no habían tenido un profesor antes o después, aunque Ginny y Ron les habían contado que él profesor Slughorn, usaba el libro y a ninguno de los estudiantes fuera de Harry le salían las pociones, por un tal príncipe mestizo. Y fueron consciente de ello cuando comenzaron a ver más como una realidad el crear su negocio de Sortilegios Weasley, era su pequeño secreto.

Cuando comenzaron con sus experimentos ya habían confirmado que los apuntes de la clase de Snape y el libro de pociones contaban con muchas diferencias notables. Como el uso de cuchillos de plata en vez de cuchillos convencionales, las vueltas que necesitaba un caldero, como la diferencia entre triturar, machacar, picar y cortar.

Menos lo admitirían cuando recién cumplieron la mayoría de edad y descubrieron que su profesor de pociones era un mortifago. No podían negar que los había desilusionado, era un profesor con un carácter horrible y si daba preferencias hacia los de su casa. Generaba traumas a los alumnos con menor talento. Pero era una maldad conocida y era sumamente talentoso.

Fue más fácil admitir cuando sobrevivió por una poción que guardaba consigo de la mordida de Nagini y ayudo a Molly Weasley a acabar con Lestrage. Molly le había insistido considerables veces ir a su casa a tomar el té.

Habían escuchado en las noticias que Severus Snape había finalizado el año escolar como director, para concluir con el decreto de hacer veranos para regularizar a los estudiantes en aquel año caótico, reasignar a Lupin en su puesto como maestro contra las artes oscuras y su renuncia como director delegando a Minerva Mcgonagall.

En el presente cuatro años después frente Sortilegios Weasley, se encontraba una Botica quien el dueño no era nada más ni nada menos que su ahora, ex profesor de pociones, Severus Snape. A veces se le encontraban en la mañana mientras abrían sus respectivos locales. Y ellos tan descarados lo saludaban a todo pulmón.

-Buenos días- decía George, el cual, Snape distinguía perfectamente. Ya que era a quién él mismo le había arrancado la oreja.

-Profesor Snape- secundaba Fred ambos con una gran sonrisa y una cicatriz en la sien derecha producto de una maldición que lo había dejado inconsciente por semanas.

Simplemente los miraba con recelo, eso es lo que creían los gemelos, una vez que Snape hubo acabado de acomodar los carteles con su varita entraba a su local y se desinflaba. Era por la misma razón que había dejado la escuela, apretaba sus ojos como no queriendo recordar el dolor que le causaba verlos.

El sentimiento que tenía de ver a esos dos estudiantes, lo mejor de un Griffindor y un Weasley al cuadrado. Podrían tener todo el talento para que sus pociones fueran enfocadas de forma bélica y oscura, pero ellos optaban por sacar sonrisas a los demás sin tener un rencor en específico; bueno sería mentira. Los Griffindor y los Slythering, siempre serán némesis, la naturaleza innata de la casa no estaba conflictuada con el talento. Los admiraba en secreto al ver su local siempre lleno de gente. Cada vez eran más ingeniosos para encontrarse en problemas y solo se dedicaban a molestar a los alumnos, a él nunca le tocó una broma de los Gemelos. La última y única vez que se enfrentaron a una autoridad fue cuando escaparon de Umbridge.

Aunque Minerva le había insistido con quedarse con el puesto, él sabía que había estado ahí tanto por el Señor Tenebroso como por Dumbledore, y los dos estaban muertos. No tenía vocación de maestro y había ayudado a Potter más de lo que una simple deuda personal y un amor del pasado podía contar.

Y una vez que Potter le había regresado los recuerdos e implantado otros donde Lilly en forma de fantasma le agradecía por haber ayudado a hijo. Sentía incluso que aquel enamoramiento platónico finalizó. Confirmando que la escuela ya no era ese refugio que alguna vez fue.

UrracaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora