Capítulo 1

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Pensaba en las rosas rojas de mi jardín en casa, cómo estás florecían bajo el intenso invierno y el gran significado que tenían... el bebé que nunca fue. A pesar de su triste significado me encantaba verlas, me alegraba tanto ese rojo entre todo el blanco del jardín...mis rosas invernales.

Me sentía sedienta y con hambre, no tenía idea de cuánto tiempo había pasado pero todo este tiempo parecía que lo había llevado en un barco. En el tiempo que llevaba abordo tuve puesta una manta de color negro en la cabeza que bloqueaba mi vista, cuando comía levantaban la tela y me introducían cucharadas de avena con leche. Dormía en un pedazo de madera y solo tenía el largo de mi vestido roto para cubrirme del frio; cuando necesitaba ir al baño, lo hacía dentro de la misma celda, en lo que parecía ser una cubeta de madera que olía terrible.

Me encontraba sentada con la cabeza recargada en mis rodillas, escuchaba atenta mi alrededor; hacia tiempo habia notado la presencia de roedores y de otras personas, pero no entendía su idioma y parecían estar lejos de mi.

Escuche como la misma puerta de hierro que se encontraba a centímetros de mí se abría; sentí la presencia de alguien más y fue cuando alguien por fin me habló en nordus.

—Te quitaré la bolsa de la cabeza— dijo la voz de una mujer ya mayor.

Asentí con mi cabeza y me quedé en silencio, entonces sentí cómo removian la tela de mi cabeza y por fin veía mi alrededor. Quise llorar de ver donde me encontraba, ni en mis peores pesadillas había visto tal cosa, estaba en la parte de abajo del barco, todo era de una madera clara que con los años y la humedad se había vuelto lamosa y oscura. Estaba en una celda que era protegida por barrotes de hierro, pero no tenía que quejarme en lo absoluto, mi celda era la más amplia y estaba sola, frente a mí había dos celdas más repletas de personas, que no tenían un aspecto nordo, sus pieles eran morenas, sus cabellos lisos y oscuros.

—¿Cuanto tiempo llevo aquí?— le pregunte a la mujer.

Ella no quiso decirme nada y se guardo la tela que cubrió mi cabeza en uno de los bolsillos de su vestido gris.

—Por favor— le suplique, en eso se escucho la voz de un hombre por detrás de ella.

—Cuatro días

Por ver mi alrededor no note la presencia del hombre que se encontraba tras la mujer que iban a alimentarme; ambos tampoco parecían nordos, sus pieles eran blancas pero no como la de los nordos, era como la mía pero sabían hablar bien el idioma.

—Gracias— dije abriendo la boca para dar mi primer bocado.

Ambos me observaba comer en silencio, cuando volví a hablar

—¿Hacia dónde vamos?

—No puedes preguntar más— dijo la mujer molesta.

—Lo siento— dije bajando la mirada.

Termine de comer y se fueron. Los días siguiente fueron similar a la rutina de ese día, por las mañanas me daban una manzana, por las tardes me daban agua y una rebanada de pan y por las noches mi plato de avena con leche. A pesar de que el menú era de lo más austero y horrible no podia quejarme pues a las personas de las demás celdas solo les daban agua y pan. Mis compañeros de celda me observaban cada que podían, entre ellos había hombres, unas cuantas mujeres y niños.

Ya no podia mas con el fétido olor de nuestros desechos y el movimiento del barco que termine vomitando, lo que alarmó a las personas de arriba. Vino un hombre alto que no tenía cabello en su cabeza dejando al descubierto el dibujo de una serpiente en su piel. Abrió mi celda y me tomó del antebrazo, asustada me resisti pero él me cargó y me subió al exterior del barco, cuando salí mis ojos se toparon con la luz del sol y rápido me cubrí el rostro y escuche que se reian y decian que yo no soportaba la luz. El hombre me jalo y me llevó hasta un poste, ahí me sentó y amarro.

—Debes tomar el sol— dijo a secas para después irse.

Vaya que el hombre no mentía, mi piel se veía de lo mas palida y no quería ni imaginar cómo lucía mi rostro después de noches enteras llorando. Me dejaron el día entero quemándome bajo las llamaradas del potente sol, pero me puse feliz pues pude ver el mar, el cual era de un azul profundo y note que ya no hacia tanto frio, probablemente ya había salido de las costas de Norduslak, pensaba al ver el horizonte. Mientras lo hacia no podia evitar querer llorar pues no tenía control alguno sobre lo que me sucedería, solo pensaba en que quería regresar a casa...la cual ya no existía.

Analizando el tiempo descubrí que ya llevábamos dos semanas viajando y cada semana me sacaban al exterior a tomar el sol y respirar aire limpio, algo que no hacian con las demás personas que se encontraban ahí abajo conmigo.

Una tarde que me querían llevar les pedí si tambien podia sacar la cubeta con mis desecho a lo que accedieron, cuando volví el olor fue un poco más soportable. Pasaron los días y observe que los niños comenzaban a enfermar y no era de extrañarse entre el tumulto y la suciedad caían, por lo que una noche pedí a la mujer si podían ellos también tirar sus desechos a lo que se negó. Resiliente le pregunte lo mismo las próximas nueve noches y en todas dijo que no, pero la décima se canso de mi insistencia que dijo que una persona de que cada celda saldría a tirarlas.

Me fui a dormir contenta esa noche, pues aunque no había hecho mucho era algo, al día siguiente vi como llamaron a una hombre de cada celda y este tuvo el privilegio de subir y ver el mar solo para poder tirar aquellos desechos. Sin entender bien porque se los habían permitido, todos parecieron contentos de poder deshacerse del olor al menos por un corto periodo de tiempo.

Mis semanas en aquel horrible barco continuaron y así la aburrida rutina; envuelta en la soledad pues no podia comunicarme con nadie y la tristeza de saber que me alejaban de mi hogar, Norduslak. Una mañana fueron a buscarme, yo dormía sobre aquella madera cuando entró la mujer a mi celda

—Vamos tienes que salir— dijo despertandome.

Me puse en pie y esta me llevó a la parte de arriba, sentí el sol en mi rostro y sonreí como si del tacto de una persona amada se tratase. La mujer me alejo de ella y se dio la media vuelta para tomar una cubeta y después arrojarme agua. Me quede pasmada y solo abrí mis manos al sentir el agua sobre mi cuerpo.

—Debemos bañarte— dijo la mujer mientras tomaba otra cubeta.

Me empapó en agua limpia y yo no pude parar de gozar al sentir que lavaba un poco mi cuerpo, pues no podía desnudarme ahí frente a todos, la mujer me dio un pedazo de jabón que usaban para la ropa y dijo que tallara mi cuero cabelludo y eso hice. El baño término y se me permitió quedarme arriba para secarme.

Cuando el sol se metió me llevaron a mi celda y nuevamente me encerraron, pase la noche de lo más tranquila pues por fin me encontraba algo limpia, mientras dormitaba pensaba en los deliciosos baños que me daba en el palacio de karsiya, con esa agua caliente y los aceites que le ponían para suavizar mi piel.

Vaknau— me gritó en nordo la voz de un hombre, despertándome de mis sueños. Abrí mis ojos y el hombre que siempre acompañaba a la mujer abría mi celda, este me gritaba que despertara. Me senté en la madera y el me pidio que pusiera mis manos al frente para amarrarlas

—¿Qué sucede?

—No puedes hablar

Me quede callada y baje mi mirada a las muñecas de mis manos, rápido vi mi brazalete de aquamarinas que hasta ahora nadie había visto y discretamente lo escondí con la manga de mi vestido, de pronto sentí como me cubrían la cabeza con un pedazo de tela; rápido me puse histérica y comenzó a pedirle que parara que me explicaran que sucedía, pero nada de esto sucedió. El hombre me soltó y pareció haberse salido de la celda cerrándola con llave. Comencé a gritar pidiendo ayuda, pues no entendía por que tenía que cubrirme la cabeza.

Estuve lo que pareció el día entero ahí sentada sin poder ver ni poder mover mis brazos; comence a llorar pues comence a tener miedo, no sabía porque habian tomado esa decisión, me cuestionaba qué era lo que yo había hecho para que tomaran estas medidas.

ROSA INVERNAL Vol.IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora