TRES

9K 706 402
                                    

3

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

3. Mañana.

La mujer frente a mí sonreía con malicia.

De acuerdo, no es la primera vez que veo ese gesto en su rostro, de hecho, anteriormente también lo había visto y es mi deber decir que no termina bien.

Pues en la primera ocasión, ella puso esa cara cuando tenía doce años y le mencioné que la niña con la que debía protagonizar una obra escolar me había dicho que le gustaba, lo cual fue traumático para un niño de doce años.

Siendo como soy.

Al final, terminé diciéndole a la niña que si me volvía a decir lo mismo le diría a mi mamá. Algo que no le gustó, ya que se alejó y no volvió a buscarme.

Desde ese día supe, o pensé que la soltería podría ser una buena opción.

Claro, cuando empecé a crecer mis pensamientos cambiaron enormemente, veía a mi gemelo salir con chicas sin nada serio y aunque yo no quisiera ser un mujeriego no pude evitar pensar en cómo sería mi cita con alguien.

Nunca respondí a esa pregunta.

Hasta ahora, no he tenido una cita.

Es por eso que la sonrisa de la anciana me abruma. Parece que en cualquier momento saltará con una nueva idea perversa en su cerebro de setenta años. A decir verdad no recuerdo qué edad tiene, solo espero que no sea tan peligrosa.

Carraspeé, removiéndome en mi lugar.

Me ponían nervioso las miradas fijas o todo lo que tuviera que ver con la atención de las personas.

Por eso mismo me encontraba mirando de lado a lado a ver si podía escapar de alguna manera. Excepto que, al mirar hacia la sala, la sonrisa de mi abuelo era enorme, mientras me observaba al mismo tiempo que bebía de su café

Me puse de pie

—Bien, ¿qué pasa? —exclamé

Nora sonrió grandemente

—Te noto nerviosito.

—No estoy nerviosito —bufé por el término inventado—. O... bueno, lo estoy, pero sus caras no me ayudan en nada, ¿puedo saber qué están planeando?

Ninguno me respondió en ese momento. Mi abuela soltó un suspiro, pasando ahora a servir el chocolate caliente en dos tazas distintas, donde una era la mía

Tenía un spiderman como decoración

Tenía ocho años cuando la dejé aquí por accidente.

Aún me gusta, creo.

—Verás—me tendió la taza así que la tomé y me volví a sentar en el taburete de la barra, ella se ubicó en la silla frente a mí—. Quiero que me cuentes por qué no dijiste nada mientras los vecinos estuvieron aquí.

Invierno de colores✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora