Chifuyu entra a su apartamento con la batería al mínimo. De su celular y de su cuerpo, y antes de que la de su celular se apague por completo, se apresura para enviar lo que reza sea un último mensaje.
Llegué bien, Shu. Me voy a bañar y a dormir que estoy muerto.
Enseguida obtiene una respuesta y, aunque no tenga la energía suficiente para ponerse a discutir, continúa lo que sabe va a derivar en una pelea. Esta vez porque no tuvo tiempo en el trabajo para llamarlo y eso, aparentemente, es sospechoso.
Después de explicarle más de tres veces que no, no está agotado porque anduvo tonteando con sus compañeros sino porque es sábado y la gente sale más de lo usual y que, como este trabajo en el bar es relativamente nuevo tiene que cuidarlo y evitar pasar tiempo con el teléfono, todo ápice de hambre que tenía hasta hace momentos se evapora. Tiene que hacer un esfuerzo inhumano para meterse a la ducha. Lo que le da el ánimo que necesita es saber que mañana no es día laboral ni tiene que ir a clases (lo que no significa que pueda darse el lujo de no estudiar, pero al menos va a poder hacerlo desde su cama). Otra cosa que le da aliento es saber que va a poder dormir. Dormir de verdad, sin molestos gemidos y golpeteos ya que, desde hace tres días, el vecino de arriba dejó de traer invitados para esas sesiones de sexo intenso que sabe tener. Chifuyu no está seguro si eso se debe a que el tipo se apiadó de él o si se le agotaron los compañeros sexuales, pero de igual modo está agradecido.
Ya en su cama, y aunque con una sensación de vacío en el estómago, se dispone a relajarse y dormir. Llega a cerrar los ojos y oler en su almohada la fragancia del nuevo jabón para la ropa que compró. Es suave, huele como a lavanda y bergamota y eso le saca lo que probablemente sea la primera sonrisa del día. Pero la gentil promesa de un sueño pleno no le dura mucho, porque a los pocos minutos escucha risas, pasos y un chirrido largo, como de un mueble siendo arrastrado. Como de una cama moviéndose.
Como de su vecino a punto de tener sexo.
Chifuyu cree saber lo que le espera porque ya se había acostumbrado al ritmo del tipo. Por lo menos media hora de sexo duro con un mínimo de dos rondas. Y no se equivoca. Eso sucede, esa misma noche con una chica a la que le gusta gritar más de la cuenta. La diferencia, esta vez, es que la cosa no termina ahí. A las 3 de la mañana Chifuyu escucha murmullos, pasos y puertas cerrarse, por lo que asegura que el calvario terminó, pero, lejos de estar en lo cierto, no sólo no terminó, sino que pronto comprende que llega una tercera persona, ya que vuelve a escuchar a la chica, a su vecino, y otra voz masculina unírseles en la faena. Cuatro horas después, el repentino silencio que proviene del piso de arriba es compensado con el cantar de los pájaros por la mañana.
Las ojeras de Chifuyu están llegándole a las mejillas, y el que esté más delgado no ayuda para nada a su aspecto. Su palidez no es la habitual tampoco, sino que tiene una tonalidad gris algo apagada que contrasta pobremente con los enormes ojos claros que heredó de su madre. Quien no lo conoce diría que es un adicto al crack. En este momento desearía serlo, así no tendría que lidiar, al menos no conscientemente, con las conquistas nocturnas de su vecino. Es tanto lo que le jode el descanso, que considera pedirle que tenga sexo en horarios en donde él esté trabajando, pero eso significaría verlo de nuevo y Chifuyu no está preparado mentalmente para tener charlas con un tipo que lo invitó a pasar la noche con él al momento de insultarlo. Así que decide soportar y esperar tan sólo... adaptarse.
Durante la siguiente semana prueba de todo. Dormir con auriculares puestos (que le resultan incómodos y eventualmente se termina quitando), dejar la televisión prendida en un volumen alto (pero eso sólo impide que pueda dormir y dormir es el punto de todo eso), y hasta mover su cama al living (en donde la acústica sigue siendo buena porque no deja de escuchar los gemidos y gritos de arriba). Las únicas noches en las que logra pegar un ojo son aquellas que pasa en la casa de su novio. El precio a pagar es una pelea distinta cada vez que va, pero con eso consigue descansar así que no deja que le pese.
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El vecino de arriba - Bajifuyu
FanficCuando Chifuyu se mudó, en lo que menos pensó fue que no iba a poder dormir por culpa de los diferentes gemidos que venían del piso de arriba. Cuando conoció al vecino causante de dichos gemidos, los motivos por los que dejó de dormir cambiaron drás...