PRÓLOGO/Una trágica bienvenida...

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Un chico de sudadera y pantalones negros se encuentra en el interior de una vieja cabaña en el bosque. A sus espaldas y recostada en el suelo hay una bella chica de apariencia descuidada, la cual sigue al chico con sus brillantes ojos carmesíes.

—¡Veté de aquí! Yo haré tiempo —. Exclamó el muchacho, usando la mochila que cargaba a sus espaldas como un escudo.

No obstante, la chica de cabellera plateada y piel magullada, estaba paralizada por el terror que infundía la criatura delante de ambos.

Sin embargo, antes de que toda esta situación se tornara tan desesperanzadora para estas dos personas, aquel adolescente que defendía a la indefensa chica había fallecido en su mundo de origen.

Unos días antes...

Solo era un día de escuela común y corriente. Se trataba de una tarde soleada cuando las clases habían acabado y todos se disponían a poner rumbo a sus hogares.

Después de los talleres que impartían terminando las horas escolares, Alexander, un chico de quince años, estiraba sus brazos al cielo, quejumbroso.

—Supongo que ya es suficiente ¿Verdad? —. La mirada de Alexander y su postura demostraban cansancio.

—Ciertamente lo es, los arcos tienen cuerdas muy duras. Dejan los brazos hechos un desastre —. Menciono su amigo, haciendo elongaciones.

Cuando el timbre sonó la escuela termino por vaciarse de estudiantes.

Los amigos se despidieron y cada uno fue por lados opuestos de la acera.

Aquel chico conocido por el nombre de Alexander, de cabello negro, ojos oscuros y una piel pálida, camino y camino hacía su casa que se encontraba en el medio de la nada.

Todo el camino era silencioso, exceptuando algún vehículo que pasaba de tanto en tanto.

Los campos de cultivo cubrían todo a la vista y el ruido del viento era la única compañía.

«Que vida más aburrida llevo ¿Soy alguien interesante? Solo hago esto como un hobbie y estudio como cualquier otra persona ¿Se supone que debería estar haciendo más cosas?»

Pensando en lo insignificante que era su vida, un camión llamo su atención, puesto que, si los autos ya eran extraños que pasaran, un camión lo era aún más.

«Que suceso tan singular ¿Quizás abrirán una tienda nueva en el pueblo?»

Pero, poco a poco, el camión comenzó a desacelerar hasta detenerse a su lado.

Esto hizo que Alexander se detuviera esperando a que el copiloto bajara la ventanilla.

—¿Cómo estas, jovenzuelo? ¿Sabes donde esta la estación de policía más cercana? —. Preguntó aquel hombre, luciendo unos lentes de sol y gorra.

Esta pregunta fue un tanto extraña, lo cual Alexander no tardo en responder a pesar de la incómoda escena.

—Claro... la estación más cercana queda a un kilómetro más adelante —. Respondió educadamente, para luego retomar su caminata.

Un escalofrió recorrió toda su espina dorsal, el sudor de su frente comenzaba a tornarse frió y sus manos sudaban a la vez que las limpiaba contra su pantalón.

«¡Qué mala espina! Por un momento pensé que sería secuestrado.»

Dicha suposición resulto ser cierta, en menos de un segundo, un enorme tipo lo sujetaba por su espalda al mismo tiempo callándolo con un pañuelo que apestaba a alguna sustancia química.

Su cuerpo dejo de responderle casi al instante, su consciencia se dormía contra su voluntad y sus ojos veían cada vez menos con el paso de los segundos.

Fue subido a la parte trasera del camión y raptado a vista y paciencia de absolutamente nadie.

El profundo sueño al que había sido sometido le permitió dormir por toda una tarde, haciéndolo despertar un agudo dolor en su estómago.

—¿Dónde estoy? —. Jadeo Alexander, tendido en el piso y sin una pizca de energía.

Se hallaba en lo que parecía ser el medio de una calle cualquiera, en la absoluta oscuridad la cual solo era iluminada por una luminaria pública.

En su abdomen había una gran herida corto punzante abierta, por la cual se desangraba a gran velocidad.

«No puede ser ¿Qué es esto? ¿Moriré? ¿Qué fue lo que me paso?»

Se logró arrastrar hasta el borde de la acera donde dejo descansar su cabeza mientras miraba el cielo nocturno. En su camino, dejó una estela de sangre de la herida donde, presumiblemente, uno de sus órganos había sido extraído.

«Nadie pasara por aquí, ni siquiera puedo hablar de lo mal que me siento, no creo que nadie venga a salvarme ¿Por qué fui a la escuela hoy? Si no hubiera venido esto no habría sucedido.»

Minutos después, pudo sentir su vida desvanecerse poco a poco hasta verse abrumado por un profundo sueño del cual no pudo despertar más.

Isekai QuestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora