Un momento... aquí no hay cubos

9 0 0
                                    

Un nuevo día comenzaba en aquel cuadrado mundo, lo que significaba que era el momento perfecto para otra aventura.

Aquel hombre, quien fue capaz de derrotar a un dragón milenario con un trozo de madera al último momento, porque su espada se rompió en algún punto de su combate con el lagarto volador.

Tan pronto el sol salió, éste se preparo para otro viaje al infierno, durante sus viajes en aquella desolada y ardiente dimensión escucho acerca de una criatura poderosa, creada con las cabezas de tres esqueletos Wither, y la misteriosa arena de almas.

El se equipo con su recién adquirida y preciada armadura de diamante, aquel precioso azul resplandeciente, cubierto con una elegante aura morada, al igual que sus herramientas, siendo las únicas excepciones a la regla, su escudo, del que tantos aprietos lo ha salvado, su arco y ballesta, y el que en su opinión era el favorito de su equipo, un pico.

Este era diferente al resto de sus herramientas de aquel bello azul cielo, era de un color negro, sin olvidar la característica aura morada.

No podía olvidar las botas de oro, sabía que sin ellas podía ser atacado por los Piglins, y aparte, estas estaban encantadas para que la arena de almas no ralentizara su andar.

Al igual que otros recursos para su apoyo, como flechas, bloques y comida.

Una vez terminó de revisar su equipo, entró por aquel portal de un resplandeciente purpura y bloques de la resistente obsidiana una vez dentro de aquella estructura, no se percato de una fluctuación en el aura de aquella puerta dimensional.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

.

El bosque de los familiares, un bello lugar repleto de criaturas de diversos tamaños y formas, en su mayoría pacíficas, aptas para ser cuidadas por los demonios reencarnados y los de sangre pura.

En alguna parte de tan amplio territorio, una estructura se comenzaba a formar, si lo miras de lejos, podría parecer el marco de una puerta, lo extraño de la misma, aparte de aparecer de la nada, sería la forma de la misma, siendo hecha completamente por cubos de un morado oscuro, y que en el centro de la misma, aparte de la hipnotozante luz purpura, se podía apreciar la figura de un ser, igual y extrañamente cuadrado.

Este suceso no pasó desaparecido para las especies animales de la zona, huyendo rápidamente, al menos las más dóciles, las más fuertes y territoriales no se movieron del sitio para ver que era aquello que invadía su hogar.

No tuvieron que esperar mucho, ya que aquella figura salió de la misteriosa estructura, tanto las bestias, como el ser de cubos se quedaron viendo mutuamente durante varios minutos en un incómodo silencio, silencio el cual fue roto por el rugido de una de las bestias, la cual tan pronto reconoció lo que invadió el sitio, se lanzó al ataque, siendo seguida por las otras.

Aquel cuadrado hombre no hizo más que sacar lo que se asemejaba a una espada azul y ponerse en... guardia???. No se sabía con certeza ya que solo se agacho cubriéndose con lo que parecía un escudo.

Ambos bandos parecían listos para un combate, de no ser por la aparición de un hombre alarmado, gritándole a las bestias que se tranquilicen y se vayan a otro lado. Sorprendentemente, estas obedecieron y se retiraron, a regañadientes, pero se retiraron a fin de cuentas, dejando al confundido hombre recubierto en aquel precioso azul celeste.

Libro de bajo presupuestoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora