𝐢. ¿a dónde?

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𝐟𝐫𝐚𝐠𝐢𝐥𝐞 𝐟𝐮𝐫𝐲
chapter one


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Se miró en el espejo una última vez. Sus dedos se pasearon por los hilos que recogían sus cabellos, colocándose con gracia entre la cabeza y el inicio del cuello. Madre le habría dicho que aquello era demasiado ostentoso como para usarlo en una cena corriente, pero durante aquel día no había hecho el suficiente frío como para poder arrepentirse de su peinado. Tampoco era como si la forma de colocarme el cabello fuera a cambiarme completamente, pensó.

La princesa olvidada la llamaban. O eso era lo que ella había escuchado.

No era reconocida por tener una gran belleza. Pues no había sacado el lado arrebatadoramente hermoso de los Baratheon. Aunque no sería porque su padre lo tuviera. No era alta, ni tenía grandes pechos. No tenía bellos ojos claros ni cabellos de seda suave. Su cara no era terrible, pero tampoco lo suficientemente curiosa como para que le hubieran pedido a su padre su propia mano en matrimonio.

Tampoco era alguien brillante. Había tardado en aprender completamente a leer y usar las matemáticas, y la gente que había hablado con ella la había considerado simple, y angustiosamente aburrida. No era una mujer de muchas palabras ni una luchadora. Era ese tipo de Lady que se quedaba al fondo de la sala esperando el momento oportuno para irse.

La princesa sabía que nunca escucharía canciones sobre ella.

Algunos rumoreaban de su fealdad, cuchicheado por los pasillos de las Cortes sobre una posible maldición que había afectado al mayor de los hermanos Baratheon. Decían que la envidia y su fe lo habían podrido por dentro y que su semilla se había contaminado. Que por eso sus hijas se mantenían ocultas la mayor parte del tiempo.

Eran las princesas por las cuales el reino sentía más lástima. Ella era la que tenía poco valor como mujer, y su pequeña hermana había sido la niña marcada por la psoriagris.

Cerró los ojos y respiró, e hizo lo que su madre le pedía cuando empezaba a pensar demasiado en ella misma. Recordó donde estaban, porque lo estaban y todo aquello que estaba ocurriendo en el mundo en ese mismo instante. 

La guerra de los Cinco Reyes se había desatado con la muerte del antiguo rey, Robert Baratheon y la rebelión del Norte a la Corona. Robb Stark había luchado ferozmente por su familia y su gente. Su tío, había sido casado con una Tyrell para una unión mucho más poderosa. Y ahora ambos estaban muertos.

Los Lannister controlaban Poniente, y ahora ella y lo que le quedaba de familia eran su próximo objetivo. Su padre ya había luchado en la batalla del Aguasnegras y había perdido casi tan terriblemente como Renly y el primogénito de Ned Stark. 

Sus pasos resonaron por el pasillo de camino a uno de los comedores, mientras su vestido negro con hilos que antes habían sido dorados se arrastraba por el suelo de piedra de Rocadragón. Pensar demasiado en la guerra la ponía triste.

Ella había querido a su tío con todo su corazón, y había muerto en extrañas circunstancias que ella no había querido profundizar para saber. Había pasado un tiempo en la corte de Desembarco, antes de la muerte de su tío Robert. El tiempo justo y necesario para saber que mientras los Lannister estuvieran deambulando por ahí nadie estaría seguro. Había charlado pocas veces con Sansa Stark, la hija de la antigua Mano de Rey, pero nunca con su padre. Todos decían que era un gran hombre, y pensó que si hubiera llegado a conocerlo diría lo mismo. Recordó que por poco se hubiera convertido en su padre político, pues habían rumoreado en la Capital una supuesta unión de las Casas Baratheon y Stark. Con una hija de cada Casa en los tronos de Desembarco e Invernalia.

La luz de las velas le iluminó la cara al llegar al comedor, sus desgastadas sandalias acariciando el suelo mientras bajaba los pequeños escalones en dirección a la gran mesa de madera, saludando a las mujeres presentes con un leve movimiento de cabeza.

𝐟𝐫𝐚𝐠𝐢𝐥𝐞 𝐟𝐮𝐫𝐲 | jon snowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora