El despertar.

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Y fue aquí cuando abrí los ojos por primera vez.
Lo primero que pude observar fueron mis brazos, estaba maravillado por ser yo mismo. Una almeja se abría para dejarme salir de dentro de sí. Pude notar a primera vista los pilares tallados y el logo de los cuatro diamantes en el suelo o algunas paredes, además de estar sutilmente colocados en los pilares, aunque eso sí; sin color, el símbolo sin más. Todo era muy bello, exceptuando la mirada de quien me recibía con brazos cruzados. Una Aquamarine me analizaba con la mirada llena de disgusto y asco, se apartó del umbral y con la cabeza me indicó que avanzara.

— Que te muevas, coño. No tengo todo el milenio.

Asentí con temor. Mi primera emoción después de emerger se trataba del horror. ¿Sería mi emoción principal?
Caminé por el camino, el cual se iluminaba con mis pasos y me paré en el espacio entre las demás perlas, cuyos colores eran radiantes y muy bellos, todas tenían una pose elegante y única, no había dos copiadas.

— De quince, una salida errónea, vendrán a hacerle la prueba mañana, pero de vista te das cuenta, es... Asquerosa. Nos deja en ridículo a todas las gemas con su simple presencia. Si en mi poder estuviera yo misma la quebraba, vaya satisfacción sentiría. Pediré hacerlo personalmente tras la prueba.

Habló la gema de tonos azulados mientras en una holopantalla se escribía todo lo narrado, luego desplegó sus alas aguadas y salió por el techo en dirección a quién sabe dónde.

Mientras que yo... Yo me quedé allí, estupefacto, observando todo alrededor, y observándome a mí, sobre todo.

Mi gema era distinta, era de tonos morados, pero más específicamente lavanda en su base. Tenía un manchón superpuesto de color morado, dos a los lados de un tono más claro y otro debajo de color lavanda más oscurecido. Agradecía que fuese esférica, al menos.

Luego de un rato pude ver que el resto seguía intactas, como si estuvieran congeladas, mientras que yo seguía observando todo y con gran admiración, yo era diferente.
Decidí dar un paso y automáticamente todo se tornó rojo. Muchos estilos de armas me apuntaban, naturalmente por miedo retrocedí, se ocultaron las armas y todo tomó el color turquesa que siempre abundaba.

Con el paso de los días, muchas gemas de alto rango (o de bajos rangos que hicieron actos heroicos y obtuvieron perlas como recompensa) llegaban al arrecife, en busca de una sirviente genuina.
Todos se acercaban a mí porque notaban mi diferencia, el cómo los miraba directamente mientras las demás posaban, se mantenían regias, etcétera. Aunque todos se disgustaban y miraban a otro lado cuando veían mi gema, creían que estaba defectuosa. En el planeta madre obtener o elegir una gema defectuosa atraía la mala suerte como un imán, decían. Era una superstición que tenían allí.

Fui sometido a la prueba del defectuoso al día siguiente.
La primera etapa consistía en esgrima, toda perla era creada con ese conocimiento, como si de su habla se tratara.
Me colocaron a más de doce perlas en mi contra para demostrar que tenía un mínimo de madera de Perla; obviamente debía dar todo de mí, si no quería acabar en el incinerador. Daba escalofríos al pronunciar el nombre, todos saben del incinerador. Allí acaban las gemas mal portadas o defectuosas. Un horno con la capacidad de llevar a una gema al borde la locura, de quebrarla, mental y físicamente, cosa que es imposible a tal escala, excepto allí. Ninguna gema que entra sale con vida. Todas somos creadas con ese conocimiento, al igual que con otros más.
Una vez entras ahí, jamás vuelves a ser tú mismo, no importa qué tanto te esfuerces, quedas marcado de por vida.

Con gracia, elegancia y mi toque personal de burla, logré quebrar la forma física de once perlas. Al momento de enfrentar a la última perla fue extraño, pues luego de lo que creí fue media hora de lucha donde lograba esquivar mis ataques y contraatacarlos, finalmente logré devolverla a su gema.
Fue con un movimiento especial que no sabía que tenía, logré quitarle la estabilidad, se sentía como si pudiera controlar la atmosfera de cierta forma y a su vez el terreno, estaba seguro de que las otras perlas no podían, debía mantenerlo en secreto o me llevarían al lugar-que-no-debe-ser-nombrado.
Al último momento cuando parecía tener la derrota asegurada aquella atacante se balanceó porque sí, causando un desequilibrio visible en su postura y desconcentración en su mente, en ese preciso instante mi espada la atravesó justo en el estómago, ella me miró a los ojos y con una sonrisa ladina respondió.

— Nada mal, Novato.

