La muerte del hijo de un multimillonario.
La incertidumbre del verdadero investigador al mando.
Y la necesidad de obtener un ascenso y reconocimiento.
Llevan a Carlos a tomar aquel difícil caso, que el mundo tiene puesto en la mira.
Solo que Lando...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Él sonido de un disparo resonó por toda la habitación.
Un familiar llegó al poco tiempo. Llamó a la policía y en menos de veinte minutos ya se transmitía la noticia.
— Max Verstappen, el hijo del multimillonario Jos Verstappen, fue encontrado muerto en su habitación hacia las cuatro y quince de la tarde en su departamento. Al parecer podría tratarse de un homicidio pero las autoridades aún investigan el lugar de los hechos.
Miró su reloj.
Marcaban las cuatro y media. Sonrió.
Dio el último sorbo a su café y salió del lugar.
Esa mañana se había levantado con un buen presentimiento, luego de una sequía de buen e interesante trabajo. Había pasado dos semanas enteras leyendo periódicos, haciendo llamadas y viendo noticias. Dos semanas donde no había conseguido absolutamente nada.
Y como todas las tardes de sus últimos monótonos días, acudió a aquella cafetería en busca de su mismo expreso americano de siempre, mientras suspiraba y se lamentaba de su supuesta miseria. Hasta que aquella linda chica de cabello castaño y senos grandes en el televisor, lo salvó con aquella nota mórbida y amarillista en el noticiero nacional.
El país era pequeño. Se había vuelto famoso en los últimos meses, no solo entre la gente de su mismo oficio sino para la gente en general. Y en lugar de ricos la fama se premia. Amaba Mónaco más que a su propia patria. Era interesante y relajante pero sobre todo, lujoso. Y a él le encantaban los lujos y todo lo relacionado a ello. Por eso se preocupó cuando casos de importancia dejaron de ocurrir y lo dejaron de llamar. Su fama estaba empezando a desaparecer, y no podía dejarse caer en un momento tan bueno que le daba la vida.
Así que por eso se sintió afortunado cuando se dio cuenta que el suceso que pasaban por televisión y que todo Mónaco estaba viendo, había ocurrido a un par de cuadras de la cafetería donde se encontraban.
No lo habían llamado ni nada por el estilo pero eso era lo último que le importaba. El no necesitaba presentación. Estaba seguro de que con su sola presencia sería más que suficiente para que lo dejarán pasar la cinta de seguridad. Además conocía al director del departamento de policía y para su suerte le debía un favor. No podía dejar perder aquella oportunidad. Ese caso tenía que ser suyo.
Tenía que ser de Lando Norris.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
