Historias Y Memorias

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Capítulo 10
Parte 1

Mi nombre es Deyalin Cabot Oren, les he dicho algunas cosas sobre mi vida, el álbum de fotos me lo recuerda por las imágenes. Hoy me atreveré a contarles mi historia, quizá así entiendan un poco del porqué soy lo que soy y me gustaría ser.
Naci en Gales cerca de Cambridge y hace parte del Reino Unido, mi familia era adinerada: Mi padre se llama Gilbert y me gustaba llamarlo de cariño "Papá Gil" y mi madre Bárbara a quien prefirí llamarla tal cual "madre" por respeto, son los dueños de una marca de perfumería llamada "Cabot" y gracias a ellos hablo tanto Gales como inglés.

Mi infancia... Quería ser la dueña de la empresa mas grande del mundo creada por mi. Trazos perfectos, los números han sido mi fuerte, en el colegio la mejor.
Las regalas extricstas y algo exageradas no faltaron ¿Acaso podía escuchar a Chuck Berry mientras bailando felizmente en la gran casa? "Apaga esa radio, niña" "Esa música te hace mal" me decía mi madre. Tocó aprender a bailar lo que ellos escuchaban jazz, tango y los boleros viejos con el palo de madera y una tarde en la que ellos me vieron en el acto donde practicaba dando pasos con ese palo se me quitaron las ganas de volver a bailar.
Aún no salía de mi casa y jugaba a ser ejecutiva empresaria o una política super reconocida que daba los mejores discursos capitalistas pero también a favor de la mayoría (osea la democracia) en el balcón de la casa.
Cuando mis padres discutían por temas laborales me hacían participe tomando en cuneta mis habilidades en matemáticas para que opinar acerca de sus conflictos, amaba darles respuestas y me sentía como una genio pero las veces que no llegabamos a ninguna solución explotabamos los tres en disputas.
Veía sentada en la cocina a mi madre después de un largo día preparando algo rico, quería que yo aprendiera al igual que ella y yo no era capaz... Aún me dolerian las manos y la garganta si me pongo a recordarlo a detalle... Esa habitación desordenada llena de frascos inservibles, polvo, formulas y estadísticas; lo organicé para n o quedarme sin hacer nada en mis ratos de castigos.

Empecé a crecer convirtiendome en una adolescente, a darme cuenta que el mundo no es lo que parece, quería conquistarlo y me estrellé con la realidad notando cosas injustas que me desagradaban. Las discusiones con mi mamá comenzaron por cualquiera de estos motivos: le cuestionaba las cosas, quería que todo se hiciera a mi manera y en otras palabras me rebelé. Ella era irritante y extricta para mi, un balance para equilibrar que ella tampoco soportaba mi actitud. No quería a salir de mi habitación para evitar sus regaños y malgenio porque cualquier error me hacía vulnerable y débil ante ella.

Mi papá junto a mi madre completaban mis castigos y él ayudaba a controlar la situación en cuanto Bárbara y yo gritabamos...
Yo...
Yo fui demasiado grosera con ella, es decir, quizá si mi respuesta hubiese sido diferente, ella no habría reaccionado con golpes y cachetadas.
Fui mala hija con ella... Pero es que yo solo quería que me tratara distinto, mucho mejor, no debió haber actuado conmigo así y debería odiara por eso.
El que si me comprendió fue mi papá y hasta me defendió en varias ocasiones y cuando lloraba en mi habitación con ira, desparramando los accesorios, tapando mi boca para no ser débil, anhelado un perdón que nunca recibí en ese entonces pero que debió haber comenzado de mi parte, ahí es donde venía mi papá
a decirme "Nena, es bueno que llores, sé lo que sientes... ¡Pero mi adorada! mujercitas como tú, no lloran mas porque eres una guerrera fuerte así que deja eso ya" Me ardían las heridas y él me hacia las curaciones.

Miren la cicatriz que tengo en el cuello y el pecho, es eso lo que me hizo tan fuerte y de algo me sirvió la corrección.

No puedo decir que todo fue malo: Los viajes a Cambridge donde recorría los caminos a los castillos.. ¡Ahh! esos tiempos donde salia más seguido de casa con mis padres y bien sola... Sintiendo la libertad de hacer piruetas en los valles en compañía de un amigo que era muy especial... Anthony Cooker en los padros nos acostabamos a mirar las montañas. Él también me daba consejo y pesar que no eran los mejores porque al igual que yo era un adolescente "No le hagas caso a todo lo que te digan, están siendo injustos contigo" y me apoyaba mucho. ¿Qué más les cuento? No, luego les contaré más detalles de mi vida.

-Oh, vamos Deyalin, cuentanos mas -dijeron enganchados Emiel y Sarina con la historia de Deyalin en el antejardin de la casa.

-¿Así de tanto les importo? Cuenten más sobre ustedes, yo ya dije mi parte.

-¡No nos contaste completo! ¡Solo una parte! -Wayner

-¿Acaso les estoy diciendo que cuenten su vida entera? Comenten sus memoria y pasemos un buen rato, también seguiré aportando alguna que otra cosa.

—Yo soy de Italia —Así de simple el Bonet.

—Yo soy de América. —le siguió Red.

—¿Y de que parte de América?  —Emiel.

—América.

—Ah... —Emiel.

—Yo soy la hija de James Brown.

—¡Tienes la pinta eh! —Detalló Pinciotti.

—¡Uf si claro! Ya quisieras serlo —Oren.

—Sii, obvio, pero igual los que no me conocen me pueden creer.

—Es que los afro ya conquistaron el mundo con la música soul. —Cabot

—¿Y eso es lo que tu escuchas Sarina? —Emiel.

—Me gusta mucho ese género.

—¿Ya no van a contar más sobre sus vidas?

—Ehhh... ¿No sé? —Pinciotti.

—Yo no diré nada más porque debo de ir donde mi abuela para cuidarla —Comenzó a despedirse Sarina —Gusto en conocerte Emiel, y estrechó su mano.

—Igual yo y guiñó su ojo.

—¡Luego nos vemos Deyalin!

—¡Bye bye! —Abrió y cerró su mano.

—¿En que piensas Emiel? —Indagó Cabot

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—¿En que piensas Emiel? —Indagó Cabot.

—¿Yo?

—Nooo, el fantasma qué está detrás tuyo.

—¡¿Cual?! —Bonet miró a todos los lados exaltado.

—¡Ay Dios mio! No hay necesidad de asustarse tanto ¡Ha ha ha! —Aplaudió entre sus risas.

—No me vuelvas a asustar con esa broma.

—¡Tsss! Bueno ya, ¿en qué piensas?

—En Sarian, es bonita, es una morena muy bonita... Y no se lo dije ¿Debí haberlo hecho? Es que es la verdad

—Sarina —Lo corrigió. —Ya qué, igual ya la vas a conocer.

—Tendras qué decirme todo lo que sepas de ella, porque quiero saberlo.

—Hummm, ¿esa curiosidad qué?

—Me interesa —dijo relajado.

—Pues más tarde porque yo me voy a entrar. Así que vete, vete.

—Mmm, bueno Deyalin, qué pases feliz tarde. Solo no me vuelvas a echar —Se paró del pequeño muro.

—Okey, adiós.

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