La promesa(Parte I)

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MELIODAS

- No creo que los caballeros sagrados puedan ganar poder así de rápido...-reflexioné mientras jugaba con una pequeña rama de la colina en la que me encontraba- supongo que no puedo soportarlo más

La rama con la que estaba jugando tenía una pequeña flor de la cual solo por curiosidad, probé uno de sus pétalos. Lo saboreé un poco antes de decidir que estaba dulce, demasiado dulce para mi gusto. Entonces escupí el pétalo y me levanté lentamente para lanzar la rama provocando que la roca que estaba delante de mí se partiera en dos.

Decir que había estado ausente los últimos días era expresar poco. Después de la batalla que habíamos tenido en Vaizel todos habíamos quedado diferentes. Dianes estaba feliz por haber recuperado su tesoro sagrado y no lo había soltado de nuevo, King y Ban habían estado entrenando más arduamente. Elizabeth y yo éramos un cuento diferente.

Ambos habíamos estado de una forma u otra ausentes, por diferentes motivos. Otra vez, en otra vida, le había fallado a la mujer que amaba con toda mi existencia, me había dejado llevar por la ira de estar encerrado sin saber lo que le estaban haciendo esos intentos de caballeros sagrados a Elizabeth y aunque no la habían herido físicamente, la habían lastimado de una manera inimaginable.

No lograba entender cómo alguien que decía proteger el reino había causado la muerte de un miembro de la realeza y podía seguir respirando con tranquilidad. Elizabeth había tenido que presenciarlo todo y en su momento había demostrado una valentía admirable con Griamore, pero después de eso había estado algo ausente y taciturna. No la culpaba, era la manera de llevar su duelo y pérdida que habían llegado de una forma demasiado repentina y que le habían otorgado no solo tristeza a su mirada, sino un leve asomo de determinación que siempre me había encantado ver desde que la conocí.

Por mi parte, solo con ver a Elizabeth triste era suficiente para que su sentimiento me contagiara, pero además de eso estaba el hecho de que había perdido la empuñadura de la espada y no lo lamentaba porque tuviera un apego material. Sabía porqué era importante y esa empuñadura solo tenía un propósito que estaba directamente relacionado con el ataúd de la oscuridad eterna. Ya habían conseguido la primera parte y no tardarían mucho para deducir el segundo y último ingrediente, sangre de diosa.

Me parecía extraño que todavía no hubieran hecho ningún movimiento contra nosotros y en el más positivo de los casos tal vez no sabían de las habilidades no muy ocultas de Elizabeth, me preguntaba qué tan avanzadas las tendría y si en algún momento de su vida iba a llegar a recordar. Pero ese era un problema con el que lidiaría a su tiempo, en ese instante mi prioridad era protegerla.

Visualicé la destrucción que había dejado con mi ataque hacia la roca y comencé a caminar por el medio de la abertura que había causado. Sin estar con la mirada en un punto fijo inicié a recitar los versos que en su momento Merlín me había dicho y se habían quedado plasmados en mi mente como un mal augurio y uno de mis terribles mantras, una profecía de la cual ya había visto su inicio, pero del cual no tenía idea de cómo terminaría.

-Cuando los cielos estén llenos de estrellas fugaces, Britannia será visitada por una inmensa amenaza- susurré en automático- es el presagio del comienzo de un juicio de orígenes antiguos. Una Guerra Santa entre la mano guiadora de la luz y el linaje de la oscuridad.

Sabía el resto de las líneas, pero nunca me gustaba decirlas en voz alta. Como si eso fuera a hacer el presagio menos verosímil. Siempre terminaba en el mismo punto, porque después de tantas cosas que había vivido en tres mil años, la Guerra Santa no estaba entre mi lista de favoritos y pensar que tendría que volverla a vivir, que tendría que ver sufrir a Elizabeth nuevamente con la guerra simplemente era angustiante.

Memorias⎜One-shots NNTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora