Caminaron por minutos por el bosque y de repente el piso se hacía cada vez más pesado, se estaba convirtiendo en lodo. El perro siguió caminando y se paró a unos metros de él, se giró y se sentó a verlo. Pedro no podría despegar sus pies del piso, se había convertido en un lodo muy espeso, que lo consumía de a poco a poco, como arenas movedizas, se preguntó que tipo de reto sería este. De repente aparecieron sus padres frente a él.
- Ya lo sabemos – dijeron los dos al mismo tiempo.
Pedro no entendía de que estaban hablando. Y les preguntó.
- ¿De qué están hablando?
- ¡No te hagas pendejo Pedro! – dijo su padre.
Pedro se quedó asombrado de lo que dijo su padre, y sintió un nudo en la garganta.
- Pedro – dijo su madre – sabemos que te gustan los hombres.
- ¡Qué eres un maricón! – gritó su padre.
Pedro sintió como si esas palabras le hubieran atravesado el corazón. Y ciertamente no podía decir ninguna palabra.
- ¡Contestanos! – dijo su padre - ¡¿Eres un puto maricón?!
- No lo hables así Juan – dijo la madre.
- Tú ni te metas, por eso está así.
Pedro comenzó a llorar, y volvió a ver a sus padres jóvenes, como cuando estaba más pequeño, vio cómo se ponían a discutir entre ellos, y lo incluían en las pláticas, mientras no era ni el problema, pero verlos y que lo incluyeran lo hacían sentir tan mal, como si él fuera el del problema, como si él ocasionara todo lo que pasaba entre ellos. Pero después recordó, que sus problemas no eran de él, ellos tenía un problema, y era que ya no se amaban, y eso mientras más crecía se hacía más obvio. Pero Pedro entendió que lo que ellos decidieran no tendría porque afectarle. Entonces después de llorar, se atrevió a hablar.
- Sí, es verdad – dijo con la voz quebrada y aún en llanto – pero sigo siendo su hijo, y eso no tendría por qué afectarlo.
- Para mí ya no – dijo su padre.
- Para mí tampoco – dijo su madre.
Al escuchar eso, Pedro lloró tanto, que sus lagrimas hicieron que el lodo se hiciera más líquido y este se lo tragara más.
- No nos vuelvas a hablar – dijeron los dos señores.
Pedro se hundía en llanto y en el barro del lodo, hasta que lo tapó por completo y no podía ver nada, pero pensó y pensó, y dijo.
- Mi mamá no reaccionaría así, a ella le hubiera costado trabajo, pero lo habría entendido – dejó de llorar y se puso a pensar bien – mi papá tampoco habría reaccionado así, quizá sólo me dejaría de hablar por un tiempo, pero me volvería a hablar.
Se dio cuenta que todo fue producto de su imaginación, y de cómo visualizaba a sus pares cuando era joven, pero ellos ya no eran así, de hecho, aprendieron a quererse de nuevo, y se llevaban mejor que nunca. Y en realidad lo hubieran apoyado con cualquier decisión que él tomara. Pero siempre tuvo miedo de decirlo. Dejó de llorar y respiró profundo. Abrió los ojos y estaba acostado en el piso. Max se le acercó y lo lamió. Pedro lo abrazó y empezó a llorar. Se levantó y comenzaron a caminar de nuevo.
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Un Lugar Seguro
Short StoryPedro se encontraba cansado de su vida, y había olvidado lo hermoso que se siente vivirla. Hasta que sufre un accidente y descubre un lugar donde puede enfrentarse contra todas las cosas que lo atormentan y poder sentirse mejor con él mismo.