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Este relato podría incomodar a ciertas personas







Cuando tenía 8 años me encontraba jugando en la plaza que estaba al lado de mi casa, no había muchas personas y las que habían estaban sumergidos en sus cosas a excepción de un señor que llevaba un buen rato mirándome.

Luego de un rato noto que se para y camina en mi dirección, al llegar donde estaba yo se agacha para quedar a mi altura, me sonríe y dice:

- ¿Qué hace una niña tan bonita como tú por aquí sola?

No le respondí.

- Es de mala educación no responder cuando te hablan - dijo él aun con una sonrisa en la cara.

- Mi mami dijo que no debía hablar con desconocidos

- Bueno eso se resuelve fácil, me llamo Joseph, ¿cuál es tu nombre pequeña?

- Me llamo Rita

- Muy bien Rita ahora que ya nos conocemos ¿te gustaría ir a comer un helado conmigo?

"Si ya se su nombre supongo que ya no es un desconocido" eso fue lo que pensé aquella vez

- Está bien. - dije sin saber lo me esperaba.

Si fuimos por un helado pero también me convenció de ir a su casa con la excusa de que tenía unos juguetes que su hijo ya no quería, dijo que podía quedármelos si lo acompañaba a buscarlos.

Acompañarlo fue el segundo error que cometí ese día, el primero fue hablar con él y aceptar el helado.

No había juguetes esperando y quizás tampoco tenía un hijo, lo que sí hubo fueron lágrimas, súplicas y dolor.

Estuve 2 horas en su casa, luego me dejó en el parque y se fue, cuando mi madre me encontró ya llevaba 4 horas fuera de casa, dijo que me había salido a buscar al ver que no regresaba, y que al no encontrarme llamó a la policía.

Ahora tengo 17 y cuando cierro mis ojos aún puedo ver su cara, aun recuerdo su sonrisa.

Ahora tengo 17 y me aterra ir sola al parque, no puedo estar cerca de los hombres mayores.

Ahora tengo 17 y aún me persigue.

Ahora tengo 17 y quiero sanar.

Escritos VariosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora