"Los veinte elegidos"
Tal y como ella había dicho, en el piso veintidós nos encontramos con el mismísimo Giovanni Riverson, que miraba su reloj de muñeca con nerviosismo.
— ¡Por fin! ¿Dónde os habíais metido? —cuestionó histérico—. ¿Estáis todos? —comenzó a contarnos rápidamente—. Sois treinta, ¿no? Bien. Vamos.
Le seguimos hasta una especie de sala de conferencias, donde los otros setenta elegidos estaban sentados en las aparentemente comodísimas butacas dispuestas de manera que rodeaban un escenario. Este, iluminado, tenía una mesa ocupada por varias personas muy bien vestidas.
Giovanni se sentó junto a aquel equipo que ya estaba dispuesto y en su sitio. Las conversaciones cesaron inmediatamente. Todos esperaban ansiosos saber qué era lo que iba a pasar.
—Para comenzar, os quiero dar las gracias por haberos interesado en nuestra oferta —dijo intentando simular algo parecido a una sonrisa—. Seguro que estáis ansiosos por comenzar y por ser elegidos por Tuvulcano para probar nuestro nuevo software... Tenemos una lista de todos los que están aquí, menos las tres personas que al final han optado por no presentarse, por lo que somos noventa y siete.
“Así tendremos más posibilidades de ganar”, pensé aliviada.
—No pongas esa cara de alegría —me susurró Julio—. Solo porque tres no se hayan presentado no vamos a ganar de forma absoluta...
—Ahora os llamaremos de tres en tres por orden alfabético e iréis saliendo ordenadamente. Fuera os encontraréis a los psicólogos de la empresa, que os realizarán un pequeño cuestionario. Después, os volveréis a reunir en la sala que hay al fondo del pasillo. Allí os invitarán a almorzar y una o dos horas después os entregaremos los resultados —dijo Giovanni—. Bien, comencemos. Rachel Adams, David Allen, Ian Arnold.
Dos chicos se levantaron y salieron de forma apresurada. Tras ellos, una rubia despampanante con largo pelo rizado se levantó con calma desde una de las últimas filas, tomándose su tiempo para llegar hasta la puerta. Llevaba una camiseta rosa chicle y unos pantalones blancos que le llegaban hasta un poco más encima de las rodillas. Su soberbia mirada hacía que la autoestima de cualquiera que la mirase bajase de forma alarmante.
Pasaron diez minutos hasta que avisaron a Giovanni de que el siguiente terceto podía salir. Mientras estábamos allí, nos dejaron hacer preguntas, pero no contestaron ninguna que tuviese que ver directamente con el concurso. Preferían desviar las cuestiones hacia la empresa en sí y a qué se dedicaba.
—Alexander Clark, Bernard Daniels, Elora Downpour.
Cuando Giovanni dijo mi nombre me levanté de un salto y me despedí de Julio, que me miró con melancolía mientras abandonaba el salón.
Varios hombres altos, y de rostros severos esperaban tras la puerta.
— ¿Sois el grupo número seis? —preguntó uno de ellos. Llevaba gruesas gafas que impedían llegar a percibir el color real de sus ojos.
Miré a los otro dos convocados y me asombré al ver que uno de ellos era aquel chico de ojos grises que había visto anteriormente subir al autobús y sentí como un escalofrío recorría mi espalda.
En cambio, el otro joven parecía más nervioso y tímido. Llevaba gafas, una larga nariz y ojos pequeños. Su cabello era castaño, como sus ojos y era algo gordito y de mi estatura.
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La Última Partida
Ficțiune adolescențiTurvulcano, una empresa de consolas, ha creado un casco de realidad virtual. Veinte jóvenes afortunados tienen la oportunidad de probar su nuevo y violento videojuego para mejorarlo. El software cada vez va adquiriendo más facultades reales hasta el...