amor en la oscuridad ; JS

03

No recordaba cuántas décadas llevaba atormentando a los humanos, resultaba divertido hacer que estos perdieran la locura y la estabilidad mental solo por apreciar algo que no podían explicar a ciencia cierta, cómo iban cayendo a la locura para jamás poder volver a sentirse tranquilos hasta que su gran fin llegara y ese fin era únicamente la muerte. Ver las hermosas gotas de sangre resbalar por los ojos de sus víctimas a causa de sentirse con una pizca de valentía para hacerle frente, simplemente belial se sentía un demonio con un pasa tiempo envidiable o eso creía él.

Sus víctimas variaban, gente mayor, hombres o mujeres con una edad aceptablemente para considerarse adultos, adolescentes o niños. Sus preferidos siempre fueron los niños, almas inocentes que no tenían algún signo de malicia en sus almas, pequeñas personas que ni siquiera sabían el verdadero significado de la vida oscura, infantes que veía apagarse y lo fácil que resultaba cazarlos. Así fue cuando sus ojos verdes esmeralda se posaron sobre un delgado niño pálido aferrado a los brazos de su madre, cómo si quisiera seguir con vida. Sus hermosos ojos se convirtieron en un rojo vivo, una nueva víctima se había hecho presente.

Cauteloso como siempre dejo que su cuerpo se combinara con cada sombra que cualquier objeto realizará en aquella aniñada habitación, percibió el parloteo de la mujer burlándose en sus adentros de lo ridículo que era lo que su asquerosa boca soltaba. Dejo que el momento llegara y fue entonces que dejó que su voz traspasara a una frecuencia que los oídos del niño llegara a percibir. Ese fue el inicio de algo un poco nuevo para él, observando encantado el miedo que le provocaba mojando sus pantalones en incontables ocasiones, año tras año, no importaba la edad que el mocoso iba adquiriendo, sus pantalones siempre terminaban mojados y fue consiente de los múltiples desmayos de horror que le provocó.

Cuando se aburrió de asustarle y pensó que el gran día de su muerte estaba presente fue cuando se detuvo a centímetros del pequeño bulto tembloroso bajo esa estúpida manta. El pequeño de Min YoonGi lloriqueaba mientras con voz temblorosa trataba de hacer un trato justo. Otras vidas a cambio de evitar su muerte, belial no necesitaba aquello ciertamente. No necesitaba que un simple chiquillo le ayudara a buscar más sangre, pero la tentación y morbosidad por ver lo que él chico podía llegar a hacer por mantenerse con vida fue lo que le animó a aceptar aquel trato, poniendo únicamente cómo condición tener un poco de su sangre. Así fue cómo todos esos años observaba encantado desde las sombras cómo ese tal Min YoonGi prácticamente ponía la soga en el cuello de otros infantes de su edad para ser asesinados por ese maligno demonio.

Eso hasta que observo a aquel chico de quince años de edad entrando en un nuevo ataque de pánico solo por haber hecho una de sus travesuras. Suspiro totalmente fastidiado, solo había sido una nueva víctima más, no entendía porque tanto alboroto por ese chico de nombre Hoseok. Detalló la delgadez del cuerpo de YoonGi y cómo este escondía su rostro entre sus rodillas totalmente hecho bolita mientras temblaba y lloraba con gran intensidad. Evitando alzar la mirada para observarlo, una de las reglas que le impuso.

—No sé porqué creí en las palabras de un sucio y asqueroso demonio.— Apenas pudo formular el humano mientras que a tientas se rebuscaba en sus ropas sacando de ellas una pequeña cruz, comenzó a pedir perdón rezando en voz baja pidiendo a dios cuidar de su amor. Belial casi quiso reír en voz alta ante las peticiones sobre la alma del adolescente ese, pero se detuvo recordando en otras ocasiones cómo YoonGi quiso ahuyentarlo con esa misma cruz haciendo rodar los ojos al demonio. Las creencias que los humanos poseían sobre cómo acabar con un ser maligno realmente eran una mala broma para belial.

—Tú decides, sigue viviendo o muere en este mismo instante.— Interrumpió las plegarias volviendo a acercarse al pálido procurando que el suelo bajo sus pies sonara peligrosamente. YoonGi se hizo aún más pequeño si podía aparentando sus ojos con fuerza mientras su corazón acelerado no podía con más y sin poder evitarlo tanto su mente se desconectó de su realidad desmayandolo. Belial se dio cuenta de ello por lo que se detuvo.

—Niño aburrido.— El rostro inexpresivo de belial se giró hacia el otro costado de la habitación al sentir una presencia, sus ojos se encontraron con unos violetas que brillaban más que cualquier piedra preciosa, este ser se encontraba de pie en medio de la oscuridad.

—No pensé que perdieras tanto el tiempo con este niño, JiMin.— Los ojos esmeralda que belial poseía comenzaron a tornarse rojos delatando el malestar que le había provocado ser llamado por ese nombre.

—Abyssus.— Fue lo único que dijo para después ambos abandonar la habitación del infante dejándolo en el suelo y solo. Ambos demonios aparecieron en un abrir y cerrar de ojos en la parte superior de un gran edificio. —¿Qué quieres?— Fue JiMin el primero en hablar detallando las facciones del otro.

—Solo quería ver a tu juguete.— El chico de cabello oscuro y cuerpo bien formado dio unos cuantos pasos al borde del edificio observando todas las luces de los autos en esa noche tan fría. —NamJoon no está muy contento que te pierdas mucho tiempo en este plano. Te ocupan abajo.— Belial arrugo el puente de su nariz. Odiaba estar abajo sin poder divertirse con los débiles humanos.

—Bien, iré contigo.— Abyssus movió la cabeza en negación levemente volviendo a verle.

—Yo no iré, te tocará ir solo. No pretendo ser un espectador de lo que NamJoon tiene para decirte.— JiMin rodó los ojos ante la cobardía, pero acepto desapareciendo casi al instante sin dar otras palabras. Abyssus también conocido cómo Jungkook sonrió de medio lado y soltó una risita. —Yo cuidare a ese niño por ti.— Fue lo último que dijo antes de desaparecer de igual forma, ahora con otro propósito.