𝑁𝑢𝑒𝑠𝑡𝑟𝑎 𝑢́𝑙𝑡𝑖𝑚𝑎 𝑛𝑜𝑐ℎ𝑒.

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𝑃𝑜𝑟𝑞𝑢𝑒 𝑎 𝑣𝑒𝑐𝑒𝑠, 𝑐𝑢𝑎𝑛𝑑𝑜 𝑒𝑙 𝑎𝑚𝑜𝑟 𝑠𝑒        𝑒𝑛𝑡𝑟𝑒𝑚𝑙𝑒𝑧𝑐𝑎 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑙 𝑟𝑒𝑠𝑒𝑛𝑡𝑖𝑚𝑖𝑒𝑛𝑡𝑜, 𝑢𝑛𝑎 𝑟𝑒𝑙𝑎𝑐𝑖𝑜́𝑛 𝑝𝑢𝑒𝑑𝑒 𝑚𝑢𝑡𝑎𝑟, 𝑡𝑟𝑎𝑛𝑠𝑓𝑜𝑟𝑚𝑠𝑟𝑠𝑒 𝑒𝑛 𝑢𝑛 𝑡𝑜́𝑥𝑖𝑐𝑜 𝑡𝑎𝑛 𝑎́𝑐𝑖𝑑𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑙 𝑐𝑜𝑟𝑎𝑧𝑜́𝑛 𝑠𝑒 𝑑𝑖𝑠𝑢𝑒𝑙𝑣𝑒      𝑙𝑒𝑛𝑡𝑎𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑒𝑛 𝑒́𝑙.
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Kath:
El celular vibraba al lado mío, iluminando el cuarto que se encontraba prácticamente a oscuras. La luz que atravesaba las cortinas daba cierta claridad a los objetos, permitiendo reconocerlos; pero no la suficiente para iluminar.

El mundo parecía estar en silencio, detenido en el tiempo. No se escuchaba ni un solo ruido. Ni el ruido de los autos, los perros ladrando o el viento golpeando las ventanas. Pero la vibración parecía perseguirme, meterse en mis oídos para taladrar mi mente con su sonido.
Una y otra vez, mi mente flotaba a la deriva, aturdida por el continuo vibrar.
Mi cuerpo se encontraba tenso, tembloroso.
Trataba de leer las letras en el celular, pero mi vista se encontraba demasiado nublada.
Tal vez se debía al cansancio.
Tal vez eran las lágrimas que inundaban mis ojos sin piedad, buscando librarse y rodar libres por mis mejillas.
Aunque su nombre era perfectamente reconocible: "Nick".

Nick, Nick, Nick, Nick, Nick, Nick, Nick...

Lo leía una y otra vez, esperando que finalmente su nombre desapareciera de la pantalla. De mi vida.
Pero no lo hacía, y mis manos, enroscadas alrededor de mi cuerpo, abrazándolo, eran incapaces de moverse, demasiado paralizadas para poder tocar el botón rojo y terminar esa tortura.

No quería atender, porque sabía que entonces volveríamos al mismo ciclo de sufrimiento. Pero una pequeña parte de mí, una voz susurrante, no paraba de pensar:

"Atiende.

Atiende y podrás estar con él.

Atiende y no tendrás que sentirte sola.

Atiende y podrán empezar de cero.

Atiende... Atiende. Atiende. Atiende."

De repente la vibración terminó, y el celular se apagó.
Mi cuerpo se aflojó.
Mis manos dejaron de cerrarse en puños.

Mis piernas dejaron de temblar.
Y mi mente se perdió en el silencio del vacío, en la negrura de una mente sin pensamientos.

Una sonrisa creció en mi rostro, aunque las lágrimas aún corrían por mis mejillas. Cerré mis ojos, finalmente en paz.

Un pitido se escuchó a lo lejos. Muy lejos.
Entonces escuché su voz. Una voz grave y dulce, suave; que parecía ser honesta.
Pero yo sabía la verdad.
Sabía que detrás de esa voz calma había gritos de rabia.
Y detrás de su honestidad, estaba una mente lo suficientemente rota para saber cómo manipular, mentir.

"Kath, por favor, atiende. Sólo quiero hablar. Vamos, nena, te lo suplico"

A medida que hablaba su voz se volvía más lastimera, rota.
Y supe que, una vez más, había caído en su trampa.
En su pena fingida y su tristeza actuada. En sus encantos.

La vibración volvió a empezar. Otra
llamada.
Esa voz, susurrando de nuevo:

"Atiende.
Atiende y no tendrás que extrañar sus caricias.
Atiende y no sentirás esta soledad.

𝔗𝔥𝔢 𝔓𝔲𝔫𝔦𝔰𝔥𝔪𝔢𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora