II

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Párpados pesados como toneladas de piedras, pero con la luz tirando de ellos para despertar al na'vi refugiado en el interior de la isla. El cuerpo de este, que comienza a tener cierta temperatura debido a la exposición a los rayos lumínicos, le da una sensación acogedora. Y de no ser por la intrínseca necesidad de alzarse temprano, hubiese permanecido allí. Poco a poco va espabilándose, estirando la espalda, las piernas y los brazos. Tiene los músculos abarrotados por la mala postura en la que durmió. Se levanta, sí, pero con el mismo pesar que ayer. La diferencia yace en que por lo menos está más calmo. Frota sus ojos con sus grandes manos, cansado. Mira delante suya, y sabe lo que tiene que hacer. Afrontar la situación. Lo más probable, piensa, es que lo estén buscando por desaparecer repentinamente enmedio de un conflicto. Y era así. Lo que pasa, y siendo consciente de que si su familia lo ve alterado se van a alertar también, es que prefiere caminar hacia la costa a su ritmo. Sabe que no puede hacer nada. Y se arrepiente de muchas cosas.

Camina, sólo eso. Camina en línea recta al igual que hizo para llegar hasta allí. Desde fuera se puede observar eso, pero desde los ojos de Ao'nung no se ve el camino, está perdido en recordar cosas que podría haber cambiado, y en buscar culpables. Sobretodo por Neteyam. La imagen del na'vi sangrante es su nuevo terror. Él, que es más directo y pragmático, muchas veces actuando mal, mira los fallos y señala con el dedo aquello que considera negativo. Nunca ha tenido reparos en decirlo, sea a quien sea. Lo que cambia por completo el mensaje, son las formas. Recuerda, por ejemplo, haberse reído de los Sully por su aspecto nada adaptado al agua. Por ser no sólo diferentes, sino inútiles en el campo acuático. Luego, recuerda haber tenido algunas palabras con Lo'ak, a quien tiene fichado como un conflictivo bueno para situaciones puntuales. Útil, pero jamás admisible en su hogar. Después de eso, recuerda haber estado con los cuatro hermanos, enseñándoles junto a su hermana, a poder dirigirse en ese nuevo entorno. Kiri le llamó la atención. Era callada, se aislaba. Y con la intención de desquitarse un poco, a la primera de cambio arrancó contra ella. Sólo quería dejarle claro, y dejarse claro, por supuesto, que o colabora o no es bienvenida. Y sin comentarios con lo que pasó. En el momento en el que la vena protectora de aquel na'vi de trenzas sueltas saltó, sintió adrenalina. Por fin algo interesante, alguien que parecía tener aptitudes. Lástima que fuese en su contra. Lo bueno es que detuvo el conflicto, lo malo, que su hermanito lo continuó. Por un buen motivo odia tanto a Lo'ak. Después del enfado y de mandarlo junto al que sin querer se convertiría en su hermano espiritual, pudo entender. El comentario que le hizo, ser la decepción, le dolió. Pero fue una realidad.
Tras observar a la rara notó su propio error. Esa conexión tan extraña con la naturaleza, era una intriga. “Es útil, tiene iniciativa” se dijo a si mismo. Pero de todos modos no terminaba de cuajar. Y junto a ellos, la pequeña Tuk y sus preguntas o comentarios. Definitivamente su favorita, la más graciosa sin dudas. Pero, y marcando un punto y a parte en él, entró Neteyam a cambiar su perspectiva. Él, por el contrario a lo que pensó, no era un derroche de carácter instintivo como Ao'nung. El omatikaya era más planificador, más sentimental pero sin perder lo lógico. Fue al único al que quiso conocer en profundidad.

