|| LEVI ACKERMAN ||
Me veo al espejo y no me reconozco. La mirada gris del reflejo se me hace desconocida y viene siendo de esa manera desde hace unos meses. No tengo ni idea sobre la razón por la cuál me siento como si no perteneciera a este lugar, a este cuerpo o a esta ropa; tampoco el porque siempre hay un cosquilleo constante en mi cuerpo cada vez que me paro detrás del altar a amenizar la misa.
—Padre Ackerman, estamos listos.
Un momento después estoy parado frente a todo el pueblo, compartiendo la palabra de nuestro señor. No. El señor de ellos, porque sé muy en el fondo que no es mío. Los dedos me arden cuando sostengo la hostia y es el momento en el que más incomodo me siento durante las homilías, el olor al incienso me genera picazón en la nariz y el agua bendita me genera un cosquilleo en la garganta lo suficiente molesto como para disfrutar el beber un poco de vino antes de limpiar la copa.
Mi boca se mueve al hablar de manera automática, mis palabras fluyen naturalmente pero mi mente está en blanco, es como si fuese un robot programado para seguir una rutina de lunes a domingo. Mis movimientos son antinaturales en mi cuerpo y siento que dentro de mi cabeza hay una batalla conmigo mismo. Pero no en sentido figurado, sino naturalmente.
He acudido con un terapeuta desde hace unos meses desde que empecé a sentirme así de extraño. Conduzco una hora en carretera para poder llegar a él y que no se dé cuenta que soy el sacerdote del pueblo más cercano. Nadie atendería a un sacerdote que busca ayuda de alguien más que no sea Dios.
Algo dentro de mí se ríe por ese pensamiento.
La última vez me pidió que le explicara lo que sentía o lo que me inquietaba, la mejor forma de explicar fue decirle: —Es como si dentro de mi hubiera dos yo batallando por controlar mi cuerpo, uno de ellos es más fuerte, pero está encadenado y no tiene mucha energía. Él está enojado, pero a la vez se divierte de estar encerrado... Y el otro es como si fuese una mentira, una ilusión y una burla. Y esa es la parte que controla mi cuerpo.
Anotó en su cuaderno y la hora de terapia terminó.
La misa termina y hago las actividades que me corresponden mientras se llega la hora de abrir el confesionario. Repartimos comida a los indigentes, atiendo al grupo de jóvenes que asisten a la iglesia y realizo actividades con los ancianos que buscan ser más activos para su avanzada edad. Mientras realizo todo eso, lo que sea que está dentro de mí bufa y se burla mientras tira de las cadenas que lo atan.
Pareciera que hablo en sentido figurado, pero es... literalmente. Puedo sentirlo.
Entro al confesionario cuando se llega la hora y las personas empiezan a llegar. La madre que castigó a sus hijos con el cinturón, la chica que habló a espaldas de su mejor amiga, el hombre que le fue infiel a su esposa, la anciana que le pegó con el bastón a unos niños que arruinaban sus flores y así se pasan las horas de la tarde. Pecados mínimos que inquietan a los fieles seguidores de Dios y que les quitan el sueño.
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ᴍᴀʀʀɪᴇᴅ ᴡɪᴛʜ ᴀ ᴅᴇᴍᴏɴ ✓
FanfictionᴀÑᴏ 1952 ᴜɴᴀ ᴍᴏɴᴊᴀ ʏ ᴜɴ ᴅᴇᴍᴏɴɪᴏ ᴀÑᴏ 2022 ᴜɴᴀ ᴇꜱᴄʀɪᴛᴏʀᴀ ʏ ꜱᴜ ᴇꜱᴘᴏꜱᴏ ¿ᴄÓᴍᴏ ᴘᴜᴇᴅᴇɴ ꜱᴇʀ ʟᴀꜱ ᴍɪꜱᴍᴀꜱ? ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀꜱ -ʟᴀ ꜱɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ʜɪꜱᴛᴏʀɪᴀ ᴘᴜᴇᴅᴇ ᴄᴏɴᴛᴇɴᴇʀ ʟᴇɴɢᴜᴀᴊᴇ ᴠᴜʟɢᴀʀ ʏ ɢʀᴏꜱᴇʀᴏ, ᴇꜱᴄᴇɴᴀꜱ ꜱᴇxᴜᴀʟᴇꜱ, ᴇxᴘʟɪᴄɪᴛᴀꜱ ʏ ᴀᴄᴛᴏꜱ ᴅᴇ ꜱᴜᴍɪꜱɪÓɴ. ᴀᴅᴇᴍÁꜱ, ᴊᴜᴇɢᴏꜱ ʏ ᴍᴀɴɪᴘᴜʟᴀ...