Capítulo 1: Primer encuentro de muchos

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Darel.

Muevo los rastrillos del camino. Estoy harto de decirle a Cooper que deje las cosas en su respectivo lugar. Nerida es otra que hace más de lo mismo. No me hacen caso, no soy autoridad para ellos... Las hormonas hace ya tiempo que no son escusa. Lo único que hacen es esconderse de mí para estar juntos y hacer cosas que no quiero imaginar, porque no entra en la mente de un hermano mayor que su hermana pequeña es toda una mujer ya.

Son mayores de edad. Nerida cumplió los dieciocho el mes pasado y eso, aunque en el mundo actual no sea importante, es un cambio generacional.

Hace diez meses que llegamos a la granja. La madre de Aleska nos dio las indicaciones para llegar. Era el antiguo hogar de ella. Nos informó de la cantidad de alimentos que había y como Cooper fue criado por Aleska, hemos creado extensiones de cultivo para alimentarnos eternamente.

Los primeros meses... No sabría decir si fue peor el camino para llegar en el que Cooper se intentó suicidar varias veces, presa del pánico por no poder ver a su hermana nunca más, o el llegar aquí y encontrar fotografías de ella por todos lados.

Con su padre, su madre, amigos de la familia... Había fotos de ella con las coletitas alrededor de su brillante pelo rubio, en la escuela, con los animales... Cooper en cuanto las vio las arrancó de sus cuadros y las escondió en una habitación que él mismo se apropió. Solo tuve la oportunidad de quedarme una en la que salía sonriendo con su padre, debería de tener dieciséis años. Incluso a esa edad ya era hermosa.

Cooper tardó un mes en hablarnos de nuevo. A Nerida fue la primera a la que le dirigió palabra. Supongo que fue lo normal ya que él me culpaba de haber dejado a Aleska para que muriera. Yo también me odié.

Con los meses se fue tranquilizando la cosa hasta el punto en el que nos encontramos ahora. Mi hermana y Cooper son como una especie de pareja, o al menos así actúan. Y yo me encargo de cuidar a los dos.

Nos encontramos al norte y estamos protegidos. Nadie viaja al norte porque se piensa que es zona infectada.

– Deja de ser tan ridículo – escucho la voz de Nerida.

Volteo para verlos salir de casa.

– No lo soy. Solo digo que sería bonito tener una cita como en el pasado.

Se encuentran felices. Lo sé. Por eso no me he opuesto a lo suyo.

– Tener una cita implica ser algo – bromea mi hermana – ¿Somos algo?

El color en las mejillas de Cooper es notorio.

– Sí, somos novios – su confusión se hace notar demasiado y la risa en mi hermana aumenta – ¿Lo somos, no?

– Claro que sí. Solo estoy riéndome de ti – se gira a verme – Darel, tú tuviste citas... ¿Dónde podríamos ir?

– Umm... Déjame que piense. Está la colina esa de ahí – señalo un montículo que está a cien metros – El huerto, el granero y ese banco.

– Joder... menuda mierda de mundo tenemos – se queja Cooper – ¿Dónde llevabas a tus citas?

– Al cine, a la bolera, a mi habitación...

– Qué asco, hermano.

No puedo dejar de sonreír y es que me gusta pensar en las cosas que hacía antes.

– Pero solo era así con las que me interesaban para una noche... Si me gustaban las trataba como diosas y elegía planes espectaculares.

– ¿Las que te gustaban? ¿Cómo quién?

– A Aleska la hubiera llevado a los mejores restaurantes.

Mi sonrisa desaparece cuando Cooper da un golpe al rastrillo y vuelve a entrar a casa.

KWIAT (Plantas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora