Prólogo.

155 12 0
                                    

El mundo mágico no era nada sin Harry Potter. Y eso hasta él mismo lo sabía.

Apenas era un niño cuando fue reconocido con potenciales extraordinarios por sobrevivir a un Avada en manos de Voldemort. Nadie se cuestionó cómo o por qué, simplemente se dejaron endulzar el oído de aquellas palabras en las que boca tras boca se afirmaba: Harry Potter había vencido a Voldemort. 

Y todos lo creyeron. 

Algunos lo hicieron porque lo necesitaban, necesitaban fundirse en aquella mentira y estar seguros en que sus vidas no estaban en peligro; otros porque les resultaba sencillo no verse involucrados en el sufrimiento que aquel mago había provocado en tanta gente; otros escondían sus túnicas, sus máscaras y su marca bajo la manga con la esperanza de vivir una vida plenamente normal con la familia que tanto habían deseado y que amaban. Ese porcentaje de gente que elegía no sufrir, muy en el fondo sabía que sufriría, porque no había algo más ilógico e irreal que un niño recién nacido deshaciéndose de un mago tan poderoso y tenebroso, como supuestamente lo era Harry Potter. 

Colocaron sus miedos y esperanzas sobre los hombros frágiles y piel delgada de un infante, esperando que su nulo entendimiento de la vida le permitiera sostenerlos. Porque, ¿cómo podía siquiera negarse? Era su trabajo. Se volvió suyo desde que abrió esos ojos esmeralda para apreciar el rostro de sus padres; era suyo desde el primer llanto nocturno que hizo a su madre levantarse en madrugada para acostarlo entre sus brazos; lo era cuando dio sus primeros pasos rodeado de personas con las que apenas compartía sangre; y lo es hasta la fecha, cuando se encuentra desaparecido. 

Porque cuando naces llamándote Harry Potter, tus opciones son limitadas: Piensa en los demás, no seas egoísta ¿Realmente dejarás a toda esa gente morir? Que poca humanidad hay en tu corazón. 

Todos buscan explicaciones al sufrir. Al caerse de la bicicleta, se preguntan qué fue lo que ocurrió y miran atrás para encontrar el problema de su mal momento: Una piedra. En las rupturas amorosas, la primera pregunta que se viene a la mente cuando la persona que más amas ha decidido dejarlo todo es "¿Por qué?" mientras tus ojos se llenan de lágrimas y tu pecho se comprime asqueado de dolor. Cuando no apruebas un examen por el cual pasaste días estudiando o quizás solo minutos, lloras entre hipidos intentando comprender por qué no puedes ser lo suficientemente inteligente para pasar algo que muchas personas antes que tú han pasado. Y la mayoría de veces, recibes la explicación a tu sufrimiento; te enteras del por qué ocurrió y por qué te hace sufrir. 

Harry Potter no tuvo el privilegio de una respuesta sensata detrás de esa pregunta. Nació para sufrir. Él no necesita explicaciones. 

¿Su muerte sería sufrida? O lo que haría a las personas llorar sería el miedo de no tener algo con lo que protegerse, algo que no sea ellos mismos. Porque seamos sinceros, a nadie le gustan las marcas de guerra en su cuerpo, nadie disfruta del título "sobreviviente". Ser salvado es mejor que ser el que salva. Pero no todos tienen la suerte de elegir el papel que quieren tomar. 

Y Harry era uno de ellos. 

Dominus UmbrarumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora