En un vistoso y conocido antro de Jalisco se estaba celebrando una victoria más del joven boxeador, futura promesa, Saúl. Veintiocho victorias y una más agregada a la lista. Miguel "Títere" Vázquez fue el afortunado o desafortunado que perdió contra nuestro querido Alfa.
Irónicamente él era quien menos disfrutaba la celebración, deseaba irse a dormir, las feromonas de todos los Omegas ahí lo empezaban a marear y asquear.
Era oscuro el lugar, luces verdes y amarillas, gente bailando y cantando, obviamente con sus respectivos tragos. Saúl se limitaba a ver todo desde un cómodo sofá medio redondo que le asignaron cómo cortesía. Su amigo, Javier, trabajaba ahí, imploraba que estuviera en ese lugar en ese instante, pues de lo contrario terminaría durmiéndose.
Dormitando en su asiento, con las piernas abiertas y un brazo sobre el respaldo, sintió un peso inusual en su costado, abriendo los ojos extrañado.
—Hola, te ví sólo desde hace rato, ¿No quieres bailar?— Un Omega. Saúl fue lo más respetuoso, quitando su brazo del respaldo, mostrándose incómodo, rascando su brazo.
—No, gracias... Estoy muy cansado—. Espetó seco. Que se vaya ya, pensaba con la mirada desviada a otro lado.
La mano de la Omega se dirigió a su barbilla, sus ojos inevitablemente se toparon—. ¿Seguro? Puedo hacerte pasar un buen rato...— Susurraba cerca de su cuello, desenganchando feromonas dulces, sobaba el muslo bien trabajado de Saúl mientras se insinuaba.
Un joven de veinte miraba todo desde la barra, anonadado por lo sinvergüenza que era esa Omega, incluso incomodándolo a él, aunque estuviera completamente ajeno a la situación.
Pobre cabrón. Lamentaba por ese desdichado. Recibió el trago que pidió minutos antes, ni siquiera tenía ganas de consumirlo ya.
Recordó la voz de Javier, como si estuviera detrás de él gritándole.
¡Guillermo, no mames! Te quedas en el pinche local para vigilar todo de cerca, wey, ¡Cuida a los clientes! Si ves que los están acosando o incomodando intervén o diles a los de seguridad.
Tomó de fondo el trago que estaba entre sus manos, azotando el vaso contra la barra.
—Perdón... este, otro de estos, por fa, ahorita vengo, ¿Va? Ponlo al nombre de Giovanni Dos Santos—. Echó una sonrisa y un guiño pícaro a la mujer tras la barra.
Se aventuró a cruzar todo el local, apartando gente que lo estaba aplastando. No deseaba otro regaño de Javier, y quizás si ayudaba a ese muchacho obtendría una recompensa, un aumento o tragos gratis por un mes.
—No, de verdad, estoy bien, muchas gracias—. Apartaba una y otra vez la pequeña mano de la mujer, que cada vez se acercaba más a su entrepierna, sus feromonas comenzaban a impedirle respirar bien. Buscaba con la mirada a Eddy, dichosos fue cuando lo vio irse del lugar con una mujer.
Puta madre, Eddy.
—Ey, morra—. Una voz gruesa se dejó escuchar. La mujer se ofendió.
—Mi nombre es Andy, animal—. Soltó tosca, dándole por completo su atención.
—Mira, mira, que preguntón ando, ¿Vea?— Se echó las manos a la cintura, haciendo un ademan como si le preguntara al otro hombre.
Canelo dio una sonrisita boba, pues quería haberle respondido así a aquella mujer.
—Andy, Andrea, Andina, no sé, no me interesa. Estás incomodando a un cliente y pues eso aquí no va, también estás...— Entrecerró sus ojos, buscando palabras respetuosas para lo que estaba haciendo—. Pues, desprendiendo tus vomitivas feromonas, ¿Sí o no, mi carnal? —No recibió repuesta del... ¿Era pelirrojo?— Mm'ta madre, ¿Quieres que te ayude o no, wey?
Antes de que la mujer pudiera lanzarse sobre de él, los guardias de seguridad llegaron, pues las feromonas sí estaban inundado la zona.
Satisfecho siguió con la vista el trayecto que estaba haciendo para ir a la salida del lugar, esbozó una sonrisa burlona.
Canelo veía todo en cámara lenta, desde las luces verdes rebotando directo en el pecho de ese hombre hasta su mandíbula marcada que se dejó notar cuando observaba a la mujer irse. Sonaba un tema clásico en toda la discoteca.
No me importa que usted sea mayor que yo
Hoy la quiero en mi cama—¡Ey!—Llamó la atención, parándose por primera vez en toda la noche de su lugar. Quedó de frente con ese hombre, notando la diferencia de alturas, tragó seco, sintiendo su corazón latir con felicidad—. Me... Gracias, me llevaba molestando un buen rato.
—Seh, es mi trabajo, no pasa nada—. Restó importancia, dispuesto a ir nuevamente a la barra.
—¿Me invitas un trago?— Soltó, dándose cuenta al segundo de lo que dijo—. No, me refiero, te invito un trago.
—Neh, gracias, ya cargué todos los tragos de la noche en la cuenta de alguien—. Miró a la barra, la mirada de la muchacha tras la barra estaba sobre él—. Ve al baño, lávate la cara, las feromonas estaban densas—. Sonrió cálido, dándole unas palmadas en la cara, partiendo de la zona.
Canelo no pudo evitar sonreír bobamente, apreciando su figura esbelta desaparecer entre la multitud. Se percató de un olor diferente al de la Omega, no era fuerte ni mucho menos, pero fue suficiente para alterar todos sus sentidos.
Ya no quería irse a dormir, quería quedarse y hablar con ese alto rizado. Fue a los baños, pues era verdad, las feromonas lo estaban mareando de lo densas que eran.
Se miró al espejo frente a los lavabos, comparando su estatura con el otro, le llegaba al mentón a duras penas. Se quedó un rato en los baños, atontado en su celular, leyendo los mensajes que Eddy le mandó.
Saulito, mi niño, me fui hace rato
Te dejé las llaves en la chaqueta que tiene Chuy
En la parte de atrás está el carro estacionado
No llegues tarde, mijoChupo sus dientes, en una acción de hartazgo, odiaba manejar de noche y Eddy lo sabía mejor que nadie.
Respondió los mensajes vagamente, deseándole linda noche, aunque recordaba vívidamente verlo yéndose con una mujer, él era quien más provecho sacaba de su nombre, Saúl no.
Treinta minutos en el baño fueron suficientes para estar cómo nuevo, fresco cómo lechuga y listo para seducir con todo al moreno de bonitos rizos.
Estaba la canción que tanto sonaba en discotecas, discos y coches de madrugada, estaba harto de esa canción. Miró a todos lados, tratando de divisar la silueta del hombre de hace unos minutos.
Dale moreno, que nos fuimos a fuegote
Cuando lo vio su boca empezó a babear de sobre manera. Su cuerpo estaba siendo iluminado por completo con los reflectores verdes y amarillos chillones, su cara tenía la suficiente iluminación como para ser reconocible. Su camisa blanca de tirantes estaba siendo subida por él mismo, dejando a la vista su abdomen. Simulaba embestidas cada vez más rápidas y fuertes que la anterior.
Dale moreno, no pares moreno
Dale moreno, dale moreno
Dale moreno, que nos fuimos a fuegoteTodos parecieron esperar para bailar con él, pues se estaban turnando para restregarse contra su cuerpo, revolviendo sus caderas al son del ritmo.
Ya no odio la canción. Murmuró su lobo interior, intranquilo por la manera en que las caderas el alto se movían, daban paso a sus pensamientos lascivos.
Saúl era un niño todavía, estaba en todo su derecho de pensar ese tipo de vulgaridades por ver esa escena.
Sintió su pantalón apretar de un momento a otro.
—¡DALE GUILLERMOO!— Gritaron al unísono todos cuando se empezó a deshacer de su camisa. La empezó a revolver en alto, haciendo un grito colectivo de mujeres que deseaban tenerla.
Cuando la canción acabó, lanzó la camisa a cualquier parte y huyó de ahí, yendo directo a la barra y recargándose en ella.
Canelo tenía un 'asunto' del cual ocuparse. Antes de que se hiciera aún más tarde abandonó el local, con el nombre de Guillermo tendría más que suficiente para encontrarlo una vez más.
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Ándale | Saúl Álvarez x Guillermo Ochoa
FanfictionUna celebración, una victoria, un momento incómodo y una mujer insistente fue todo lo que se necesitó. Una joven promesa del boxeo cayendo rendida en cuánto vió a ese hombre moreno y alto. Un joven que sólo estaba trabajando, que no lo notó más al...