Inocent 2/2

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—Desvistete, Jared.

Me quité la camisa rápidamente. Y ella misma comenzó a desabrochar mi pantalón.

Sus manos temblaban. Estaba nerviosa, pero era evidente que estaba tan emocionada como yo.

Se bajó de mi regazo y se acostó sobre la cama.

Mi pantalón ya estaba afuera, solo quedaban mis boxers. Estábamos parejos. Solo que sus pequeñas bragas tenían una pequeña mancha de humedad en el centro.

La miré un segundo.

Parecía un regalo del cielo, con sus muslos enmarcando su apretada feminidad. Sabía que estaba apretada. Era su primera vez. Su largo cabello negro caía sobre sus redondas tetas. Y de su cuello colgaba un delicado collar de oro. Era lo único que le iba a dejar puesto, ese collar.

Melanie se puso las manos sobre el abdomen. Y espero a que yo llegara a su lado, pero en su lugar, me acomodé encima de ella, y comencé a besarla.

Tenía unos labios tan suaves.
Bajé mis besos por su cuello, a sus clavículas, y me detuve en sus pechos.

—Nena, tus tetas son el cielo.

Ella no dijo, nada, y yo simplemente observe su pecho subir y bajar rápidamente. Me metí el pezón derecho en la boca.

—Hmmm... — gemí, y comencé a chuparla. Quería marcarla, maldita sea.  Que sus pechos tuvieran una marca de que hoy la había hecho mi mujer, pero tenía que preguntarle.
—Mel, mi mel. Quiero marcarte. ¿Me dejas?— ella asintió y cerró sus piernas con fuerza.

—No, nena. No las cierres.

Seguí chupando sus tetas. Ella gimió.

—Jared, por favor.  — comenzó a rogar.

Comencé a succionar, con toda la intención de dejar una marca en su piel.

—Tus tetas son mías nena. No quiero que nadie más las vea, ni que nadie más las toque, ¿Me entiendes?

Ella asintió una vez más. Mi pequeña Melanie era una completa sumisa. Parecía querer complacerme a cualquier costo.

Toqué el interior de sus muslos, separándolos.

—Hmmm... Estás chorreando. Estás tan mojada mi nena.  Te voy a quitar esas bragas.

Y con un movimiento rápido, desgarré la delgada tela, con cuidado de no maltratar a Melanie en el proceso.

—Oh. — ella soltó un jadeo de la impresión.
—Hmm nena, quiero comer tu coño. ¿Me dejas?

No esperé su respuesta, para el momento en que puse mi cabeza entre sus piernas, sabía que ella estaría asintiendo en acuerdo.

Sentí sus piernas temblar de los nervios.

—Cielos pequeña, relájate. — besé su monte de Venus. Respiré su aroma y comencé a bajar, lentamente, con mis labios listos para besar, y mi lengua lista para lamer.

Abrí sus labios vaginales con mi lengua, y lamí el líquido que salía de su interior.

—Hmmm, nena, hueles increíble. Sabes increíble.

Y comencé a lamer, a lamer como un maldito loco. Era lo único que quería y que existía en ese momento. El dulce coño virgen de Mel.

—Jared. — gimió mi nombre. Maldita sea, amaba mi nombre, cuando salía así, de su boca excitada.
—Dios, Jared. —lloró de placer.  Se iba a venir, lo podía sentir.
—Eso nena, vente en mi boca.

Ella comenzó a retorcerse, su espalda se arqueaba. Puse mi mando izquierda sobre su abdomen, obligándola a estar quieta.

—No te muevas. — le dije con voz severa, y la sostuve en su lugar, mientras seguía lamiendo su centro.

—Jared, siento algo. — lloriqueó.
—Siéntelo nena. Déjate llevar.
—Ohhh, ¡Jared!— chilló. Su voz aguda perforando mis oídos al mismo tiempo que sus manos hablaban mi cabello.

Y entonces lo hizo, se vino en mi boca, y yo bebí cada gota de su corrida.
La sentí temblar en mis manos. Y cuando al fin terminó, la miré.
Estaba sonriendo, satisfecha.

Yo me rei.

—¿Ya te sientes mejor, princesa? —ella  se sonrojó, avergonzada por la situación.

—Me encantó, Jared. Pero, tu aún no...
Bueno. Tu sabes.

Dios, era tan inocente. Le avergonzaba decir que yo aún no me corría.

Yo sujeté mi miembro con una mano.
Ella miró hacia otro lado, nerviosa.

La tomé de la barbilla y la obligué a mirarme.

—No me apartes la vista. Aún no me vengo preciosa. Y verte así, toda sudorosa y satisfecha, está haciendo que me duelan las pelotas. Tengo que cogerte nena.

Para variar, asintió una vez más y abrió sus lindas piernas para mí.

—Hazlo, Jared. Montame.

Y mierda si no lo hice.

Acerqué mi duro pene a su entrada, aún mojada por su reciente orgasmo, y comencé a embarrar la punta contra su humedad piel.

—Hmm, nena estás tan caliente.

—Entra, Jared. por favor. — volvió a lloriquear. —Hazlo ya.
Y lentamente comencé a introducirme en su interior.

Estaba apretada. Maldita sea, estaba realmente apretada.

—Ahhhh. —soltó un gemido. Y vi sus ojos llenarse de lágrimas.
—Oh, nena, dime si te lastimo.
—Eres muy grande, —dijo. —sigue, por favor.

Le hice caso y comencé a embestir.

—Oh nena. — gemí. — Estás tan... Aggh. Tan estrecha. Te sientes, tan bien.
— Más rápido, Jared. — abrazó su pierna derecha a mi espalda, obligandome a llenarla más profundo.
Embestí con fuerza. Una y otra vez.
— Ahhh. Ahhhh. ¡Ahhhhh! ¡Así! ¡Ahhh!
Sentía mis bolas golpeando su perineo, y el sonido de su pubis contra el mío, causado por la fricción. Me iba a correr.

Estaba completamente dentro de ella. Como un maldito perro sometiendo a su hembra.
Ella chillaba.
—¡Más Jared! ¡Más rápido!
Y así, de un momento a otro, me corrí en su interior, dejando un chorro de mi semen caliente, dentro de su apretado coño.

—Ohhh nena. Mi nena. — la besé. —Perdoname. — salí de su interior. — Me corri dentro de ti.

Pero ella estaba exhausta, y solo sonrió y se llevó una mano a la entrepierna.

Sacó su dedo índice, lleno de mi semilla, y, mirándome a los ojos, lo metió dentro de su boca.

—La próxima vez quiero que te vengas en mi boca.

La besé.

Lo haría. Pero la próxima vez sería con ella lejos de aquí.

Melanie cerró los ojos, aún con mi semen escurriendo entre sus labios vaginales. Y yo guardé esa imagen mental como mi favorita.

Estaba satisfecha. Rellena con mis jugos. Lista para irse conmigo lejos de esta casa.

—¿Me llevarás contigo, Jared? — preguntó. Yo la miré y respondí:
—Por supuesto, Melanie.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2023 ⏰

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