Y se redujo a su gema en medio de una potente explosión que logró moverme unos metros.
Tomé su gema y la dejé sobre las otras once gemas que estaban apiladas en un rincón, para luego observar a la Aquamarine quien anotaba con disgusto en su tableta, se había dado la vuelta para ni siquiera verme. Tomé ese momento de distracción para guardar a la última perla dentro de mi gema, quería hablar con ella más tarde, había algo que me inspiraba a hacerlo, necesitaba respuestas.
Con sus ojos llenos de severidad y complejos de superioridad, chasqueó los dedos y mi espada se transformó en humo que se iría desvaneciendo con los segundos.
Una trampilla se activó debajo de mis pies, lo que causó que cayera por un agujero bastante amplio. No tenía de dónde agarrarme, ni nada que pudiera lograr mantenerme.

Cuando aterricé en el suelo rodé con algo de dolor. 
Apoyado con una rodilla, la siguiente etapa me aguardaba.

La Etapa de los Superiores.
Se dice que toda perla debe obedecer a lo que se le es ordenado, sin refunfuñar, sin responder, solo actuar según lo dicho por su superior. Además, debe poner su vida ante la de su superior. Una perla no vale de nada, sirve para proteger y obedecer; de ser quebrada, otra nueva se creará y ya, así funciona el planeta madre.
Allí había cinco gemas al centro de la habitación, nada más ni nada menos que La Aquamarine que me odiaba con su vida; un Jaspe; un Circón; y una Ágata Azul.

De las cuatro paredes surgieron cuatro compuertas que liberarían gemas corruptas de cada una. El número era aleatorio, pero siempre eran más que una. Eso me dejó petrificado por un instante, las pobres gemas parecían monstruos, sin consciencia. A nadie parecía importarle que ya no fueran lo que alguna vez fueron, ¿y sobre todo usadas para esto? No lo podía creer, la crueldad no tenía límites...
Cerré los ojos, quebré las formas de todas y cada una, en el menor tiempo posible.
Solo una gema fue dañada, la jaspe, quien tenía órdenes superiores de no moverse en absoluto, tuvo dos rasguños por una gema que voló por su lado y la rasguñó en un intento de aferrarse a algo antes de estrellarse contra la pared.
Logré dominar un poco el control de las corrientes de viento a medida que golpeaba, como un estilo de empujón que lucía como si simplemente saliera de mi propia fuerza, aún me sentía incapaz, poco a poco iría mejorando.

La tercera y última etapa ya estaba allí.

— Si completas la etapa de la colonización, serás nombrada perla oficial y no se tolerará ningún prejuicio hacia usted en el proceso de selección.

Dijo la azulada con obvia rabia apretada entre los dientes, ella me quería hecho ceniza.
La compuerta final fue abierta y al atravesar la puerta se trataba de un planeta vacío, desolado, con líquidos azules fluyendo y hierbas verdes por doquier, algo un tanto bonito para lo que acostumbraba ver por la ventana del arrecife.
Un holo-superior simulaba la forma de una gema de alto rango cuya gema y estatus no lograba apreciar; era el doble de su tamaño, su gema yacía en su pecho, cubierta por ambos brazos cruzados.

— Coloniza por mí, Perla.

Yo asentí sin más y comencé a operar como podía el taladro. No tenía idea de qué estaba haciendo o qué decía, pero mis dedos sí, ellos sabían exactamente qué hacían y cómo lo hacían. Tenía algún tipo de memoria sin haber hecho nada antes; era fascinante.

El artefacto comenzó a moverse y gemas emergían de la fundición a los minutos, era magnífico contemplar la creación de gemas, era tan lindo verlas brotar y ser ellas mismas.

— Listo, Mi...

Y no supe qué decir, en este caso no tenía idea qué gema era, aunque simplemente el holograma se desvaneció sin más.

La Aquamarine apareció detrás y me miró con seriedad para luego tomar mi mano y apoyar una hierra hirviendo, esto quemaría en mi mano, fundiéndose al instante. Lo que quedaría producto de aquello era un tatuaje en el dorso de mi mano que decía "Pearl №19873"

— Felicidades, aprobaste la prueba sobrepasando el mayor puntaje, eres más que una perla. Lamento haberte prejuzgado.

Dijo con un suspiro, estrechando mi mano, luego se desvaneció en el aire mientras otras gemas me escoltaban de nuevo al arrecife, pero esta vez me dejaron en otra sección de perlas, una dónde en la puerta decía "№19000 - №20000" y un largo pasillo estaba tras esta.

Caminamos durante una hora hasta que finalmente nos detuvimos y me dejaron en el lugar donde mi número estaba impreso. Este sería mi destino ahora, esperar entre otras miles de perlas a ser elegido. ¿De verdad no había otro modo?

Simplemente DefectuosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora