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Henry Cavill lanzó las llaves y la cartera sobre la mesa, se quitó la corbata y la añadió al montón mientras se desabrochaba la camisa. El día había sido una auténtica mierda. Los casos de homicidio eran siempre complicados, más aún cuando eran el resultado de una disputa doméstica sin sentido. Había trabajado después de su turno, procesando la escena del crimen con el equipo de forenses e interrogando a los vecinos sobre lo que había pasado.


A Henry le encantaba su trabajo, pero algunos días le tocaba lo peor de la sociedad.
Y Susan no había ayudado tampoco. Le había llamado al móvil para sermonearle por cancelar la cita para cenar. Y en la escena del crimen, ni más ni menos. Al escuchar su voz aguda, se dio cuenta que era una auténtica bruja. Se preguntaba por qué había invertido tanto tiempo en ella, ya que no le había dado nada a cambio. Y últimamente el sexo ni siquiera había sido bueno.


Sería estupendo conocer a una mujer que no se preocupara de que su pelo se revolviese durante las relaciones sexuales, o que disfrutara de algunas de las cosas atrevidas que lo encendían. Era insinuar el tema de los azotes o jugar con sus esposas y a uno lo miraban como si se hubiera vuelto loco. ¿Y follar por el culo? ¡Olvídalo! Ni siquiera lo menciones.
Por suerte, él tenía dos días libres para pasarse el día tumbado y compadecerse de sí mismo.
De camino a su dormitorio, se quitó el resto de su ropa, la dejó caer en un montón sobre una silla y abrió la ducha en el baño. El agua caliente revivió sus cansados músculos e hizo que se sintiera casi humano otra vez. Quizás en un rato se pondría algo de ropa y bajaría a Ray's. Siempre podía buscar a algunos de los chicos, para una partida de billar, o simplemente para tomar una cerveza. Hasta podría tener suerte y que apareciese una dulce y deliciosa mujer que dijera: "¿Qué tal una noche de sexo caliente y atrevido?"
Sí, claro.


No es que él lo quisiera siempre así. A veces le gustaba hacerlo lento y dulce. Pero tenía que estar con la persona adecuada. Y esa persona adecuada debía disfrutar el otro tipo tanto como él.
Apagó la ducha y estaba cogiendo una toalla para secarse, cuando el sonido del timbre le atravesó el cerebro reblandecido por el agua. Frunció el ceño. ¿Quién demonios podía estar en su puerta? Por un espantoso momento, pensó que tal vez Susan había decidió acercarse a su casa y regañarlo de nuevo, luego rechazó ese pensamiento.
Demasiado trabajo para ella.
El timbre sonó de nuevo, con más insistencia, como si quien fuera se hubiera quedado pegado a él.
"Está bien, está bien. Espera un poco. Ya voy. "
Se envolvió la toalla a la cintura, atravesó el pasillo, abrió la puerta... y se quedó con la boca abierta.


En el umbral estaba la creación más tentadora y deslumbrante que hubiera visto en..., bueno, no podía recordar cuánto tiempo. Rizos castaños con mechones pardo-rojizos cayendo en cascada por su espalda, ojos color avellana con motas doradas que lo miraban fijamente por debajo de una espesa capa de pestañas, y por si fuera poco, unos labios que contrastaban con un cutis cremoso.
Llevaba una bata de seda que apenas rozaba la parte superior de sus muslos, y a menos que su vista lo engañara, debajo estaba completamente desnuda. Los endurecidos pezones se marcaban en el blando material, y al moverse, las solapas de la bata se abrieron un poco en la parte inferior para mostrar... espera... ¿era un coño depilado frente a él?


Sus ojos fueron atraídos de nuevo a la boca. Podía cerrar los ojos e imaginarse envolviéndolo alrededor de su polla, chupando, jugando, su lengua lamiendo...
Ya basta, Cavill Contrólate.
Tragó saliva, cosa difícil de hacer ya que tenía la boca seca, y respiró hondo. ¿Si parpadeaba, desaparecería?


"Um, hola Henry".


¿Henry? ¿Ella sabía su nombre? ¿No era un error?


"Tal vez llego en mal momento." Parecía insegura. "Yo-Yo puedo volver más tarde. O algo así."


"No." Gritó, respiró y dijo más suavemente: "No. No te vayas. Qué... "
"Soy Hanna Michaels."


Él volvió a parpadear. "¿Hanna Michaels?"
¿La protagonista de todos los sueños eróticos que había tenido durante los últimos seis meses, desde que se mudó al lado? ¿La mujer a la que más le gustaría follar? ¿La mujer por cuyo calor húmedo vendería su alma para poder meter la lengua? ¿La inalcanzable Hanna Michaels? ¿De pie en la puerta de su casa, casi desnuda?


"Um, sí. Yo, eh, hola, Hanna. ¿Qué puedo hacer por ti?"
Él vio la indecisión en su cara de nuevo. Sujetó su brazo para evitar que se marchase.
Ella respiró hondo y soltó el aire lentamente. "Bueno, es algo así como que... Hoy es mi cumpleaños."


"Felicidades".


"Gracias. De todos modos, tenía planeada una especie de celebración especial, pero parece que no tengo con quien compartirla. Así que me preguntaba si te gustaría tomar una copa de vino conmigo." Le ofreció la copa vacía. Sofocó una risa.

"La copa está vacía, por si no te has dado cuenta".


Ella sacudió la cabeza. "El vino está al lado, en mi casa. Me preguntaba si, es decir, ¿te gustaría venir y ayudarme a celebrar mi cumpleaños? "


Logró no sujetarla con ambas manos, y luchó por mantener el control.
Fue cuando se dio cuenta que ella estaba hecha un manojo de nervios, y se preguntó qué diablos estaba pasando.


"Claro. Iré a tomar una copa de vino contigo. Sólo déjame ponerme algo de ropa..."


"No." Ahora fue ella la que grito.
Se humedeció los labios, asomando la punta de la lengua entre ellos, y volviéndolo loco. Estaba teniendo grandes dificultades para evitar que su polla golpeara su toalla.


"¿No?"


"Quiero decir, que puedes venir tal y como estas" Ella se ruborizó. "Ven, quiero decir."


Se encontró sonriendo de alguna manera. "Vamos a hacer una cosa, me pongo los vaqueros y estaré ahí. ¿Te parece bien?"


"E-Está bien." Ella hizo una señal con la mano en dirección a su casa.

"Voy a ir a abriendo el vino. Dejaré la puerta abierta."

"Voy en un minuto, ¿de acuerdo? "


"Bien".


Ella le ofreció una leve sonrisa, y se giró hacia su casa. Henry no podía apartar los ojos del movimiento de sus caderas y el bamboleo de su culo en la tela de seda brillante. Cerró sus manos en puños para evitar sujetarla, tirando de los tentadores globos, apartándolos para mirar lo que él sabía iba a ser el ano más dulce del mundo.
Jesús, Henry enfríate. Sólo te ofrece una copa para celebrar su cumpleaños.
Ya. Y por eso viene aquí, toda desnuda, y no quiere que me vista.
Iba hablando consigo mismo mientras se ponía los vaqueros y se peinaba un poco. "No te hagas ilusiones", se dijo una y otra vez. "Y no vayas y le agarres el culo en cuanto te reciba en la puerta. Muéstrale que tienes modales".


Pero Jesús, qué duro sería. Tanto como estaba su polla. Había estado celoso de todos los chicos de portada con trajes caros que había visto salir con Hanna. En realidad, para ser sincero, no había parecido colada por ninguno de ellos.


Fue a ponerse una camisa, pero cambió de opinión. Lo había encontrado sólo con una toalla, y ella misma no llevaba demasiada ropa. Así que sin camisa. Se calzó unos mocasines, metió las llaves en su bolsillo y salió por la puerta principal.
Por favor, rezó en silencio, déjame por lo menos aguantar más de cinco minutos antes de rasgarle la ropa y meterme en ella.

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