3. Antes del amanecer.
El mundo estaba cambiando.
Se llenó de color y sensaciones. De caricias discretas. De besos robados a escondidas. De miradas furtivas y manos entrelazadas en la escuela o en el camino de regreso a casa. En un mundo feroz, Jongin y Kyungsoo rozaban y tejían el amor con sus dedos.
Existía el temor, por supuesto.
Un amor entre chicos jamás estaría permitido, pero en esos momentos de angustia y confusión, no había ojos que se fijaran, que se concentraran en ellos.
Así que decidieron vivirlo.
Fueron las mejores tardes. Las noches más memorables. Salían de la escuela jugando, riendo, buscando un sitio dónde poder ocultarse. Siempre lo encontraban. Algunas veces cerca de la granja del viejo Nowak. Otras, subían por la colina que llegaba hasta el sendero de estrellas. Para ese entonces los aviones de guerra cubrían el cielo con más frecuencia. Cuándo eso sucedía, Jongin jugaba a hacer trocitos la oscura bóveda celeste. Y esos trocitos imaginarios los ponía en las manos de Kyungsoo para después besarlo.
Besos de avellana, besos de fuego.
Y una noche sucedió.
Ocultos en el granero del señor Kowalski, con el cielo apagado por nubes que presagiaban tormenta. Jongin decidió arriesgarlo todo. Los besos para Kyungsoo se volvieron más atrevidos, sus caricias más audaces. Bajo la ropa sus dedos reconocieron la piel suave, su ser que cedía y sus labios exploraron sus rincones.
Kyungsoo le perteneció, en medio de suspiros y deseo.
Su cuerpo lo recibió con el mismo fuego que abrasó el corazón de Jongin. Tembló entre sus brazos con el vaivén de sus cuerpos. Jongin se impulsó, dentro, muy dentro de él, y cuándo todo terminó, el mundo colapsó por unos instantes.
La interrupción de la locura y el caos, duró hasta antes del amanecer, cuando el cielo limpio de nubes, dejó entrever las estrellas que aún titilaban. La tregua con el mundo se selló con la respiración suave de Kyungsoo, meciendo, arrullando, los tiernos sueños de Jongin. Repletos todos de él.
Antes de salir el sol, se despidieron entre sonrisas torpes y mejillas encendidas. Con ojos chispeantes y manos que no querían soltarse. Jongin llegó a casa con sabor de besos dulces y una insolente victoria. Llegó y se encontró con maletas, con muebles cubiertos por sábanas, con un ir y venir de sus padres mientras le anunciaban que regresarían cuánto antes a Corea.
El rumor de una invasión cobraba fuerza y ya nada tenían que hacer ahí dónde el peligro acechaba. Lo llevaron a rastras sin dejarlo despedirse. Sin dejarlo decir adiós a todo aquello que era tan importante. Jongin se marchó de Polonia sin dejar de volver la cabeza, esperando, pidiendo, qué alguien se lo contara a Kyungsoo y fuera corriendo a buscarlo.
No fue así, las cosas resultaron distintas.
Kyungsoo no se enteró de aquél viaje, no aquella aurora y Jongin no sabría jamás de la sorpresa del chico cuándo una nueva mañana brilló. Cuándo llegó a la escuela y vio vacío su pupitre. No sabría de su desesperación y de todas las personas que persiguió y todas las preguntas que hizo sin obtener una sola respuesta.
No supo que lo esperó en el sendero que conducía a las estrellas, de sus lágrimas ocultas en un rincón del viejo granero. De su petición al cielo de volver a verlo. De los días que se hicieron eternos sin sus besos de avellana.
No supo que lo dejó solo a merced de los aviones que apagaban las estrellas, del miedo a un mundo brutal, enloquecido; a las crisis de furia y de tristeza que se volvieron más frecuentes. Y a algo más terrible que Jongin descubriría más tarde...
No estaba en sus manos evitarlo. El destino jugaba y ellos eran puntitos en la inmensidad de un mundo, de un firmamento.
Los trocitos de papel hechos de cielo, se fueron apagando, se volvieron casi nada y terminaron rodando por el suelo.

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PAPER CUTS
FanficEl cielo sin estrellas es una gran hoja de papel que puede recortarse. * Historia escrita especialmente para el FANFIC FESTIVAL: KAISOO.