CAPÍTULO 2

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— Chicos, ya llegamos.— avisa la voz emocionada de mi tía Aline.

Observo por la ventana las calles estrechas y hechas de piedra, las casas que iban desde las más pequeñas hasta las más grandes, la mayoria con techos de teja.

El viento no para de soplar con fuerza a pesar del calor infernal que está haciendo.

Me sorprendo al ver aquel pueblo tan bien cuidado y moderno, se pueden ver mini tiendas de ropa, restaurantes pequeños pero bonitos, y lo mejor, por dónde mire hay mar.

También puedo visualizar las enormes montañas, las cuales rodean el pueblo como un gran muro. Es como si el mar y las montañas se hubieran unido para proteger aquel pequeño pueblo.

De pequeña siempre me imaginé viviendo en un pueblo justo como este.

Es como si lo hubieran sacado de un cuento de hadas, solo que añadiéndole algunos toques de modernidad.

Mi yo de siete años le hubiera encantado recorrer las calles de este pueblo mientras se imaginaba que estaba en el siglo XIX.

Me imagino como fue esto hace muchísimos años atrás... Las mujeres con sus vestidos largos recorriendo las calles de piedra en sus carruajes.

Siempre decía que me hubiese encantado nacer en esos tiempos. Recuerdo que me encantaba ver las películas animadas de las princesas de Disney, y así fue como fuí desarrollando cierto amor por las historias de época.

Fuí creciendo y mis gustos fueron evolucionando, pero igual seguía fantaseando con vivir historias de amor como aquellas que veía de niña.

Creo que por eso no es nada extraño que mi libro y película favorita sea Orgullo y prejuicio.

Pero en fin, no creo que con esta mente liberal que me cargo llegue a encajar con alguien como el Señor Darcy.

Unos minutos después de recorrer diferentes calles nos detenemos frente a una casa de dos pisos bastante grande con estilo playero. Es bastante bonita, de color verde y blanco y por lo que se ve, bastante espaciosa.

Me bajo de la camioneta mientras me quito la sudadera; estoy sudando como un pollo.

— Y bueno, chicos, ¿Que les parece?— pregunta mi tía con la vista fija en la casa.

— Me gusta.— hablo, mientras me fijo en que las olas se escuchan aún mas cerca que antes.

Austin se posa a mi lado y mira la casa.

— Pues no está mal, pero prefiero estar en la ciudad, imagínate vivir de por vida en este pueblo tan pequeño.—me susurra y finge tener un escalofrío.— Me vuelvo loco antes de que se den cuenta.

— Pues muy cuerdo que digamos, no estás.

— Sí claro, habló la líder del manicomio.— contraataca mirándome con los ojos entrecerrados.

Levanto mi mano dándole un manotazo en la cabeza y antes de que me lo devuelva salgo corriendo en dirrección a la casa.

Cuando llego al espacioso porche noto que mi tía y Adam ya están adentro y la puerta se encuentra abierta, entro a paso lento mientras examino cada rincón del lugar.

Todo está lleno de mi peor enemigo; el orden.

La sala es grande, tiene un juego de muebles color marrón y una mesita del mismo color en el medio de estos, por el lado izquierdo se puede ver un pequeño pasillo por dónde se puede visualizar el comedor y una puerta la cual se encuentra abierta de par en par dejando ver la espaciosa cocina, por el lado derecho se puede ver una escalera color caoba que conduce al segundo piso, dónde supongo están las habitaciones.

Escucho unas voces venir de la parte de atrás, así que camino en dirección a la puerta que se encuentra al final; y quedo totalmente sorprendida cuando veo la hermosa vista que se extiende ante mis simples y comunes ojos.

Hasta ahora me doy cuenta que la casa está situada en lo alto de una de las montañas. Lo mejor; desde aquí se puede ver el inmenso mar.

Dios, es hermoso.

— La pequeña Zoe.— la voz de la tía Adeline me saca de mi trance, volteo y la veo con los brazos abiertos en mi dirección, corro y la abrazo con todas mis fuerzas, ya que tenía muchísimo tiempo sin verle.

— Tía, ¿Cómo estás?

— Mejor que nunca, mi niña, ¿Y tú?— pregunta sonriente.

— Muy bien.

— Que bueno.— me acaricia el cabello castaño que me llega un poco más abajo de los hombros y luego me vuelve a abrazar. — Un momento, aquí hace falta alguien... ¿Dónde está Austin?

Cómo si se tratara de magia la sanguijuela aparece estrechandola entre sus brazos, la tía Adeline más emocionada que nunca le empieza a llenar la cara de besos mientras el pelinegro entre sus brazos protesta.

— Pero que grande estás, ¿Cuantos años tienes ya? ¿Doce?

Aprieto los labios tratando de contener la risa cuando veo la cara de Austin mientras mi tía le aplasta la cara contra sus tetas.

—¡Tía, tengo diecisiete!

— Pues no parece, mi amor, te hace falta vitamina.

Austin pone los ojos en blanco y yo no puedo aguantarme más, suelto la carcajada al mismo tiempo que Adam se me une burlándose de la sanguijuela, el cual por fin logra liberarse de las tetas de la tía Adeline.

Cuando nos pasa por un lado susurra en voz baja:

—Me las van a pagar, cabrones.

— Sshh.— le hago un gesto poniendo mi dedo índice en mis labios.

Entro a la casa, y empiezo a buscar mi habitación temporal, me urge darme un baño y salir a recorrer las calles del pueblo.

Si voy a pasar todo el verano aquí, alguna distracción tengo que encontrar.


UN VERANO A TU LADO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora