Capítulo 2

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Any nunca olvidaría el día en que vio por primera vez a Alfonso Herrera. Su familia había recorrido más de mil kilómetros desde su lugar de origen a causa del ascenso de su padre en la empresa para la que trabajaba. Tanto su padre como su madre habían intentado explicarle los motivos del traslado; entonces ella tenía cinco años, y lo único que entendía era que ya no iba a estar cerca de su abuela ni de sus primos, con quienes había compartido tantos ratos de felicidad. Jamás se había sentido tan sola.

Aquel día Any se sentó en las escaleras de la nueva casa, echando de menos tener una persona con quien jugar. Alguien que la conociera, a quien le importara.

—¿Por qué lloras?

Any no había visto a nadie por los alrededores, y la voz la sobresaltó. Se secó los ojos y miró hacia arriba. Vio la figura de un chico recortada contra el sol, y guiñó los ojos.

Era bastante mayor que ella, eso era seguro. Y también era alto. Pero lo que más le llamó la atención fue su pelo rubio dorado. Nunca había visto ese color de pelo, y menos en un chico. A la luz del sol parecía casi blanco.

Cuando él se acercó un poco más Any pudo ver su cara con más claridad; lo que encontró en sus ojos la sorprendió. Parecía preocupado por ella, como si de verdad le importase que estuviera allí llorando sola.

—¿Te has hecho daño? —preguntó él al ver que ella lo miraba sin decir nada.

Any movió la cabeza y se secó los ojos con el dorso de la mano. Él se sentó en un escalón más abajo que ella para estar a su nivel.

—¿Cómo te llamas?

—Any.

—¿Any? ¿De Anahí?

—Anahí.

—Ah, es un nombre muy bonito. Yo me llamo Alfonso —dijo, mirando hacia la puerta—. ¿Esta es tu casa?

Any asintió.

—No llevas mucho tiempo en ella, ¿verdad? Ella movió la cabeza.

—Ya lo suponía —continuó Alfonso, señalando la casa contigua—. Yo vivo ahí. Any miró en silencio la casa blanca de dos plantas.

—¿Vas al colegio?

Any movió la cabeza otra vez.


Él sonrió y Any pensó que nunca había visto una sonrisa tan pálida y afectuosa.

—No te gusta mucho hablar, ¿eh?

—Pues mi madre dice que no paro de hablar.

—¿Te ha dicho ella que no hables con desconocidos? Any asintió.

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