Recuerda, además, charlas con él en el tiempo en el que estuvieron tranquilos. Por ejemplo, una tarde en la que por sugerencia de sus progenitores pasaron un rato juntos. Todo bajo la excusa de que al ser los mayores, debían hacer buenas migas. Como si fuesen los representantes de sus allegados, o sea, sus amigos o hermanos. No faltaron las peleas, tres o cuatro sueltas. Pero en cuanto pasaron los largos minutos dejaron de buscar la ofensa mutua a sólo emplear el sarcasmo para poder reírse del otro y con el otro. Poco a poco, aunque a veces uno no sabía si estaba bromeando o hablando con honestidad camuflada. Y días como ese se repitieron hasta llegar a un punto en el que ambos esperaban silenciosamente al atardecer para juntarse, a veces en grupo, fuera de las responsabilidades.

Un día en concreto, que hizo que el nativo se percatase de que aquello que sentía no era un afecto fraternal o amical, fue cuando desobedeciendo las órdenes de su padre nuevamente, lo llevó fuera del arrecife en su Ilu. Neteyam no quería bajo ninguna circunstancia, se negaba a ser parte de lo que se convertiría en otra gran regañina, pero la insistencia de Ao'nung fue irritante, tanto que le convenció para ir. En cuestión, lo llevó en su Ilu —cosa que para ambos fue evidentemente intencional— a una pequeñísima isla, enana, para pasar la tarde solos y explorarla. Hacía rato que le tenía echado el ojo a aquel terreno, pero ir con Neteyam era la excusa ideal. En cuanto bajaron comenzaron a correr, trepar, conocer. Hubo tensión en algunos momentos, y es que no se mantuvieron al márgen el uno del otro. Al rato decidieron explorar los alrededores submarinos de aquella protuberancia terrestre, y hubo un punto en el que se hizo evidente que algo había allí. Si bien el de tez más oscura había lanzado chistes al aire, siempre seguro de si mismo pero sin ser arrogante. Lo contrario que el de piel más clara. Él era más explícito y siempre aprovechaba cada oportunidad que tenía para pavonearse como si se tratara de un animal en época de apareamiento. Ambos se reían de su actitud, la expresaban sin reparos, y es que la cumbre de su amistad sucedió.

En cuanto la luz ya había descendido, la marea estaba calma y ambos se encontraban bajo el agua. Jugaban, como si de niños se tratasen, quizás con más fuerza, quizás con otras intenciones. Más de un vez la mano de Neteyam iba a parar a la cola de Ao'nung, y este en respuesta le agarraba esta misma. Se molestaban con amor-odio. Luego el de dicha extremidad retenida quiso que el otro frenara, estaba cansado. Hizo señas para esto, y en cuanto subieron, viendo la luz de los astros en el cielo nocturno, Neteyam tomó una bocanada de aire.

—“Volvamos a casa.”

Fueron las palabras de Ao'nung, y como si de verdad lo sintiese como uno más de su hogar, Neteyam nadó hasta poder tomar con mayor proximidad a su amigo y besarlo en la mejilla. Fue un contacto suave e hizo de sus rostros un conjunto de luces provenientes de sus pecas blancas.

—“Volvamos.”

Dijo el forastero, y así fue. Regresaron en sigilo antes de que sus padres se dieran cuenta, pero ya les esperaba alguien mientras ellos trataban de reaparecer sin levantar muchas sospechas. Era Tsireya, dispuesta a regañar a su hermano por haberse ausentado de la nada.

Ese día fue muy agradable. Relajante pero definitivamente alteró por completo su cerebro. Él hubiese hecho algo más, por supuesto, pero le tomó tan de sopetón la acción de aquel na'vi que no le dió tiempo a responder. Ese recuerdo lo tiene muy bien guardado, con cariño incluso.

En lo que recorría sus últimos días junto a Neteyam, un grito que se convirtió en un fuerte abrazo le sacaron de su abstracción.

—“¡Por Eywa, estábamos asustados!”

Escucha a su hermana decir. Suspira además de corresponder a su abrazo, con mero cariño. Ella se separa un poco para verle la cara.

—“¿Estás bien?¿Qué hacías aquí?”

—“...Nada, sólo quería... No lo sé.”

Nada se ha extraviado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora