Prologo

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Nicolás a pesar de ser un mafioso, era buen tipo. Todo cambió cuando a su vida llegó el diagnostico de una enfermedad mortal que acabaría con sus días. En ese momento se volvió egoísta, malvado, prepotente, soberbio, depravado, en conjunto con otras cualidades aún peores. Sin embargo, estaba convencido de que debía dejar un legado, un heredero, aunque fuera, para que se hiciera cargo de su fortuna y continuara con los negocios, pero no tenía mujer con quien concebir un hijo, o al menos, la que tenía en mente nunca había podido lograr estar con ella.

Esta era Chiara, la dueña de uno de los bares más visitados en la ciudad. Una leoparda de carácter indomable. Mujer hermosa y atractiva que despertaba en el mafioso un sin número de sensaciones, pero al que ella no respondía, no miraba ni atendía. Traía de cabezas al hombre frio y sin escrúpulos, y se negaba a ser de él, hasta un día...

Un día este logró que ella le cediera un minuto de su tiempo, y tan solo ese minuto le cambió la vida por completo, convirtiéndola en la madre del hijo de un hombre al que ella no quería y decía que nunca le correspondería.

Aquí comenzó la guerra entre una mujer la cual no deseaba la vida a la que un mafioso la estaba atando, y un hombre al que le importaba muy poco lo egoísta y abusador que estaba siendo solo por cumplir su capricho y deseo.

¿Menudo antojo el de este hombre de escogerla a ella como la madre de su hijo, no es así?

Dicen que aquella mujer fue la misma que se apodó la incubadora del mafioso porque juró que por más que la privara de su libertad, ella nunca le daría la familia que él quería. A penas le daría a su hijo, pero nunca la llamaría a ella como suya.

Nicolás Genovese entonces apostó que antes de morir se daría el gusto de escucharla de sus labios decirle que es toda suya.

¿Y tú? ¿A quién apuestas? 

La incubadora del mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora