--INTERLUDIO II--

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—Cambiando de tema

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—Cambiando de tema... ¿Mi hermano te interesa? —. Preguntó Izalith, ordenando la parte trasera del vestido de Stella.

Y mientras esta se miraba al espejo, comenzó a escribir en su libreta.

"¡¿Por qué lo preguntas?! Yo no, no lo sé. No tengo ningún tipo de experiencia y tu hermano es genial..."

No pudo terminar su respuesta, haciendo que Izalith solo se ría y termine de arreglarla.

—Supongo que lo descubrirás esta noche, pásenlo bien. Yo cuidare a Alexander —. El nombre de su amigo le revolvió el estómago, haciendo que se haga miles de preguntas.

«¿Es correcto que salga a divertirme? El paso por malos momentos, siempre estuvo para mí, todo esto se siente tan injusto, pero, ya estoy arreglada y ya le dije que sí a York... perdóname.»

—¿Por qué la cara larga? ¿Existe algo que te preocupa? —. Indago York, ayudándola a subir al carruaje.

Dicho medio de transporte era de lo más refinado, con cortinas cubriendo las ventanas, un pequeño candelabro en su interior para iluminar la noche y con majestuosos corceles.

"No es nada, solo estoy algo nerviosa."

Respondió Stella, observando como su vestido no dejaba mucho a la imaginación y la calle de adoquines hacía rebotar sus pechos.

York simplemente ignoro este detalle, como todo un caballero y prosiguió con la conversación.

—Ya veo, debo admitir que estoy bastante nervioso también. Quizás tengas una imagen de mujeriego de mi persona, pero nada más alejado de la realidad. Solo he tenido una pareja en el pasado... pero basta de hablar de mí, cuéntame ¿Qué hacías antes de conocer a Alexander?

Algo cohibida, no sabía como empezar a relatar las atrocidades por las que vivió. Por ende, empezó con lo básico.

A medida el carruaje se dirigía a su destino, Stella escribió con esmero y logró relatar su vida.

Su familia provenía de un pueblo en la costa sur de Trestia. Se trataba de una aldea pesquera, donde todos sus habitantes tomaron como un milagro a la pequeña niña.

Su cabello y ojos tan singulares fueron tomados como la bendición de un dios, por lo mismo, estos rumores llegaron más allá de las fronteras.

—¿Esta es la aldea pesquera de la hablaban? —. Preguntó un sujeto de aspecto sospechoso.

Todos sus compañeros asintieron y envolviendo sus rostros con pañuelos negros, ingresaron sigilosamente a la aldea.

Esta estaba construida entrada en el mar, con miles de muelles actuando como pasajes y calles entre casa y casa.

Cuando dieron con la casa de la pequeña Stella, ingresaron abriendo la puerta gracias a una ganzúa, posteriormente, fueron a la habitación de sus padres y, aúne estando dormidos, deslizaron navajas por sus cuellos, matándolos en el acto.

Isekai QuestDonde viven las historias. Descúbrelo ahora