Es el mejor amigo de mi papá, el doble de viejo que yo... y es mi guardaespaldas.
Un joven en apuros, un militar con un objetivo, un romance prohibido.
Jake Norton necesitaba protección y la necesitaba ahora. Con sicarios tras su cabeza, amenazas en...
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JAKE NORTON
Jake intentó seguir la instrucción, de verdad que sí, pero sus manos sólo no respondían, sus piernas menos. No era capaz siquiera de procesar la orden, apenas podía pensar con claridad. Aunque, siendo justos... ¿Quién pensaría claro con la punta de una pistola en la frente?
—Dije, ¡Rodillas en el suelo, manos en tu nuca! —el hombre enmascarado ladró golpeando la frente de Jake con la boquilla de su pistola.
Una pistola Beretta 92FS Inox, pequeña en tamaño pero capaz de volarle la cabeza entera de un balazo. Su padre estaría orgulloso de él por saber el nombre del arma, recibiría una felicitación suya incluso. A como iba la situación, probablemente la recibiría pronto. A esa proximidad, después de jalar el gatillo no habría pared en esa habitación de hospital que no tuviera los restos de su cráneo encima.
Entrando en razón, Jake llevó sus temblorosas manos a su nuca y despacio se arrodilló frente al enmascarado. El enmascarado, acercó el walkie talkie pegado en su hombro a su boca y presionó un botón.
—A14 aquí, el objetivo ha sido capturado, piso diez, habitación 20-E.
Antes de recibir confirmación, la cabeza del enmascarado fue atravesada por una bala que impactó contra la pared detrás de él. El enmascarado cayó al suelo, justo frente a Jake, empapándolo con las gotas de su sangre.
Jake miró en dirección opuesta, hacia la ventana que se encontraba perforada por un agujero limpio rodeado de grietas que, ante la menor agitación, caerían fragmentadas al suelo. Alguien debió disparar desde el edificio contiguo, un francotirador quizá.
A rastras, Jake salió de la habitación, esperando evitar cualquier posible balazo del francotirador misterioso. El olor a alcohol etílico del hospital estaba revolviéndole el estómago y el olor a sangre sólo estaba empeorando sus náuseas.
Una vez afuera se puso de pie de nuevo. Miró a ambos lados y caminó con cautela entre los pasillos. Su corazón latía fuerte, tanto que casi temía que emitiera ecos que delataran su paradero. Quienes fueran los que estuvieran en su búsqueda, parecían empeñados en capturarlo. Al punto de acorralarlo dentro de un hospital público.
Jake se detuvo de golpe, escuchó los pesados pasos de personas acercándose, el clásico sonido de botas militares chocando contra el piso. Miró a su alrededor en busca de algún lugar donde esconderse. Fue de puerta en puerta buscando alguna sin seguro, terminó ocultándose dentro de un cuarto de escobas.
Jake cerró la puerta y retrocedió pegando la espalda contra la pared, mirada atenta a la ventana que opacaba la imagen a través del cristal, lo suficiente para solo distinguir siluetas pero no rostros.
Su tiritante mano sujetó una escoba con fuerza, esperando usarla como arma provisional en caso de que encontraran su paradero. Los pasos se escuchaban lejanos pero lo suficientemente cercanos para poder contarlos. Jake calculaba que estaban a al menos dos pasillos de distancia.
