Capitulo 4

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Narra Nicolas.

No sabía cómo describir su rostro. Me había puesto todas las caras de tragedia y sufrimiento existentes en el mundo y aún me atrevía a seguir diciendo que era hermosa.

—¿Por qué tengo que irme a Sicilia contigo? — me preguntó sin entender.

— Porque allá vivo. Es donde viviremos más bien. Pero no te preocupes, viajaremos todos los viernes para que sigas haciendo tu inspección en el bar. No soy tan malo — la miré abrir su boca y quejarse.

— ¿Estás loco? Me estas quitando la vida, no entiendo nada, ¡no comprendo nada! Eres un extraño que me está pidiendo... —no la dejé terminar.

— ¡Vámonos y ya! ¡No te estoy pidiendo nada, solo haz lo que te digo! Entiendo tu frustración, pero míralo de esta manera, fuiste elegida, y debes cooperar para que las cosas salgan bien o vas a sufrir mucho sin necesidad. Ya te dije que dejes de llorar, que te lleves lo que necesites para volar y lo que sea que te llegue a la cabeza lo hablamos en el avión o en Sicilia, pero ya debemos irnos. Tu casa la cuidaran dos de mis hombres para que no te roben nada. Se quedarán aquí todas tus pertenencias para que cuando vengamos no tengas que empacar nada, y en Sicilia compras todo lo que te plazca y se te antoje. Tendrás dos casas de ahora en adelante —

Se deslizaron por sus mejillas dos lagrimas más y apretando sus labios asintió armándose de valor. Creo que ya resignada a que no tenia de otra que hacer lo que le decía.

De la cama se levantó corriendo al que me imaginaba que era el baño. La escuché vomitar.

Cerré los ojos tratando de no sentirme mal, pero también fui detrás de ella.

—No pases— me dijo antes de que pudiera acercarme.

—Que ilusa soy. Tenía todos estos días pensando que estaba enferma, y es embarazada que estoy, es horrible — tiró de la palanca del retrete.

La miré ir al lavamanos y enjuagar su boca.

—Cuando lleguemos a Sicilia iremos al médico, ¿sí? Todo va a estar bien, tranquila — traté de darle seguridad y confianza.

Me miró atacante.

— ¿Al menos no podías intentar acercarte a mí y enamorarme? ¿uhm? ¿Tenías que embarazarme de una vez? — me cuestionó.

— ¿Acaso me mirabas? Tenía un año viajando a ese bar todos los viernes a verte y ni una miradita me echaste nunca. Además, no tengo mucho tiempo como para enamorarte. Trataré de ver como logro contentar un poco tu corazón y a la vez vivir la experiencia de convertirme en padre— bufé.

— ¿Qué no tienes tiempo? ¿y qué tanta prisa tienes tu? — me cuestionó.

La miré fijamente a los ojos.

—Tenemos que irnos, te dije que hablamos cuando lleguemos — me giré para salir del baño.

No iba a causar lastima diciéndole que me voy a morir muy pronto y que tal vez no podré ver a nuestro hijo cumplir sus cinco años, o ni siquiera el primer añito.

— ¿Tenias un año yendo al bar? — me preguntó saliendo detrás de mí.

Que mujer tan terca, no entiende que debemos irnos.

— Ajá— me limité a seguir hablando.

—Sí, creo que te había visto unas cuantas veces rodeado de mujeres. El sillón VIP era tuyo — la escuché decir con ironía.

Me di vuelta para mirarla porque lo que había dicho me llamaba mucho la atención.

— Entonces tu sí sabias de mi existencia — fijamos miradas.

— Claro que sí, era solamente que, no suelo fijarme ni salir con hombres que asisten a mi negocio. Si tú asistías a mi bar es porque ibas a buscar mujeres, a tomar, fumar, drogarte... y yo quería un tipo tranquilo — me habló sin llorar por primera vez en todo el rato.

Entreabrí mis labios y asentí.

—Ah, entiendo. Que coincidencias de la vida, ¿no? Yo que soy un tipo tranquilo — me burlé. — Iba a verte a ti, joder. Sin ofender, esas strippers que trabajan en tu local ninguna tiene nada que me llame la atención — le dejé claro.

Avanzó hacia mí.

— ¿Y que tengo yo que haya enloquecido a un mafioso como tú de esta manera? — me preguntó aproximándose lo suficiente como para que pudiera mirar lo pegadas que estaban sus pestañas y lo hinchado y rojos que se miraban sus ojos ante tanto llanto.

—Chiara, no juegues. Aquella noche no te hice nada de lo que quisiera, no me provoques — tragué.

—Te hice una pregunta, Nicolás. ¿Qué viste en mí? —

— Que exquisito suena mi nombre saliendo de tus labios. Me hubiera gustado que recordaras como lo gemías aquella noche, fue lo que hizo que tuviera una eyaculación precoz. Creo que ese mismo día quedaste embaraza de con las ganas que te follé —

Una vez más me atacó con la mirada.

— Espero que hayas disfrutado al cien aquella noche porque fue la última y la primera vez que la pasaste conmigo — me amenazó señalándome con su dedo índice.

Reí.

—Es mejor no escupir hacia arriba para que la saliva no nos caiga en la boca, ¿sabías? Aplícatelo nena, y vámonos por Dios. No puedo creer que tenga que hablar tanto contigo si no soy un hombre de rogar — bufé.

— Si sales y me permites cambiar te lo agradecería. Además, necesito hablar con mis guardias —

— Pero que ilusa, que ilusa... pobrecita. Tus guardias son mis guardias. Trabajan para mí, ¿no entiendes? ¿Como crees que me enteré de tu embarazo? ¿cómo crees que he sabido de ti todos estos días? Tienen meses trabajando para mí, querida. Has estado en mis manos hace mucho tiempo, es solo que esperaba el momento indicado. Todo lo que he hecho, ha sido gracias a la comunicación que han mantenido conmigo. ¿Crees que juego cuando te digo que soy un mafioso? Lo que yo no tengo, es porque no quiero — la miré boquiabierta.

—Y no voy a salir de la habitación, no por miedo a que te escapes, sino porque no me da la gana. Yo ya te vi y te toqué donde no te da el sol, no debes tener vergüenza —

— Gracias a Dios que no soy capaz de recordarlo con claridad — era chismosa.

— No te preocupes, estoy para refrescarte la memoria repitiendo la acción — le guiñé el ojo.

— ¡Te odio Nicolás, te odio! —    

La incubadora del mafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora