1. Feelings

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Los sentimientos de Sanemi siempre se mezclaban entre sí, como si de una bola de estambre se tratara. Nunca comprendió bien lo que sentía, tampoco le prestó mucha atención a eso.

Los sentimientos son una distracción.

Pensaba, hasta que conoció a Giyu Tomioka. El chico que robó salvajemente su corazón.

—Capítulo 1: Feelings.

Shinazugawa siempre se caracterizó por ser alguien rudo y grosero, no tenía muchas amistades, pues todos le tenían miedo.
Sus únicos amigos eran Kanae Kocho y Kumeno Masachika; la primera era una pilar reconocida y el otro era un cazador de su mismo rango.

Aunque Sanemi era temido, era admirado por algunos cazadores de menor rango. Era ágil, veloz y tal vez, un poco muy impulsivo.
Tenía una personalidad feroz y salvaje por lo que nadie se metía con él. Daba miedo, había que aceptarlo.

Pero... ¿Qué hay de sus sentimientos?

Nadie se ponía a pensar en ello. Como siempre, solo veían lo malo de él. Era como si de una maldición se tratara, desde que tiene memoria siempre fue tratado como una basura o ni siquiera volteaban a verlo.
Recuerda que el único que se acercó fue Kumeno, un joven dulce y demasiado alegre para su gusto. Molesto pero agradable y gentil, MUY gentil.

Se hicieron amigos al poco tiempo, y gracias a él pudo ingresar a la cofradía de cazadores.

Lo salvó.

Sanemi jamás olvidaría eso. Quería a Kumeno como a un hermano mayor, aunque jamás lo diría en voz alta.

Ahora, volvamos al presente.

¿Cómo era Sanemi en la actualidad?
Agresivo, impulsivo y maleducado. Eso es lo que diría la mayoría.

Pero en realidad, Shinazugawa Sanemi era el joven más dulce del mundo.
Aunque tenía su carácter, era cariñoso y se preocupaba por los demás. Amaba los dulces. Eran su adicción.

¿Estaba enojado? Comía un dulce.

¿Se sentía triste? Comía un dulce.

¿Estaba cansado? Comía un dulce.

Y cuando nos referimos a "dulce", hablamos del ohagi, su comida favorita.

Cada vez que hablaba sobre ohagi se le hacía agua la boca, literalmente. Por eso, pidió que para su cumpleaños n°18 le regalaran una bandeja repleta de ohagis.

Sanemi era tierno para sus amigos cercanos, para los demás era una bestia sedienta de sangre.

De acuerdo, puede que su actitud sea mala, pero ¿qué hay de lo que sentía?

Su corazón era tan confuso al igual que su mente. Estaba todo enredado, disparejo, imposible de acomodar, un revoltijo de pensamientos y emociones, y esto empeoraba cuando a Sanemi le interesaba algo o le gustaba.
Todo era un caos, como si un huracán hubiera pasado por su corazón y hubiera puesto todo al revés.

Lo odiaba, y mucho.

Pero por suerte, Sanemi nunca había pasado y tampoco pasará por eso.

Hasta que conoció al idiota de Tomioka.

Cuando lo vio por primera vez, algo se encendió en su corazón. Era un odio irracional hacia él.
Había oído de ese chico antes, era un pilar fuerte y hábil pero con carácter engreído y estoico. Vaya que no mentían. Su rostro era como el de un cadáver, frío y sombrío.

Lo odió desde ese día.

Recuerda cuando conectó miradas con el pelinegro y un escalofrío recorrió todo su cuerpo por esos ojos tan oscuros y profundos. Algo no terminaba de convencer al albino, por lo que decidió no prestarle atención y seguir con su camino. Aunque un mal sabor de boca se hizo presente luego de eso.

ᴀᴍᴏʀ ᴄᴏɴꜰᴜꜱᴏ • ɢɪʏᴜꜱᴀɴᴇ - [Pausada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora