Eran las tres de la tarde cuando llegué por fin a casa. Habían sido unas semanas bastante agotadoras debido a mis exámenes universitarios y solo podía pensar en tirarme en la cama y dormir una buena siesta. Mi madre estaba en casa de mi hermana mayor ayudándola con su nuevo bebé, mi padre trabajando en el hospital y mis hermanas pequeñas aún no habían llegado de la escuela. Era simplemente perfecto el tener toda la casa para mí y, sobre todo, totalmente en silencio.
Entré en mi cuarto y dejé mi mochila en el suelo junto con mis zapatos y me lancé sobre el mullido colchón cerrando los ojos casi en el proceso pero, antes de entregarme a los brazos de Morfeo , puse la alarma ya que a las seis tenía que estar en la parroquia para ayudar a los niños que formaban parte del programa de integración a hacer los deberes y , en algunos casos, a aprender poco a poco nuestro idioma. Una vez todo a punto, me estiré y cerré los ojos sin pensar en nada más.
Desperté por el molesto sonido de mi teléfono, ya tenía que levantarme y, la verdad, estaba demasiado agotada todavía. Con los ojos aún cerrados me metí en el baño y me lavé la cara consiguiendo, por fin, despejarme. Se notaba más ambiente en la casa. Mamá seguro ya estaba de vuelta y las gemelas estarían sentadas merendando delante de la tele. Bajé los escalones tratando de hacer el menor ruido posible para darles un susto pero fui interceptada por mis dos hermanitas en cuanto pisé el último y las tres caímos , por suerte, en el sofá.
-¡¡Rosy, Rosy!!- gritaban emocionadas-¡¡Se nos ha caído un diente a cada una!!
-¿En serio?- asintieron- entonces esta noche debéis ponerlos debajo de vuestras almohadas para que el ratoncito Pérez os traiga una moneda- dije acariciándoles la cabeza.
-¡¡¡Síiiiiii!!!
Salieron corriendo como dos pequeñas liebres hacia la cocina gritando que iban a ser ricas por la mañana. No pude evitar sonreír mientras me levantaba y colocaba bien mi ropa. Fui a despedirme de mi madre que ya estaba liada con la cena.
-Hola mamá, ¿ qué tal están Sherry y el bebé?
-Hola mi vida, pues muy bien, el pequeño Calvin es un tragoncete y tu hermana...bueno, está un poco desbordada con los dos niños pero...
-Pero para eso estás tú- completé mientras la abrazaba- que eres la mejor abuela del mundo y la estás ayudando un montón.
-Zalamera- pellizcó mis mejillas- por cierto, ¿no tenías que ir hoy a la parroquia?
-Sip, por eso vine a coger una manzana y a darte un beso- besé su frente- despídeme de las gemelas.
-Ve con cuidado y no vengas muy tarde, ya sabes que no me gusta que estés en la calle...
-A horas intempestivas...síiii...ya lo sé...- terminé lo que estaba diciéndome.
-Anda vete o llegarás tarde.
-Está bien, nos vemos para la cena, te amo.
-Y yo a ti hija.
Me puse el abrigo y salí de casa hacia la parada del autobús justo a tiempo para montarme. Pasé todo el camino mirando por la ventanilla y deseando llegar para ver a mis niños después de casi dos semanas. Estar con ellos recargaba mi energía y me hacía creer en que la bondad aún existía en el mundo. Muchos de ellos pertenecían a familias desestructuradas en donde sus madres habían sido maltratadas o eran hijos de inmigrantes sin papeles que sobrevivían con lo que podían, algunos eran huérfanos y vivían con sus abuelos que eran ya mayores y no sabían ayudarlos con sus tareas. Sin darme cuenta, llegué a mi destino y entré en el salón parroquial en donde el resto de voluntarios me recibieron invitándome a un calentito café con pastas.
-Que bien que estés de vuelta Rosemary, los niños no paraban de preguntarnos cuándo podrían verte- dijo el padre Ángel.
-La verdad es que yo también tenía muchas ganas de estar con ellos, son bue...
Fui interrumpida por una marabunta de chiquillos que me rodearon dándome un gran abrazo y tirando de mi ropa para que me agachase haciendo que todos cayésemos al suelo amontonados.
-Vamos , vamos, que vais a aplastar a la pobre Rosy- indicó el sacerdote- sentaos en vuestro sitio para que podáis merendar antes de hacer vuestras tareas de la escuela.
-¡Síiii!-exclamaron al unísono mientras deshacían la maraña de piernas y brazos en la que nos habíamos convertido.
Me levanté y ayudé con los bocadillos y, una vez hubieron terminado, comenzamos con los ejercicios que les habían puesto sus maestros. El resto de la tarde pasó en un santiamén y, cuando quise darme cuenta, ya era hora de irme a casa. Estaba despidiendo a la última niña cuando el padre Ángel me llamó.
-Rosemary, antes de que te vayas quería comentarte una nueva actividad que me gustaría que llevases a cabo con los niños.
-Dígame padre, ¿en qué puedo ayudar?
-Ven, siéntate- indicó- me gustaría saber tu opinión sobre algo que me han propuesto desde otras parroquias vecinas.
-Cuénteme.
-Verás, se trata de escribir cartas.
-¿Escribir cartas? ¿Algo así como amigos por correspondencia?
-Algo así, solo que las cartas serían para los soldados que ahora mismo están desplazados cumpliendo alguna misión o en el frente.
-¿Soldados? ¿Cree que les gustaría recibir cartas de nuestros niños?- cuestioné.
-La verdad es que en la parroquia del padre Damián llevan ya un tiempo haciéndolo y, aunque hay algunos que no responden, la mayoría agradecen de buen grado el que haya gente preocupándose por ellos.
-Podríamos probar, no perdemos nada y a los niños seguro que les gustará.
-Pues el próximo día te pasaré la lista de los soldados del batallón que nos ha sido asignado para que comencéis- celebró risueño.
-Padre...
-¿Sí hija?
-Sabía que aceptaría, ¿verdad?
-No lo dudé ni por un instante- respondió-ya no te entretengo más, se está haciendo tarde y tu madre debe estar ya preocupada.
-Si no me marcho ya, no tardará en reportarme como desaparecida- reí mientras me levantaba- nos vemos mañana padre Ángel.
-Hasta mañana Rosemary, ve con cuidado.
Salí del edificio y me encaminé hacia la parada para coger el bus de regreso a casa. Cuando llegué, mi madre ya estaba esperándome en la puerta con el móvil en la mano preparado para llamar a mi padre al hospital para que comenzase las labores de búsqueda.
-Rosy, hija, me tenías en un sinvivir-dijo arrastrándome hacia dentro de la casa- lávate las manos y ve a la cocina que vamos a cenar tú y yo que las niñas ya están acostadas.
-Vale, pero llama a papá y dile que estoy bien que estoy segura que tus mensajes lo tienen preocupado-comenté levantando una ceja.
-Sí...será mejor que le diga que no estás tirada en ninguna cuneta antes de que abandone la guardia y salga a buscarte...-asintió rascándose la nuca.
Después de asearme y hablar con mi padre, cenamos una rica lasaña vegetal que me supo a gloria y hablamos sobre la propuesta del padre Ángel.
-Me parece una idea estupenda lo de las cartas hija- habló con la boca medio llena- seguro que les hace muy felices recibir unas palabras de aliento.
-Pienso lo mismo, mamá-repliqué en medio de un bostezo- aunque creo que por hoy me iré ya a la cama que mañana tengo que ir a la uni.
-Está bien mi niña, descansa y sueña bonito, te amo.
-Yo también te amo mami-susurré besando su frente- que duermas bien.
Subí a mi cuarto y, después de ponerme el pijama, me abandoné a la suavidad de las sábanas de mi calentita y amorosa cama.
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🖤EL CORAZÓN DEL GUERRERO🖤
RomanceRosemary tenía una vida tranquila y feliz junto a su familia, su voluntariado y sus estudios. En poco tiempo terminaría la universidad y cumpliría su sueño de ser trabajadora social. Alexander dedicó toda su vida a servir a su país siguiendo la trad...