II. Amigo

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La mudanza completa se concretó en dos semanas, no porque Hyunjin tuviera grandes cantidades de artículos personales, sino porque necesitó hacer arreglos para que su apartamento en Noruega no fuera vendido ni se contara como deshabitado y tuviera tiempo para renunciar al empleo de medio tiempo que poseía de redactor en un periódico local, pues su primer trabajo (y el principal) era ser programador, especializado en la creación de sitios web; por lo que su ámbito laboral estaba al alcance de sus manos en tanto tuviera internet y su laptop.

Aunque el rubio nunca había tenido problemas financieros porque sus padres eran del mismo estrato socioeconómico que los Lee, con su propia empresa de equipos de cómputo, le gustaba el concepto de trabajar. Los empleos de Hyunjin eran más un hobbie que una necesidad real, porque sabía que tarde o temprano heredaría la responsabilidad de ser el sucesor en la empresa Hwang.

Esto mismo lo llevó a tener una pelea fuerte con su padre sobre el asunto de Félix, aunque su madre no tuvo quejas al respecto, apoyándolo en la decisión que tomaba, pues tuvo en estima al matrimonio Lee cuando estaban activos en los negocios.

Hyunjin tampoco se creía la responsabilidad que estaba tomando, pero el día en el que el nórdico llegó para vivir como un huésped a la casa Lee, el golpe de realidad azotó su mente.

Ese día Hyunjin suspiró, dejando a los pies del enorme portón metálico su valija de ropa. Llamó al timbre de la propiedad, recibiendo una contestación al otro lado del interfono conectado a la altura de su hombro. Parecía que la estatura promedio en Inglaterra era menor que la de su natal Noruega.

—Residencia Lee, ¿diga? —sonó la voz de una mujer.

El rubio se apresuró a presionar el comunicador para responder. —Eh, buen día. Soy Hyunjin Hwang. Vine tan pronto como pude

—Puede pasar, señor Hwang

Se escuchó el típico pitido que dejaba abrir el portón eléctrico y Hyunjin entró.

Caminó al interior de la, todavía elegante y pulcra, residencia, siendo recibido por mucamas en su mayoría, un mayordomo y una ama de llaves. Al frente de la servidumbre estaba la incondicional amiga del atormentado ojiverde.

—Emily, me da alegría verte —saludó Hyunjin, recibiendo a la mujer con un abrazo cálido.

—Es bueno poder mirarte. Gracias por aceptar, Félix no ha parado de preguntar por ti

Sonrió. —Me imagino, aunque no ha bajado a recibirme

—Insistió en acomodarse su corbatín favorito por su cuenta. Ya ha pasado media hora de eso

Hyunjin asintió. —Bueno, será mejor que le avise que he llegado como me lo pidió. Dejaré mi maleta por aquí antes de instalarme en mi habitación definitiva

Emily indicó a las mucamas que ayudarán a ordenar las pertenencias del rubio, mientras acompañaba a éste escaleras arriba hacia la habitación del azabache, quien, a juzgar por los bufidos y reclamos, no había podido anudar adecuadamente su corbatín aún.

— ¿Félix? —preguntó Emily entreabriendo la puerta de la habitación.

El mencionado volteó brevemente, sin hacer mucho caso a la chica, intentando alinear las cintas del corbatín, evidentemente sin éxito.

—No tardo

—Lo sé, cariño; pero creo que se te ha ido un poco el tiempo

—Mi corbatín. Me gusta cómo me veo con él

Entonces, Hyunjin decidió entrar y colocarse a espaldas del otro, quien, levantando la vista hacia su espejo, se sobresaltó al encontrarse con sus ojos zafiro y giró completamente nervioso.

Suficientemente Normal ʰʸᵘⁿˡⁱˣDonde viven las historias. Descúbrelo ahora