Epílogo.

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Taehyung despertó con una bola de pelo acurrucada en sus pies, la sensación espeluznante le hizo levantarse de golpe, arrastrarse en las sábanas de la cama y caer al piso. La cosa peluda se alzó entre las sábanas, meneó su cola y le dedicó un maullido.

Era un maldito gato.

La criatura lo miraba creída desde lo alto de la cama al tiempo que lamía su pata, seguramente pensando en el patético ser humano que debía ser por estar desnudo en la alfombra, asustándose solo por un tierno gatito que debería ser más querido que él. Taehyung quitó ese pensamiento de hacer que las mascotas pensaran por él, y sus ojos se fijaron en lo que estaba al lado de ese gato. Observó el cuerpo desnudo que dormía boca abajo y el rostro apacible que estaba apoyado en esos brazos. Ese torso debería ser la tentación y la maldición, porque era atractivo cómo esa línea se alzaba en los hombros, descendiendo por la parte baja para mostrar ese trasero que podía ser mordido y nalgueado, ni que hablar de las jugosas piernas.

Nunca creyó volver a encontrar al pelinegro después de varios años, ni que el hombre se haya convertido en su tipo ideal: un hombre que fuera risueño, juguetón, pasional y bueno con la coquetería que le haría decir sí en un segundo. Dios, tantos años de haberse negado a tener relaciones con alguien, le habían destruido el cerebro, porque ahora quería hacerlo todos los días y a todas las horas. Quizás inconscientemente había estado esperando a esa persona que le hiciera olvidar la fuerte conexión que tuvo. Sin embargo, nadie se comparaba a los años maravillosos que tuvo con la persona que tenía su mismo nivel de travesura, inteligencia y una mente maquiavélica. Ambos eran unos engranes que debían de funcionar juntos, y si los separaban cada uno no podría arruinarse. Aunque en el principio se habían llevado muy mal e incluso llegaron a los golpes, allí aprendió que los enemigos servían más como aliados, volviéndose invencibles juntos.

Hoseok era un tarado, un creído y un burlón. Todo un imbécil, pero que podría apiadarse de los más débiles y defenderlos, eso era lo que más le había gustado del joven pelinegro. Lo había admirado en secreto e imaginó unas cuantas veces que este le robara su primer beso en los labios. Y por supuesto, pasó, siendo el inicio de la tragedia.

Alguien carraspeó, provocando que saliera de su burbuja de contemplación y mirara a esa boca que se estiraba con una sonrisa perezosa. Taehyung al ver esas pupilas en él, sus ojos se desviaron y sus manos estiraron las sábanas para taparse.

Por un carajo que había olvidado haber corrido al departamento de Hoseok como un loco al enterarse que vivía cerca de Jimin, para luego acostarse con el pelinegro. No lo había pensado mucho, solo salió de esa casa y desapareció entre las puertas hasta encontrar una que decía: Jung Hoseok. Y luego de eso, solo hubo sexo duro en su mente.

Tal mal debió de verse entrando en la casa de un desconocido y haberse acostado con él en los ojos de sus amigos. Se cubrió el rostro, queriendo desaparecer en ese mismo momento.

—Sé que estás allí, suelta esa cosa —murmuró Hoseok con la voz ronca propio del alcohol tomado y los gemidos que hizo en la noche anterior—, menos te atrevas a huir.

—¡No lo voy a hacer! —salió de la cosa y descubrió su rostro, mostrando desafío y enojo. Claro, había caído otra vez en la provocación de ese pelinegro. Maldición—. Está bien, está bien... yo...

—Dijiste que me amabas, Tae —Hoseok se sentó, sacando una ligera sonrisa de sus labios, provocando que el castaño en la alfombra pegara su rostro al suelo y sus mejillas se colorearan—, ¿es verdad o fue algo del momento?

—Yo... no me hagas decirlo... —murmuró, ocultándose de esos ojos.

—No te haré decirlo, Tae. No soy ese tipo de hombre —Hoseok se levantó de la cama y encontró sus bóxer en el suelo para ponérselo—. Haré el desayuno, puedes usar el baño y mis ropas.

El destructor de la navidad; alias TaehyungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora