Jodas, videos y chantaje

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Contenido explícito.






Julián gimió alegremente cuando el agua caliente cayó sobre su cuello y espalda. Dibu lo había invitado a su cumpleaños, obviamente, y él quería estar lo más presentable posible.

Cerró los ojos, dispuesto a disfrutar como las gotitas caían por todo su cuerpo. Suspiró feliz, amaba bañarse con agua caliente, lo relajaba.

Pronto, su tren de pensamiento se vio interrumpido por el recuerdo de lo que pasó ese día en el partido.

No podía sacarse de la cabeza el contacto que, sin quererlo, terminó siendo sexual. No podía olvidarse de cómo se sentía el miembro de Enzo contra su culo y la voz ronca que le advertía que parase.

Jadeó cuando su imaginación llevó aquella situación a algo mucho más subido de tono. Se imaginó a Enzo restregando su pene contra sus nalgas de manera intencional, mientras le decía con esa misma voz ronca que se quedara quieto y disfrutara del momento.

Se mordió el labio. Muchas veces había fantaseado con Enzo y él en situaciones un tanto comprometedoras pero hasta el momento habían sido eso: simples fantasías alimentadas por su hormonal cabeza.

Nunca había estado en una situación así con Fernández y eso lo calentaba aún más.

Miró para abajo, encontrándose con una erección que pedía atención. Ya había pre semen goteando de la punta y Julián no pudo evitar pensar en qué habrá hecho el morocho con su propia erección.

¿Se habrá pajeado pensando en él? ¿O simplemente no pensó en nada y solo fue una reacción natural de su cuerpo? Julián, por su bien mental, esperaba que fuese la segunda opción.

Volvió a morderse el labio y fue bajando una de sus manos hasta su entrepierna.

Ya se imaginaba miles de escenarios distintos pero todos con un mismo final; Enzo penetrándolo profundamente hasta llegar al orgasmo.

Soltó un sinfín de jadeos, gemidos e insultos, todos provocados por la misma persona; Enzo Fernández, protagonista de sus pesadillas y sus sueños húmedos.

Su mano subía y bajaba rápidamente y tuvo que morderse la lengua para no gemir más alto.

Odiaba el efecto que tenía Enzo en su cuerpo. Lo único que esperaba era no encontrarlo en la joda de Martínez.


Las jodas de «el Dibu» siempre empezaban allá arriba y solo sabían subir de nivel a medida que la noche iba transcurriendo y se hacía cada vez más tarde. Tenía una casa enorme donde podían entrar cientos de jóvenes, perderse en la marea de cuerpos danzantes y desaparecer por varias horas sin que nadie se entere de nada. Era lo ideal si te gustaban las jodas donde te podías soltar; nadie te daba bola y nadie iba a recordar nada debido al exceso de alcohol en sus cuerpos.

Esto a Dybala le encantaba, amaba poder pasarse con la birra junto a su casi algo y que este se desatara a su lado mientras bailaban. Julián estando en pedo era toda una experiencia; bailaba sin pudor, tocaba sin límites y reía a carcajadas cada vez que pasaba la más mínima cosa graciosa.

Paulo aprovechaba para tenerlo en todo momento en la pista de baile bien pegado a su cuerpo, sabiendo que nadie se enteraba de nada y la ley que reinaba dentro de la casa de Dibu solo hablaba de pasarla bien y de la libertad infinita. Podía menearse bien pegadito a Álvarez al son de la cumbia y el reggaeton, ponerle las manos en la cintura para no perderlo de vista y acercar su cara al cuello de la araña con tal de inhalar bien de cerca su fragancia.

Secreto | Enzo & JuliánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora