Capítulo 4

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—Mierda, mierda, mierda, ¿Por qué no entra?— Con desespero soltaba, como si fuese urgente la necesidad que, de hecho, sí lo era.

Empujaba su trasero contra la creciente erección del pelirrojo, exasperado por poderlo sentir sacudirse dentro de él. La masculinidad estaba siendo sobre exigida como nunca antes lo fue, Saúl y su pene necesitaban un descanso, pero no tiene cara para reclamarle a su lindo novio.

No está lo suficiente lubricado, y no es novedoso, su casta le impide tener una resbalosa entrada pese a estar excitado hasta los vellos.

Saúl, extasiado por su cuerpo que es deseado con fervor por su pajera, admira cada rincón del vientre de Guillermo, deseando poder llenarlo por completo con sus cachorros. Ya lo ha hecho, todas las noches sin excepción alguna. Desde la noche de su entrenamiento más cansado hasta la noche donde tenía el pómulo hecho trizas.

Se siente como un perro emocionado y desesperado por un paseo después de mucho tiempo sin salir, ansioso, decide que es mejor que él lleve las riendas de la situación.

Le da un delicado beso en el vientre a su omega, dándole una mirada tranquilizante desde abajo. 

Sostiene sus caderas con fuerza, las mueve con autoridad, sin darle derecho a rechistar. 

Se levanta, estampando el torso de Guillermo contra el algodón de azúcar que se tiene por cama. La textura suave del algodón abraza su espalda, sin causarle dolor alguno, más que la excitación por saber que su pareja lo puede manejar tan fácilmente como si de un muñeco de tratara. 

Saúl siente su cuerpo adormecido, empieza a moverse tan ajeno a sí mismo. Se siente como uno de esos niños que miraban la cartulina del salón A desde el salón B. Tan ajeno. empezó a desvanecerse lentamente. Sus acciones siguen siendo constantes, con su mirada nublada nota cómo sigue con su trabajo de estimular a ese Omega. Se siente sedado, como un tigre en cautiverio. Su cuerpo cae contra algún lugar solido, no siente dolor, no escucha ruido, no siente nada, sólo se asusta. 

Se levanta intranquilo, con el corazón acelerado y sudando frío.

—Puta madre...— escupe, desorientado en su cama. 

Todo él está sudado, tiene la boca seca y siente el ambiente bochornoso. Se extiende por su celular, está ardiendo y con sus miserables 3%. Su aliento apesta y sus ojos calan, no sabe si es de noche o madrugada. 

Trabajar en esa discoteca no era glamuroso ni mucho menos

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Trabajar en esa discoteca no era glamuroso ni mucho menos. Vivía al otro lado de la ciudad, debe tomar los metros a altas horas de la noche, a veces incluso hasta madrugadas. A menudo iba a su casa sólo a bañarse y cambiarse, para después regresar a su trabajo limpiando el lugar. 

Se puso unos discretos audífonos para no recordar más nada. Su cabeza duele y la siente a un minuto más para estallar en miles de pedacitos. Su mirada está perdida y borrosa, no debe dejar que los clientes lo orillen a beber tanto. 

Ándale | Saúl Álvarez x Guillermo OchoaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora