2. Distinto.

105 8 0
                                    

—¿Qué es lo que ocurre contigo? —Inquirió Blaise con los brazos cruzados. Había escuchado cómo la puerta era sellada al terminar la pregunta. Blaise no le permitiría partir sin obtener una respuesta. 

Desde que lo conoció, sabía que la amistad con él sería de un grado diferente. No era del tipo de amistad que compartía con Crabbe y Goyle, Zabini tenía más expectativas en él y más similitudes de las que ambos creían. Muy pocas veces las habían compartido en voz alta, sin embargo, ninguno de los dos se sentía en plena confianza con el otro. Ambos sabían que no habían avanzado lo suficiente en su amistad como para confiarse el sufrimiento del otro. Aquel podía ser el día en que eso cambiara. 

Tragó saliva y observó con asco a Blaise, sabía que aquello no lo intimidaría. Aún así lo intentó. 

—Nada que te interese —Mencionó dándole un empujón al moreno con el hombro e intentando salir. La magia de su amigo se lo impidió—. Déjame en paz, Zabini. 

—No hasta que hables. Lo he dejado pasar, Draco. He dejado pasar esto por mucho tiempo, pero es suficiente, no puedo seguir dejando que te hundas en esta especie de miseria que crees que nadie nota. Puede que nadie más se de cuenta de ello, yo sí. Yo sí me doy cuenta y no necesito ser de tu familia para hacerlo —La voz de Blaise era seca, distante. No pensaba darle demasiada explicación de sus palabras, simplemente estaban allí, manifestándose y extendiendo una mano hacia Draco. El rubio no sabía si tomarla. 

Giró un poco la cabeza desde la puerta. El moreno estaba a unos metros de distancia, pero podía leer su expresión a la perfección. Draco sabía que no lo conocía lo suficiente como para saber un sinfín de cosas sobre él, sin embargo, había aprendido a leerlo, porque a pesar de ser una cáscara vacía para el resto de las personas, Blaise tenía una manera de demostrar sus sentimientos que no muchos lograba comprender. No se tomaban el tiempo para aprenderlo. 

Draco lo había hecho. 

—Sabes algo —Susurró. No era una pregunta, era una afirmación. Observó la mirada confundida desvanecerse del rostro de su amigo para ser reemplazada por una indiferente. Sabía que lo estaba leyendo—. Mierda, tú sabes algo ¿No es así? Por eso insistes tanto. 

—Draco, yo no-

—No, Blaise. No vengas con tus insolentes mentiras ¿Qué es lo que sabes? ¿Qué te dijeron? 

—Draco —El tono suave que el moreno empleaba provocaba un escalofrío en su cuerpo. Si pudiera definir al miedo como un momento, probablemente sería ese.

—¡Contéstame, carajo! 

—¡Que tu padre es mortífago! —Las palabras se amontonaron en la boca de Blaise cuando la varita de Draco le apuntaba. Un suspiro frenó los movimientos del rubio antes de siquiera ser consciente de lo que hacía. Zabini apretó los labios y observó a Draco con dolor, arrepentido ante la manera en la que había hablado—. Tu padre tomó una decisión por tu familia. 

Malfoy comenzó a negar y retroceder, sentía sus ojos picar sin comprender del todo por qué negaba. Era cierto, aunque deseaba que no lo fuera. 

—Tú no sabes nada —Musitó Draco observando con aversión a Blaise. Este intentaba alcanzarlo, pero Malfoy sentía que de tenerlo cerca no podría controlar sus ganas de golpearlo. 

—¿Crees que te lo dije para burlarme? Usa la cabeza, Draco. Tu padre y mi padre —hubo una pausa en esas palabras y el rubio observó perplejo como su amigo tragaba y retenía las lágrimas—, son socios. Y no precisamente por negocios. 

Aquel día comprendió que necesitaba de Blaise más de lo que creía. Y de alguna manera, lo hizo tomar una decisión. Decir que estaba de un bando era complicado, estaba del lado de la seguridad, aquel que le garantizaría una vida plena y la felicidad que merecía. La felicidad con la que un niño de quince años soñaba. 

Dominus UmbrarumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora