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Muchas personas no saben diferencias entre el amor y la obsesión.
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Todo estaba listo. Ya tenía algo de energía para poder ejecutar su hechizo, si bien estaba muy débil, todavía tenía algo de fuerzas.
Movió la rama al ritmo de su hechizo un círculo se formó al rededor de ella.
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El conde estaba en su estudio firmando algunos papeles. Era difícil se relaciona dueño de un hotel y ser un conde. Tenía algo de sueño, nada que no pudiera manejar.
Depronto una de sus trabajadoras había entrado repentinamente, se veía aterrada.
-¿Sucede algo Mei? -La señorita... -? -LA SEÑORITA YASHIRO NO ESTÁ
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Nene corría y corría no le importaba si las ramas de los árboles dañaran su ropa o la cortaran, no le importaba si estaba lloviendo. Nada le importaba, se había quedado sin magia lo máximo que pudo hacer fue salir del hotel y empezó a correr al bosque.
¿Acaso ese bosque estaba bajo un hechizo que hacia que siempre lloviera?
A quién le importa, era libre.
Seguía corriendo asta que se callo y terminó en la tierra. Estaba tan cansada, aunque ella tenía frío, tenéis tanto frío que solo quería dormir, sentía como el sonido de la lluvia la acurrcaba, sus párpados le pesaban. Aun así tenía una pequeña sonrisa en el rostro, era libre.
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La muerte nos abraza, nos da un sentimiento inexplicable, es difícil intentar no corresponder el abrazo.
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Las mentiras salen a la luz, las mentiras tiene consecuencias, las mentiras ocultan las verdades más oscuras.
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¿Este es el fin?
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Apreciamos las vida cuando ya es demaciado tarde.
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Todo término...
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Una voz conocida lleno sus oídos, sentía como la sacudian.
Ella sólo quería dejar de luchar.
De la nada dejó de sentir la lluvia, ahora sólo eran gritos deseperados.
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Esto no estaba pasando debuevo, no la quería perder denuevo no otra vez.
Salió de su hotel e ingresó al bosque. Gritaba el nombre de su amada una y otra vez, pero la tormenta hacia imposible que sus gritos se escucharán.
De tanto gritar sentía como si le desgarraran su garganta. Asta que la vio, ahí estaba ella, estaba tirada en el suelo. La llamaba gritando y ella no respondía.
La tocó, ella estaba helada, estaba palida y su respiración era lenta. Estaba al borde de la muerte.
No podía dejar que volviera a pasar, no lo soportaría, no otra vez...
Esta vez no dejaría que ella muriera enfrente de él.
La cargo en brazos y la cubrió con su capa, corrió hacia al hotel y pero cuando llegó...
Ella ya no quería soltar los brazos de la muerte.
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