Prólogo

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Recuerdo la última vez que le vi. Pero no me refiero a la última vez que vi su cuerpo, frío e inerte, sino a la última vez que sus ojos reflejaban luz y su risa apagaba cualquier atisbo de tristeza.

- ¡Acércate, Liv! Te perderás las vistas

Alcé la mirada hacia la piedra donde estaba subido. Aproveché para analizarlo entero, con el pelo moreno mojado cayéndole por la frente, la sonrisa que le llegaba de oreja a oreja y ese cuerpo de escándalo invitándome a tirarnos juntos al mar.

- Amos, ten cuidado, nos podemos hacer daño

Me tendió la mano y le sonreí en respuesta.
Él tenía razón. La vista era inigualable.
El mar de Mallorca era infinito y no se podía diferenciar entre cielo y agua. Cada rayo de luz, cada nube...todo se reflejaba entre las olas y la espuma.

- ¿Te imaginas cómo sería poder volar? Yo creo que sería el superpoder que más me gustaría tener. Poder ir a dónde quiera y cuando quiera. Sentir el aire en la cara y ver todos los atardeceres del mundo - me di la vuelta para mirarle a sus ojos oscuros- y si tú estuvieras a mi lado para verlos, sería mejor aún.

- Liv, amor... estar contigo ya es como volar. Contigo siento que vuelo.

Sus labios cálidos se posaron sobre los míos y su mano acunó mi cara.

- ¿Estás preparada?

Sonreí nerviosa y le apreté la mano que aún tenía entrelazada con la mía.

- Preparada. A la de tres.
- Una...
- Dos... ¡Tres!

Salté. Y él, conmigo.
Cuando nos estampamos contra el agua lo primero que hice fue entrelazar mis piernas en su cintura.

- Eres una tramposilla.

Que bonita era su sonrisa. Uno no sabe apreciar las pequeñas cosas hasta que no las tiene. Uno no sabe cuánto puede llegar a frustrarse intentando recordar una sonrisa, una voz que cada vez está más lejos y aunque quieras, no consigues alcanzarla. Así estaba Amos ahora de mí. Inalcanzable, hasta tal punto, que intentar evocar su recuerdo era borroso e incierto.

- Amos, quiero que esto sea para siempre.
- Lo será. Tú y yo siempre.
- ¿Lo prometes?
- Lo prometo.
- ¿Incluso aunque tú y yo ya no?
- Tú y yo siempre, incluso aunque tú y yo, ya no.

Así dimos por finalizadas nuestras vacaciones de verano. Nuestras últimas vacaciones juntos. La primera llegada al invierno separados desde hacía cuatro años.
Hay que ver cómo vuela el tiempo y lo lento que parece pasar.
Esa fue la última vez que vi el brillo en sus ojos. Este es uno de mis recuerdos favoritos con él. Para mí, nuestra despedida. Esa que no pudimos tener, porque, cuando uno menos lo espera, todo cambia. Para bien o para mal, pero cambia.
Esta vez, hizo que toda mi vida se tambaleara, se derrumbara e hizo que todo se convirtiese en cenizas.

Esa fue la última vez que me permití enamorarme de alguien. La última vez que me dejé ser feliz con otra persona.
Dejé de buscar esa conexión que tanto ansiaba con alguien más y me centré en mi futuro.
Amos era mi mundo, era el futuro con el que soñaba.
Pero un par de años más tarde, como un soplo de aire fresco, apareció él.
Y aunque me negase a sentir algo así por alguien más, tanto mi mente como mi corazón sabían lo que pasaría. Lo inevitable y fugaz que me atraparía.
Lo intenso, lo novedoso y lo feliz que podía llegar a ser poder darme otra oportunidad.
De darnos una oportunidad.

Todas nuestras lunasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora