Capítulo 2: Reconocimiento inicial

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Aleska.

No puedo creer lo que veo cuando bajamos por la alcantarilla. Una escalera de metal se sujeta a la pared y es la que me facilidad bajar por el agujero.

No es un lugar sucio como esperaba. No es ni oscuro.

Hay luces en las paredes, los conductos de la alcantarilla sirven como calles para las personas. Las paredes son grises y blancas, un poco sucias, pero lo normal cuando se trata de un lugar tan transitado.

Personas sanas pasean por donde andamos nosotros. Vamos detrás del equipo de Heath.

– Para los nuevos, soy Heath, el capitán de los insurgentes. Ellos son Marina, Marcel e Isaac. Pertenecemos al grupo de la ONU que no quiso participar en las locuras que hacían en el lugar de donde hemos sacado a Aleska. Tenemos médicos, profesores, expolicías y personas del ejército. Cada uno está aquí porque quiere, porque le gusta ayudar y porque odia en lo que se ha convertido la sociedad restante.

– Antes éramos los que no acataban las órdenes y ahora somos los que les gusta cumplirlas – dice Marcel. El chico callado del coche.

– Sabemos lo necesario para continuar alimentando y cuidando de las trescientas personas que viven aquí con nosotros – continúa Heath.

– Pero tampoco somos expertos en lo ocurrido en los últimos años.

– Creo que ha quedado claro, Marcel – se hace de notar Heath – Lo que queremos decir es que sabemos lo que ocurre aquí, lo que dijeron por las noticias y la radio antes de que todo se destruyera y ya está. Solo sobrevivimos, nos alimentamos de lo que podemos y no hacemos la vida de otros imposible.

Durante su discurso no puedo dejar de ver a una niña de pocos años. Debe de haber nacido más tarde de la llegada del virus. Es increíble pensar que no ha conocido nada más allá de esto.

– ¿Podemos ir a ver ya a vuestro jefe? Tenemos prisa y queremos marcharnos – pregunta Darel.

– Nuestro jefe está en una expedición. Volverá mañana. Hoy os quedaréis aquí. Tampoco es que quisierais salir con todos los animales salvajes ahí fuera – recuerda Heath como si no hubiéramos caído en eso.

– No es un problema para nosotros – indica Cooper y luego se calla como si no hubiera dicho nada.

Nos dejan en una esquina de las alcantarillas. Han hecho paredes, o mejor dicho, muros que separan habitaciones. Estamos en frente de una, es pequeña y sin decoración. Una cama al medio es el único mueble.

– Mañana por la mañana saldremos al exterior. Está permitido durante el día. Si queréis, estáis invitados a venir. Cuando vuelva el jefe, hablaréis con él.

– Gracias, Heath.

– No hay de qué – se da media vuelva, dejándonos solos.

Volteo para ver a mis amigos, a mi familia.

No puedo creer, aún no asimilo, que estén aquí.

– Bien, ¿por dónde empezamos? – pregunta Nerida.

– Puede que por como sobreviviste al disparo, y que mierda te han hecho – gruñe Darel – Estás hecha polvo. No sé que locuras te han hecho... no las quiero imaginar Aleska. Además, ¿cómo has permitido que te traigan aquí como si nada? Y lo más preocupante de todo, ¿por qué no me estás cortando mientras hablo?

– Lo siento... es que estoy tan cansada.

– Quiere descansar por el viaje – dice Cooper, apoyándome y ayudándome a sentar sobre un colchón en tierra.

KWIAT (Plantas #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora