En esta historia tu eres la villana.
Los secretos de Dumbledore debieron ser difundidos pero en vez de eso, tu los utilizaste, lograste lo que Geller Grindelwald no obtuvo.
Cómo una chica con sed de venganza logro enamorar a un tejón.
¿Le diste amor...
Entre las penumbras del cementerio y las tumbas tristes que hay se encontraban, las luces de una vieja casa abandonada brillaban en la oscuridad, esperando a ser descubiertas por el anciano cuidador de aquel tenebroso lugar.
_Esos adolecentes no entienden el trabajo que hace uno para mantener el cementerio tranquilo_
El viejo dejo la tetera con agua para hervir en la estufa, y salió de su hogar a zancadas por la puerta trasera de su hogar, tomando en mano una lámpara de vela, caminó entre las lápidas con cuidado de no hacer ruido para sorprender a los "Jóvenes adolecentes" que supuestamente creía él, en la casa abandonada. Con cuidado entró y subió las escaleras escuchando una clara plática la cual no tenía sentido para él.
_Mi Lord debemos hacer un plan antes de ir tras el muchacho, dígame qué puedo hacer_
En momento eso fue lo único que el anciano logro escuchá antes de exaltarse por una serpiente gigante que pasaba justo a su lado, quien entró a un cuarto.
Dónde el señor tenebroso ordeno abrir la puerta para ver aquel viejo con curiosidad.
_Colagusano has pasar al hombre_
_Si señor_
Aún no sabía lo que pasaba, o como fue que el hombre dentro de la habitación se había enterado que estaba fuera del cuarto espiando.
_¡AvadaKedavra!_
Fue lo que aquel anciano logro escuchar por última vez. Pero en los sueños de el elegido lo último en escuchar fue aquella tetera hirviendo que chillaba sobre el fuego, haciendo que Potter se despertara asustado y sudando, levantándose de golpe por el sentir de las manos de Hermione Granger que lo sacudía.
_¿Estas bien? Harry_ -dijo Hermione esperando respuesta de su amigo-
_¿Qué? Ah... Sí_ -Harry algo adormecido observó a su amiga-
Mientras que los dos muchachos se alistaban para salir muchos los esperaban afuera.
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En la mansión Dumbledore, cerca de la zona selvática del Amazonas, dos personas discutían infalibles, como si esa discusión fuera el fin del mundo.
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