Ahora que lo pienso, mi vida no ha sido la más divertida o extravagante, ha sido más bien como la incesante idea de levantarme todos los días para no hacer nada distinto que existir. He decidido que no puedo hacer nada para mejorar lo que mi existencia significa. Me siento en el borde de la cama y observó la humedad que escala la blanca pared que yace frente a mí, aunque sé que no es la vista más hermosa, me recuerda que el tiempo no se detiene solo por mi sufrimiento. Y, aunque se que se estarán preguntando que hace que mi vida sea así como la describo, pues para eso tenemos que ponernos un poco en contexto.
En este mundo no existe límite de imaginación para lo que puede y no ser real, cualquier criatura de la que puedan haber escuchado o hayan podido imaginar, desde los oscuros espíritus hasta las criaturas más benevolentes, conviven pacíficamente entre sí y a pesar de que básicamente vivamos en un mundo anarquista, este es regido por cinco monarquías, que están bajo el cargo de las primeras cinco razas: las hadas, las sirenas, los elfos, los volcánicos y los brujos. Y aunque se hagan llamar monarquías, de hecho más bien son una especie de guías, ya que estos nacen en cualquier parte del mundo cada determinado tiempo con características distintas a las de su especie, que les permite ser identificados desde sus nacimientos.
Aunque hasta ahora este mundo suena como un lugar de ensueño, aquí no todo es felicidad, también hay muertes, dolor. Incluso, hace unos ciento cincuenta años hubo una guerra con los humanos, que luego de la manera en la que perdieron esos enfrentamientos, a día de hoy es considerada la raza más débil e infravalorada de todas.
Ahora que nos hemos puesto en contexto, creo que es hora de presentarme, mi nombre es Dakota Awá, tengo dieciséis años, pertenezco a la tribu de los Yokut en el sur de California, soy hijo del jefe de la tribu y soy el heredero al trono de rey hada que se esconde detrás de un disfraz de humano.
Los secretos de mi nacimiento son conocidos por un grupo pequeño de personas, entre las cuales se encuentran mis padres y mis tres hermanos menores, la razón por la cual me escondo tal vez no sea muy entendible para muchos, pero mi padre me ha enseñado que durante toda mi vida deberé esconderme si quiero heredar la jefatura de la tribu, de modo que si soy rey no podré apoyar a la comunidad que ayudó a criarme. A pesar de que se que sus deseos son un tanto egoístas, he pasado toda mi vida intentando convencerme de esa idea, y aun es un trabajo en proceso, pues cada que despierto pienso en como hubiera sido mi vida si mis padres estuvieran de acuerdo con lo que soy y la manera en que el mundo me necesita. Pero no es momento de lamentarse, debo salir de la cama lo más pronto posible si quiero llegar a tiempo a la escuela.
Al salir de mi cuarto encuentro a mi padre sentado en la sala junto a mi madre. Los dos ven detenidamente el televisor. Si no los conociera diría que incluso lo miraban con enojo, pero sus miradas se relajan al verme salir de mi cuarto.
-Buenos días mi amor.- dice mi madre al verme.
-Buenos días mamá.- Contestó con cariño esperando que añada algo más, pero de pronto suena la voz de mi padre con el cariño protector que lo caracteriza.
-Feliz cumpleaños hijo, ¿Cómo dormiste?-
Hablé un rato con mis padres, pero voy casi sobre la hora de llegada, así que corté la conversación y me despido de mis hermanos que recién se habían levantado.
Mientras corro para no llegar tarde, me encuentro con muchas personas que me desean con cariño un feliz cumpleaños y también me encuentro con otras que solo me señalan y a lo lejos se escucha como dicen algo parecido a: "mira, ahí va el bastardo humano del jefe", pero voy demasiado apresurado para detenerme a pensarlo demasiado. Correr a la escuela es una de esas cosas que detesto hacer y que me hace preguntarme cuán fácil sería volar a la escuela o usar mis habilidades con el aire, pero no puedo ya que mi padre se encargó de que eso no pasará.
Mi padre no solo es el jefe de la tribu sino que también es un especialista en sellar el poder de todo tipo de criaturas, así que mientras tenga el anillo que me dio colgando de un collar que uso, no se verán mis alas ni tampoco podré acceder a mi poder, es la única manera de garantizar que mi disfraz no se vea comprometido.
Al llegar a la entrada de la escuela me encontré con una de las imágenes que más me hacen feliz. Julieta, una joven alta, de piel morena y con cabello rubio rizado; aquella chica se convirtió en mi mejor amiga y me ha acompañado desde hace dos años, y es la única persona aparte de mi familia que conoce mi secreto; se lo dije hace aproximadamente medio año. Y aunque guardó muy bien el secreto, siempre me está preguntando porque no le digo al mundo quién soy.
-Buenos días.- dijo, sacándome de mis pensamientos.
-Hola.- conteste.
-¿Qué te tiene tan pensativo?-
-No se, mi cumpleaños no es mi fecha favorita.-
-Pues la mía si, porque puedo abrazarte y tengo un motivo muy justo.- dijo mientras se lanzaba para darme un abrazo.
-Bueno, no te lo voy a reprochar porque eres demasiado testaruda.-
-Y aun así me amas.-
-Eso no lo voy a negar.-
Hablamos de otras cosas más triviales mientras entrábamos al salón, me sorprendí al encontrar que todo el salón de clases tenía preparada una sorpresa de la que obviamente Juli no tenía ni idea, de ser así me lo hubiera contado para al menos prepararme para los halagos vacíos de todos. Porque si algo no eran capaces de esconder, eran sus caras de decepción al verme como su futuro jefe. Pero, al fin y al cabo sus miradas eran lo que menos me importaba en ese momento, yo estaba más preocupado por el hecho de que más tarde tendremos entrenamiento de batalla y mientras todos se apoyaban en sus habilidades, que iban desde prenderse fuego cual antorcha, hasta una de mis favoritas que es una velocidad que poseen las ninfas, criatura de la cual solo hay una en todo el resguardo y casualmente es mi mejor amiga; hasta el momento solo la he visto entrenar, pero me imagino que en batalla debe ser una formidable oponente.
Juli como siempre despreocupada de lo que me esperaba, ya que hoy me tocaba pelear contra un tipo que tiene el doble de tamaño que yo, pero creo que está tranquila porque sabe que curarme es una buena práctica para sus estudios de medicina marina.
-No te agobies, es fácil ganarle.-Dijo la voz de uno de mis compañeros cuyo nombre no recuerdo.
-¿A qué te refieres?-
-Lo he visto entrenar, siempre se lanza a los puños sin cuidar su técnica y al ser bastante grande el escurrirse y distraerlo debe ser sencillo.-
-Bueno, tal vez eso sea de ayuda. Gracias...-
-Lucas.- dijo mientras se unía a mis otros compañeros para empezar los enfrentamientos uno a uno.
Las cosas estaban saliendo tal como había pensado, la mayoría de las peleas se decidían luego de tres golpes, a diferencia de la de Juli, que solo duro un golpe para declararla ganadora. En fin, a pesar de la advertencia de Lucas, perdí en mi enfrentamiento; aunque al menos no me fue tan mal dado el hecho de que mi oponente era un gigante, pero aun así perdí.
Juli y yo regresamos a su casa juntos y luego de dejarla allí regresé solo a casa. Pase por la tienda donde compré un pastelillo, una vela y le di un poco de dinero más a la mujer de la tienda para que me vendiera una botella de tequila.
Al llegar a mi casa mis hermanos estaban sentados en la mesa de la sala junto a mis padres, pero hoy no tenía ánimos para celebrar así que les dije que estaba cansado por la pelea -lo que es cierto- y me encerré en mi habitación. Puse la vela en el pastelito y la encendí.
-Feliz cumpleaños a... Mi- Digo desanimado mientras apago la vela y descorcho la botella; al menos este día ya se terminó.
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Reyes: Cinco corazones
Historical FictionEsta no es una típica historia de cuentos de hadas, ni tampoco existe algo como el felices por siempre, esta es la historia de un grupo de jóvenes aventureros a quienes la vida les ha dado un verdadero reto, cinco chicos y chicas que han sido unidos...