Capítulo 4

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Después de que se las arreglara para escapar de la oficina de Yunho, Minki se dio una ducha rápida antes de retirarse a la pequeña biblioteca.

Cuando se había ido a vivir con la coalición, Yunho lo había puesto a cargo de organizar y catalogar la gran cantidad de libros que contenían toda la información e historia de los cambiaformas. En un primer momento asumió la tarea con resignación, pero pronto descubrió que tenía un don para ese trabajo. Había aprendido a amar la posibilidad de retirarse a la pequeña habitación y perderse en los numerosos libros de investigación.

Minki se daba cuenta que no era el más inteligente de los felinos de alrededor. ¡Qué diablos!, ni siquiera se había graduado en la secundaria, ya que se escapó de su último hogar de crianza abusiva a una edad muy temprana. Incluso si él obtuviera el diploma, aún no sería capaz de competir con algunos de los otros genios de la coalición, como Minwoo u Henry. Sin embargo, cuando se agarraba a esos libros y bebía toda la información sobre las diferentes razas de cambiaformas, sus sociedades, sus normas, sus gobiernos y su historia, sentía que una parte de él volvía a la vida. Una que antes había permanecido estancada.

Su último libro trataba de los cambiaformas Águilas, en los que tenía un particular punto de interés, ya que uno de sus amigos de la coalición lo era. Ahora estaban a punto de extinguirse, sólo había, que se supiera, un puñado de Águilas vivas. Eran tan raros que valían millones de dólares en el mercado de esclavos. Minki dejó escapar un silbido.

Ahora no le extrañaba que Yunho hubiera escondido a Riley en un lugar secreto, alejado.

Un susurro en la puerta lo hizo mirar con alarma, su cuerpo se agachó instintivamente en posición de combate. Incluso después de llevar viviendo seguro casi un año, su corazón siempre se tambaleaba cuando alguien aparecía de repente. Al instante regresaba a un tiempo en el que un sonido como ese anunciaba una paliza o algo peor. Dejó escapar un lento suspiro de alivio cuando vio que era Ten.

—Me has asustado —reconoció Minki, ya que Ten, sin duda, habría percibido el repunte de ansiedad que salió de él.

—Lo siento, sólo me detuve para hablar contigo unos minutos. —Ten hizo el resto del camino y se inclinó para mirar el libro que tenía Minki—. Wow, eso parece absolutamente aburrido.

Minki se encogió de hombros. Ahora que estaba solo con Ten, todos los sentimientos de camaradería que habían compartido antes parecían haberse evaporado, dejando atrás la torpeza de siempre. Se dio cuenta de que Ten había desviado la mirada, sus ojos parecían estudiarlo de una manera extraña, como si lo evaluara.

—No vuelvas a hacerlo —dijo Ten finalmente, con voz dura.

—¿Hacer qué? —Minki se revolvió, recordando todos los errores que había cometido en las últimas horas. Si bien no habían sido pocos los problemas, no pudo encontrar uno en particular que pudiera explicar la mirada feroz que Ten le regalaba.

—Ibas a irte con los jodidos Cuervos —acusó Ten.

El borde duro de la furia hizo estremecerse a Minki. — No quería que os hicieran daño a Minwoo ni a ti. Además, estaba preocupado porque los seres humanos no salieran perjudicados —se defendió Minki, su tripa apretada igual que siempre le ocurría cuando alguien se preocupaba o se enojaba con él.

Ten se acercó más y puso una mano sobre el hombro de Minki. Dándole una sacudida no muy suave, Ten dijo: —No estaba allí cuando te rescataron, pero he oído todo lo que Declan te hizo. Que casi no sobreviviste. ¿De verdad crees que sobrevivirías si pone sus garras en ti otra vez?

—No, yo no —respondió Minki honestamente. Eso le valió otra sacudida.

—¿Entonces por qué diablos empezaste a avanzar para entregarte a ellos?

Serie de los CP 08 - Una Navidad FelinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora