𝐷𝑎𝑑𝑑𝑦 𝑠𝑖𝑒𝑚𝑝𝑟𝑒 𝑐𝑢𝑚𝑝𝑙𝑒 𝑐𝑜𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑎𝑙𝑎𝑏𝑟𝑎

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Me acerqué a su mesa, casi en el fondo del aula. Él miraba hacia abajo, con sus brazos cruzados y sus piernas abiertas.

-Oliver. -lo llamé atrayendo su atención y haciendo que me mire. -Te advertí lo que pasaría si no prestas atención en clase.

-Lo sé, daddy-dijo calmo. Su rostro era inexpresivo, casi huesudo, con sus pómulos y mandíbula tan marcados que daban la impresión de ser filosos.

Su cabello castaño se encontraba revuelto, su piel pálida. Seguro tuvo pesadillas.

-Bien, si ya lo sabes, entonces también sabes que cumplo con mi palabra. Siempre.

-Si, daddy-respondió mientras se levantaba.

Así que se acordaba.

La última vez que lo había castigado, follándomelo hasta las cuatro de la mañana, había decidido describirle lo que pasaría la próxima vez que lo tuviera que castigar.

Le había relatado cada pequeño detalle mientras enterraba mi polla tan profundo en su culo que sus gritos resonaban en las paredes.

Y pareciera que, para Oliver, de mente olvidadiza, fue memorable.

Oliver empezó a caminar hacía mi escritorio, y yo lo seguí.

Niño caprichoso.

De repente se quedó quieto a un lado del escritorio, mirando hacia abajo.

-Ya sabes qué hacer, hermoso. -dije en su oído, poniéndome detrás suyo.

En un susurro contestó:

-Nadie va a ver ¿no?

-No, Oli. El escritorio no se ve desde la puerta.

Parecía indeciso, demasiado asustado ante la posibilidad de que nos descubran.

Tomé sus caderas suavemente, y pegando mis labios a su oído traté de convencerlo.

-Vamos, hermoso, estás haciendo esperar a daddy y eso no le gusta. ¿No quieres chupar la polla de tu daddy?

Él simplemente asintió.

-Entonces métete ahí. Yo me encargaré del resto.

Mis manos repartían suaves caricias, subiendo y bajando, buscando su piel.

Oliver pareció finalmente sentirse seguro, y se agachó, metiéndose en el escritorio.

Yo me senté en mi silla y abrí mis piernas.

-Haz silencio, lindo, en todo momento. -ordené mirándolo. En el salón de al lado todavía tenían clase.

Sus ojos verdes destellaban en la oscuridad, siempre brillantes.

-Si, daddy. -susurró.

Entonces empezó a bajar el cierre de mi pantalón y mi bóxer.

Tomó mi polla entre sus manos y lamió suavemente la punta. Mordí mis labios para contener un gemido.

Empecé a buscar la carpeta con las finanzas del instituto. Si alguien entraba, podría decir que me quedaría hasta tarde resolviendo eso.

Oliver seguía repartiendo pequeñas lamidas, haciendo que mi erección estuviera más dura que nunca.

Necesitaba su boca, no su lengua.

Metí una mano abajo del escritorio y agarrando su pelo, empujé su cabeza hacia mi polla, haciendo que se atragante.

Sentía la nariz de Oliver tocar mi pelvis.

Mierda.

Los ruidos de su garganta provocaban que quisiera empujar su cabeza aún más.

𝔗𝔥𝔢 𝔓𝔲𝔫𝔦𝔰𝔥𝔪𝔢𝔫𝔱Donde viven las historias. Descúbrelo ahora