III

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"Estampas"

"Estampas"

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[CATORCE AÑOS ATRÁS]

DALTON KENNEDY

Dalton detestaba todo sobre los hospitales. El movimiento continuo del hospital lo agitaba y el olor a alcohol etílico picaba en su nariz y asfixiaba sus pulmones.

El talón de su bota rebotando contra el piso, sus codos descansando sobre sus rodillas y sus manos cruzadas delante de sus ojos cerrados. No importaba cuantos amigos cayeran en combate, nunca dejaba de doler cuando perdía a otro. Al principio Dalton pensó que el dolor se iría, que el tener experiencia en el duelo le ayudaría a sobrellevarlo mejor. Pero al final cada pérdida dolía diferente y cada una ardía más que la anterior.

Michael, ni se te ocurra morirte... Dalton suplicó experimentando el momentáneo sentimiento de desespero que lograba filtrarse por entre las grietas de las paredes de su corazón, sentía esa amarga emoción esparcirse por su cuerpo como veneno cruzando sus venas.

Dalton cambiaría de lugares con Michael en un instante, sin pensarlo ni un segundo. Su mejor amigo se encontraba en el quirófano luchando por su vida mientras Dalton no podía hacer más que sentarse y esperar. Habían concluido una misión de reconocimiento en campo enemigo, lo cual concluyó en la muerte de dos integrantes de su pelotón y lesiones de gravedad para otros dos de sus camaradas. Michael era el más grave de los dos sobrevivientes.

Respiró lento y profundo en un vano intento por calmar su agitado corazón. Apretó las manos y cerró los ojos con más fuerza. Se sentía al borde del desespero apunto de ser consumido por la oscuridad que se sentía tan familiar como cualquier otra emoción albergada en su pecho.

De pronto, sintió algo en su frente, algo pegajoso y plano. Miró por encima de sus manos y encontró a un niño de mejillas regordetas y cabello castaño. El niño tenía grandes ojos cafés tan penetrantes que ante la luz su color simulaba las brasas posteriores a un incendio.

El infante apuntó hacia él, su pequeño y rosado dedito señalando su frente.

—Es para la buena suerte.

Dalton frunció el ceño y se llevó la mano a la frente, sintiendo el pedazo de papel plastificado pegado en su piel. Gracias a su sentido del tacto, pudo determinar la figura se trataba de un trébol de cuatro hojas.

—¿Una estampita? —cuestionó para sí mismo.

—Sip.

El pequeño miró sobre su hombro antes de confesar por lo bajo.

—Mis estampitas tienen magia.

Dalton alzó las cejas fingiendo asombro.

—¿De verdad?

El niño asintió muy rápido.

—De verdad. Los hice yo mismo —anunció orgulloso, abriendo su lonchera, exhibiendo el resto de las coloridas estampas en su interior—. Cada una tiene un superpoder distinto.

MI SEXY MILITAR (YAOI HARD 18+)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora